La alianza de "fuerzas fraternas" para irrumpir en el escenario político gallego no solo no ha sido un camino de rosas, sino que amenaza con sumir al rupturismo en un eterno retorno a propósito de la discusión sobre la fórmula que articule el pacto de fuerzas como Podemos, Anova, las mareas municipales o Esquerda Unida.

La gestión del caso Quinteiro fue esgrimida por Podemos para dar por fracasado el modelo de partido instrumental de En Marea y reclamar una de coalición que, de facto, ya funciona, pues la fuerza de Pablo Iglesias no participa como tal en la organización alumbrada el verano del año pasado como un paso adelante en favor de una nueva vía que aglutinase a partidos y sociedad civil. Una quimera, pues en En Marea han funcionado igualmente las cuotas.

El debate arreció ya en 2015 tras ser Galicia el laboratorio de la unidad popular con AGE, la alianza inédita de Anova y Esquerda Unida precedente de Podemos.

En las elecciones generales de 2015 y 2016 En Marea se presentó como coalición de Anova, EU y los de Pablo Iglesias, certificando la imposibilidad de constituir un grupo parlamentario propio. Recientemente, Anova se quejó de su marginación en el Congreso.

Las autonómicas de 2016 cambiaron el escenario y el propio Pablo Iglesias fue quien, mediante un tuit, tuvo que aceptar diluir su marca en En Marea. Ese proceso de unidad se ha quebrado y Podemos no solo quiere coaligarse con las mareas municipales para mantener su marca y autonomía, sino también aplicar esa vía en el Parlamento. Sus socios lo rechazan.