Como gesto simbólico, los alcaldes reciben un bastón de mando en la ceremonia de investidura. Es el objeto que simboliza y visibiliza su poder. Un vestigio de época medieval que se mantiene por tradición y que en pocas ocasiones tiene protagonismo más allá de las investiduras. Los 200 alcaldes catalanes que recibieron a Carles Puigdemont en Bruselas el pasado mes de noviembre con sus 200 varas de mando en alto, los sacaron de su descanso entre periodos electorales y les dieron más visibilidad en unas horas de los que muchos tuvieron en las últimas décadas. La vara de mando, tan asimilada en la actualidad al papel del alcalde, es, sin embargo, anterior a su figura.

El uso de un bastón como símbolo de justicia y poder se puede rastrear hasta la prehistoria y tenía ya un valor fundamental en el mundo clásico griego. "El equivalente era el cetro de los generales de las tropas y también la vara con la que se daba el derecho a la palabra en el ágora", explica el profesor de Historia de Arte de la Universidade de Santiago de Compostela (USC), Juan Monterroso. En el mundo medieval su uso no está tan relacionado con la vida municipal como la judicial. La portaban los hombres encargados de dirimir pleitos, "hombres reconocidos por la comunidad", en un momento en que la vara tenía una función útil clara: era una marca-patrón, la medida oficial de una unidad básica, de 0,65 centímetros que ayudaba a resolver la mayoría de los pleitos a los que se enfrentaban estos hombres, sobre todo cuestiones sobre la propiedad de la tierra. Otras medidas tradicionales de superficie, como la fanega, se pueden traducir en varas, en 10.000, en concreto.

"A partir de ahí la vara empieza a identificarse con el símbolo de autoridad y de poder y aparece asociado con el mundo militar, en 1853 se codifica en una real orden en la cuál se establece qué tipo de vara y qué tipo de ornamento debe de llevar cada mando militar y, unos pocos años después, sobre el 1860, se regula para la figura del alcalde, en la que también aparece si el cabezal de la vara debe de ser de plata o de oro y si las cintas deben de ser de seda y de qué colores", relata Monterroso. En el libro "Honores y distinciones", de 1862, que conservan en el Concello de A Coruña se fija el uso del bastón del mando del alcalde, al que se recomienda "hacer uso diario y constante" de la vara. El objetivo era que el regidor fuese reconocido por los "vecinos o transeúntes del término" y dar "fuerza moral a los que con ella [la vara] se hallasen adornados". "Si el uso diario y constante del bastón con borlas es conveniente y hasta necesario en todas las poblaciones comprenderá por cuanto más indispensable se hace en ésta por su crecido vecindario e incesante movimiento de forasteros, que no pueden conocer personalmente a la autoridad local, ni por tanto acatar ni obedecer sus órdenes y los conflictos y disgustos que esto puede crear", dice el texto, en el que así mismo se recomienda a los "señores tenientes" portar un bastón. Su uso también aparece recogido su uso en el ordenanzas municipales de Tui.

Durante el siglo XIX, su uso se populariza entre la figura de los alcaldes y llega hasta las regiones ultramarinas, como en Cuba. Se adopta también la costumbre de ofrecerlo, al filo del final de siglo, como regalo a ciertas personalidades. Un uso que Monterroso considera no adecuado porque, como el bastón es el símbolo del poder municipal, cederlo significa también traspasar ese poder. Se hacía así, por ejemplo, en el Concello de Ferrol, cuando en las visitas del dictador Franco a la ciudad se le entregaba el bastón o, más recientemente, al Rey emérito Juan Carlos I. La misma costumbre se sigue en Santiago cuando se celebran actos en los que participa alguna autoridad relevante, como el rey o el presidente del Gobierno durante la Ofrenda ao Apóstol. De manera simbólica, la Federación Galega de Municipios e Provincias (Fegamp) le entregó al intelectual y artista Isaac Díaz Pardo en 2011 el bastón de mando "de todos los concellos" de Galicia como manera de reconocer su "contribución en la organización de la Galicia democrática".

En Ferrol, además del bastón de mando, guardan una vara de la banda de música militar con cabezal de plata, del siglo XIX, ejemplo de que los bastones de mando más allá de ser un símbolo municipal, lo son de la ostentación de un poder. Algunos reyes como Carlos III y Carlos V se retrataron con una vara y ropajes de general, pero su uso en las monarquías fue relegado por otros dos elementos, la corona y el cetro. Ya nacieron sin este símbolo asociado otros cargos representativos del sistema político español, como pueden ser los presidentes del Gobierno y de las Comunidades Autónomas. "Son figuras posteriores que ya no lo requerían", explica Monterroso.

La simbología municipal no se limita a los bastones. Están también los estandartes de la ciudad -que en Santiago suele portar el concejal más joven- o las mazas de la corporación, que llevan los maceros - funcionarios municipales ataviados con un traje antiguo- en actos solemnes, como se hace en Ourense. En la capital gallega, los concelleiros llevan colgado del cuello una medalla con el escudo de la ciudad. El bastón de mando está elaborado en una pieza de madera noble, rematada con un puño plateado en el que se incrustaron piedras preciosas. Alrededor del puño está atado un cordel de color verde, que representa el laurel verde que rodea el escudo de la ciudad. De hecho, el Concello de Santiago cuenta ahora mismo con dos bastones. Debido al uso, se fueron perdiendo algunas de las piedras de la empuñadura por lo que el gobierno socialista de Sánchez Bugallo decidió encargar uno nuevo, más simple que se utiliza en las ceremonias y actos que se celebran fuera del término municipal. El bueno, mientras, se queda en casa.