La imagen más gráfica de la escasez de lluvias en Galicia son los embalses semivacíos y, como consecuencia, la alerta por sequía en la mitad del territorio y las restricciones de agua en algunos núcleos del rural e incluso en ciudades. Pero la falta de precipitaciones también tiene otros damnificados: los ríos. En los últimos 20 años, el caudal fluvial en Galicia, la tierra de los 10.000 ríos, como la bautizó Álvaro Cunqueiro, ha sufrido una merma del 15%. Esta situación, agravada por el déficit hídrico que arrastra la comunidad en las últimas cinco estaciones, puede provocar la mortandad de las especies, que muten o que aumenten las especies invasoras.

La actual sequía afecta al ecosistema de los ríos, tanto a la fauna que habita en ellos como a la vegetación que se encuentra en las orillas. Pero al contrario que con los pantanos, en el caso de los arroyos todavía no se ha encendido la luz roja.

"Los periodos de sequía como el que estamos viviendo son preocupantes para los humanos porque puede llegar un momento en el que haya problemas de abastecimiento a la población. Pero desde el punto de vista del ecosistema están previstos estos cambios y la naturaleza se adapta", explica Fernando Cobo, doctor en Biología y profesor de Zoología y Antropología Física de la Universidade de Santiago. Cobo aclara que el ecosistema de los ríos tiene "un mecanismo de reajuste" para estos casos: "Estos cambios entran dentro del ciclo que tienen y lo que hacen las poblaciones es ajustar sus efectivos".

En la misma línea, Alejandro Álvarez, presidente de la Asociación pola Conservación do Ecosistema Forestal Galego (Acefga), apunta que "periodos de sequía los ha habido siempre y la fauna de los ríos sigue ahí". "Han estado en esta situación otras veces y están adaptados. Eso no quiere decir -advierte- que la situación no sea preocupante. Siempre ha habido momentos críticos. Eso sí, esta situación se lo va a poner difícil a algunas especies".

La naturaleza se ajusta a estos cambios, pero eso no significa que las aguas no sufran por el bajo caudal. Las principales consecuencias son el aumento de la temperatura y la disminución del oxígeno en el agua, apunta Virginia Rodríguez, presidenta de la asociación ecologista Adega. "A menos agua sube la temperatura y hay una pérdida de oxígeno disponible para la fauna lo que puede provocar una mortandad de las especies, que muden o que se produzca un incremento de las especies invasoras", avisa.

"Si hay menos agua, no corre como lo hace habitualmente y no se produce un aporte de oxígeno, con lo que el ambiente es más hostil para las especies", remarca Cobo.

Para Salvador Martín, de Ecologistas en Acción, el bajo caudal "afecta de manera muy negativa", sobre todo a las especies más sensibles, aquellas que están en peores condiciones: "Empeora la calidad del agua y al haber menos volumen también se reduce el volumen de la fauna y las primeras damnificadas son las especies más sensibles".

Las especies sufren por el bajo nivel del agua y la vegetación que vive en las orillas también, aunque ahí el problema no es tan grave. "Las plantas lo soportan mejor porque como los ríos nunca se llegan a secar completamente aguantan mejor. Peor es la fauna", detalla Salvador Martín.

Alejandro Álvarez, de Acefga, confirma esta idea. "Es más difícil que la vegetación tenga problemas. Aunque parezca lo contrario, el río no empapa las orillas, sino que es el terreno el que cede el agua al río, pese a ello las plantas y los árboles corren menos peligro", asegura. Por el contrario, Virginia Rodríguez, de Adega, afirma que "las raíces próximas a los ríos se ven perjudicadas".

La toxicidad también aumenta si hay menos agua en los ríos. "El ecosistema fluvial necesita periodos de crecidas para reciclar los sedimentos y es algo que no se está produciendo lo que puede producir toxinas en el agua", argumenta Fernando Cobo. Virginia Rodríguez explica que si la contaminación que llega a los ríos es la misma de otras épocas, pero el caudal del río disminuye, "esa contaminación está menos diluida en el agua y puede ser un peligro". El bajo caudal de los ríos aún no es muy alarmante para la fauna y la flora. Sin embargo, es necesario que llueva, y mucho. "Lo más preocupante es que tiene que llover durante varias semanas seguidas y no hay previsión de que ocurra. El suelo en profundidad está seco y tiene que llover en abundancia para que se empape y se sature el suelo, pero no se ve la luz al final del túnel", sostiene Álvarez.