Una mujer con una niña que paseaban casualmente por delante del pazo en el momento de la apertura al público y dos periodistas que cubrían el acto fueron las únicas que visitaron ayer a la mañana el pazo de Meirás. Todas sin cita previa. Curiosamente no había ni una sola reserva para visitar este Bien de Interés Cultural a pesar de que la familia Franco había alegado que mantenía inoperativo el teléfono de citas en agosto porque ya estaba cubierto el cupo.

Se trataba del primer itinerario tras el anuncio de que la Fundación Francisco Franco asumiría la gestión y utilizaría las visitas para exaltar la "grandeza" del dictador. El itinerario, breve debido a la incursión del BNG, permitió comprobar la escasa huella visible de Emilia Pardo Bazán en su antigua residencia. Un busto, unos escudos nobiliarios, un Quijote esculpido en el de la chimenenea y algunos de sus libros en la "biblioteca de Franco", fueron los únicos rastros de la condesa.

Conforme avanzaba el recorrido, la presencia del dictador se hacía predominante. Al enorme busto de Franco y sus "trofeos de caza" del hall le seguían los retratos familiares colgados en el segundo de los salones y, por último, la "biblioteca de Franco". "Es toda de su época", explicó el guía. Pero, ¿quién era Franco?. El visitante encontrará pocas respuestas en el itinerario por su residencia de veraneo. Ni una sola vez salió a relucir el término dictador. Solo Franco. Un hombre con unas dotes artísticas desconocidas y alabadas por su médico, explica el guía mientras muestra un cuadro de unas flores .