Entre la comunidad escolar parece compartise un diagnóstico con proporciones de titular: la escuela precisa una revolución. Al menos, así lo expusieron ayer los seis invitados para debatir sobre las transformaciones que requieren el sistema educativo del país.

Pedro Sarmiento y Andrés Bellido, expertos en pedagogía con renombre estatal, junto con Laura Llauder y Javier García,docentes implicados en dinámicas de cambio académico y Bertila Fernández, vocal de la Federación de las Asociacións de Nais e Pais de Vigo (FOANPAS), alimentaron desde sus experiencias una propuesta de acción colectiva dirigida hacia la transformación ¿Su mínimo común denominador? Una estrategia de aplicación a tres bandas: en la escuela, sobre la formación docente y con las familias.

Frente a un auditorio con 720 atentas miradas, los participantes respondieron a la primera interpelación del moderador del debate, el docente del CEIP Santa Tegra, Manel Rives, situando a la escuela como el primer escenario imprescindible de actuación. Para ello, intercalaron la radiografía de lo que carecen las aulas con el análisis de lo que resulta necesario sustituir y modificar.

La reivindicación de que se introduzca el aprendizaje emocional y corporal,la creatividad y el trabajo en equipo en las escuelas confluyeron en una demanda compartida: la reorientación de los currículos de los centros hacia las personas: "La sociedad solo avanzará cuando la escuela deje de lado los contenidos y atienda a los niños y sus entornos", defendió García.

En ese punto, Rives, que cree que en las escuelas "se filosofa muy poco", introdujo un interrogante sobre el que se estructuró el resto del encuentro: el de cómo encontrar una fórmula que permita equilibrar una educación sentimental que valore el talento con las exigencias que establece el sistema. Llauder fue entonces la primera en apuntar al rol que deben ejercer los docentes. En su opinión, estos deben tener la intención de empatizar, "de ponerse en la piel de la infancia", para demostrar desde los hechos los beneficios de un enfoque educativo menos rígido: "Cuando sigues el deseo del niño, el aprendizaje se multiplica (...)La escuela tiene que estar en la vida y la vida tiene que estar en la escuela", aseguró. Una perspectiva que apoyó posteriormente el propio Rives, al sostener que la instrucción no debe ir "unida a las notas" sino que tiene que permitir al niño "la posibilidad de fallar".

Al derecho a errar, Bellido sumó la necesidad de que los modelos de evaluación se reviertan: " Trabajamos sobre las dificultades de los alumnos y no sobre sus fortalezas, lo que impide un refuerzo de su motivación y autoestima",apuntó el psicólogo. En ese sentido, García, que receta "valentía y voluntad" a quienes se interesen por trabajar por el cambio, relató la experiencia del centro que dirige, el CEIP Viñagrande de Deiro, en el que los boletines de calificaciones se acompañan de informes verbales a las familias, a las que se les destacan las potencialidades de sus hijos. "Hay que quitar las etiquetas" sobre ellos, defendió.

Con todo, García advirtió posteriormente que las reglas de juego impuestas por la administración impiden, a veces, profundizar las apuestas innovadoras todo lo que les gustaría. Al respecto, Bellido trató de evitar que el fantasma de la utopía irrealizable sobre los planteamientos compartidos apareciera para desanimar al personal. El psicólogo, autor del programa de tutorización entre iguales (TEI), recordó que aunque las "estructuras e instituciones legislativas pueden ser un corsé", los centros tienen "suficiente autonomía para cambiar".Como forma de generar confianza al respecto, Bellido señaló "la necesidad" de que los centros "visibilizen sus prácticas innovadoras" de modo que otros las conozcan y reproduzcan.

Respecto a las raíces de la retahíla de problemáticas citadas, todos coincidieron en señalar a las escuelas de magisterio, el segundo de los territorios sobre los que apuntaron la urgencia de incidir para permitir agromar el cambio. Para los participantes,los futuros docentes reciben una formación insuficiente e inapropiada,tanto porque el contacto con las aulas es escaso, como porque los planes curriculares excluyen los conocimientos sobre psicología y desprecian las habilidades artísticas. Un aspecto ante el que Sarmiento, coordinador del proyecto LÓVA, en el que los alumnos se convierten en autores de una ópera escolar, mostró su oposición: "Las artes no tienen que ser algo que pongamos sino que no quitemos de las aulas".

Entre las recetas citadas para solventar la situación, Bellido defendió, junto a la "mentorización" de los alumnos en prácticas, con profesores que los acompañen como asesores, que en las aulas universitarias se enseñe a los futuros docentes aquello que los maestros de primaria y secundaria detectan en su cotidianeidad como aspectos necesarios sobre los que trabajar. Por su parte,Bertila Fernández, que puso voz a los padres y madres, defendió la necesidad de que los planes de las carreras docentes incorporen entre sus enfoques "la atención desde la diversidad", ahora existente gracias "al voluntarismo de profesores y familias".

Estas fueron el último actor al que apelaron los ponentes para construir el cambio. "La escuela debe más porosa", señaló Rives, para que las familias entren, no como un sujeto externo que acude al centro a "observar", sino "como parte integrante del proceso de aprendizaje". En ese sentido, Bertila Fernández las animó "a perder el miedo y hablar y participar libremente". Dirgiéndose tanto a quienes se sentaban sobre el escenario como a quienes observaban desde las butacas, sintentizó el interés quelos había aglutinado a todos ayer: "Nuestros hijos y vuestros alumnos son un proyecto común".