Tras una mirada de suma rápida a la estadística de los reconocimientos académicos que la Xunta otorga al estudiantado, un primer impulso podría arrastrar a un titular carente de contexto. El que aludiría a que los alumnos más laureados del sistema educativo gallego tienen nombre de chico. Si bien el dato no miente, una lectura de indagación más pausada adjetiva la anterior aseveración con matices de calado.

El primero de ellos alude a las diferencias registradas en la distribución de las distinciones según el nivel formativo sobre el que se sitúe la lupa. Aunque en los últimos siete cursos ellos obtienen mayor número de Premios Extraordinarios en la Educación Secundaria Obligatoria (el 61,4%), ellas comienzan a revertir la tendencia en la etapa de Bachillerato, en la que el número de reconocimeintos es prácticamente igual en ambos géneros, hasta que, ya entre los que se otorgan a los mejores expedientes que cada año rematan estudios universitarios, la mayoría van destinados a mujeres (56,3%).

Además, si la anterior descripción se complementa con la información de otros indicadores empleados para medir el rendimiento académico, las paradojas emergen en espiral. El menor número de premios con rostro femenino contrasta con sus mejores tasas de "productividad" : repiten menos cursos que sus compañeros, se gradúan en mayor medida que ellos y, además, lideran la distribución por género de quienes aspiran a este tipo de distinciones.

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Finalmente, si también se considera la relación entre el total de matrículas y su distribución por género, el número de premios con ganador masculino es superior a lo que proporcionalmente le correspondería en las tres etapas educativas citadas. Pese a que en Galicia nacen más mujeres que hombres, en una fase de escolarización obligatoria como la secundaria, en los últimos siete cursos hay siempre más niños que niñas matriculados.

Este último dato puede considerarse, atendiendo a las explicaciones del Doctor en Economía de la Universidade de Santiago de Compostela, Francisco Jesús Ferreiro, como la punta del iceberg de todos los contrasentidos mencionados.El profesor, autor de un artículo -elaborado junto a Mª Dorinda Mato y Rocío Chao, profesoras de la Universidade da Coruña- que examina las desigualdades de género a partir de la prueba del Premio Extraordinario de ESO, se presta a echar una mano para desenredar la telaraña.

Empezando por el final, Ferreiro destaca la sorpresa que se esconde tras la brecha existente -de casi 30 puntos porcentuales el último curso-entre el número de alumnos premiados y los matriculados : "No es solo que los niños ganen más premios sino que, probablemente, también repiten curso más", indica. Cifras del Ministerio de Educación confirman que en los últimos siete cursos un 13% de ellos tuvieron que repetir curso frente a un 9% de ellas. En consecuencia, al tiempo que los chicos ganan más premios, también se gradúan en menor proporción que sus compañeras. Si el pasado curso, el 87% de las chicas obtuvieron su título de secundaria frente al 74,8 de los chicos que lo hicieron, en Bachillerato la tasa de titulación masculina fue de tan solo el 51,2% frente al 69,4% femenina.

En la evaluación continua del curso, señala Ferreiro, ellas tienen una nota media de sobresaliente con más frecuencia que ellos, por lo que se encuentran en mejor disposición para poder presentarse a las pruebas que preceden la concesión del premio: si en Bachillerato el requisito es poseer una calificación media de, al menos, 8'75, esta debe ser igual o superior a 9 en la ESO. Por ello, son más las candidatas a obtener el reconocimiento. Entonces, el punto de inicio y llegada coinciden de nuevo: ¿Por qué ellos son más premiados?

Aunque, subraya, no se trata de una explicación de "carácter científico", Ferreiro plantea la posibilidad de que, al menos en el caso de la ESO, la competitividad sea uno de los factores en juego. El profesor de la USC destaca que, para los premios de secundaria, una media de 300 estudiantes se presentan anualmente a una convocatoria en la que se conceden un máximo de 20 premios.

Ello permitiría deducir, en su opinión, que quienes resultan premiados tienen un espíritu competitivo mayor que el resto. Es decir, aunque las niñas "son más aplicadas" y más constantes en su rendimiento, ellos serían más competititivos en el momento de rendir las "duras" pruebas: "Hay menos ñiños con una media de sobresaliente pero los que la tienen son más competitivos". Al punto, de que en estos exámenes, el mejor desempeño masculino se traduce en que exista "una probabilidad estatística del 95% de que la nota media de los varones sea mejor que la de las chicas". En ese sentido, añade, puede que los niños enfrenten también mejor la presión del examen: "La superioridad de las m ujeres cuando se evalúa el rendimiento cotidiano, desparece cuando hacenuna prueba específica como esta".

El tipo de evaluación al que se somete el alumnado para obtener los premios, por tanto, sería otro de los factores que influyen sobre el desigual reparto por género de estos. Mientras que en ESO y Bachillerato, la distinción se otorga tras una prueba que evalúa los conocimientos de los aspirantes en varias materias, en la universidad -en la que ellas obtienen mejores resultados en todos los cursos, de los siete últimos, salvo en el pasado- el reconocimiento se basa solo en el expediente académico. Con todo, para un cuadro completo, recalca Ferreiro, habría que añadir al análisis variables como el hábitat o el nivel socioeconómico familiar del alumnado.

También, de comprobarse sus planteamientos, indagar la casuística social tras las mayores dificultades de las chicas para destacar en este tipo de pruebas.