Galicia tiene en la alimentación una joya para la economía. Uno de esos sectores tradicionales a los que se mira desde hace mucho tiempo con la esperanza de reinventar el tejido industrial. Está, de hecho, entre los pilares con los que la Consellería de Economía, Emprego e Industria sustenta su estrategia de especialización inteligente, la RIS3, para consolidar en 2020 el crecimiento de la comunidad y transformar el modelo productivo en uno más sostenible y competitivo. Y la evolución de los últimos años inspira optimismo. La mayoría de actividades ligadas a la industria alimentaria gallega acumulan un avance constante en su aportación al Producto Interior Bruto (PIB), incluso en el periodo de la doble recesión, hasta el punto de que superan ya el peso de la automoción, con más de 6.500 millones de euros de valor añadido bruto. No extraña que también se ponga a la cabeza de las ocupaciones que mejor comportamiento están teniendo en el mercado laboral regional, con la creación de once puestos de trabajo al día.

El primer trimestre de este 2017 acabó en Galicia con un total de 1,033 millones de personas ocupadas. A pesar de los evidentes síntomas de recuperación en el empleo, la comunidad lleva desde el fin del pasado verano con el número de trabajadores a la baja. Entre octubre y diciembre perdió 8.300 y otros 16.000 entre enero y marzo del nuevo ejercicio, según los datos del Instituto Galego de Estatística (IGE) con la Encuesta de Población Activa (EPA).

El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, achacaba esta semana la progresiva caída en la ocupación al problema del envejecimiento, pero las causas van más allá del llamado "invierno demográfico". Durante el primer trimestre, el volumen de activos -aquellos con más de 16 años y en disposición de trabajar- se mantuvo prácticamente estable. En el paro, sin embargo, entraron 77.200 gallegos y salieron 65.800; y 46.900 pasaron a estar ocupados, mientras que los que dejaron de serlo alcanzaron los 61.400. Es decir, en Galicia todavía falta fuelle en la creación de empleo.

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La industria alimentaria -que integra también la fabricación de bebidas y de piensos para animales- rompe con esa tendencia general. Cuenta con 17.400 ocupados tras un incremento respecto al trimestre anterior del 10,8% (1.700 trabajadores), y del 30,8% en comparación con marzo de 2016 (4.100). Es de las pocas actividades con crecimiento sostenido de personal durante el último año y la que más puestos está generando.

Al sector también le tocó lo suyo durante los años de crisis económica. Los actuales niveles de empleo que maneja no son de récord. En la estadística detallada del IGE, que va hasta 2010, la industria de la alimentación llegó a alcanzar en el segundo trimestre de 2014 los 19.600 ocupados. Pero es cierto que tanto antes de esos máximos como después, la trayectoria del empleo no es tan irregular como la del conjunto del mercado laboral gallego -el techo de la industria alimentaria hace tres años coincide con el mínimo histórico de la ocupación en la comunidad- y con propensión a subir.

"La alimentación tuvo un comportamiento mucho más estable que el resto de la industria manufacturera", explica Roberto Alonso, gerente del Clúster Alimentario de Galicia (Clusaga). Entre 2008 y 2014, la cifra de negocios incluso aumentó. Poco, un 3%, pero es realmente mucho si tenemos en cuenta que la del conjunto del sector se desplomó un 13%. El mantenimiento de la facturación permitió también un comportamiento moderado del empleo, en el que la Encuesta Industrial del IGE suma parte de los trabajadores del sector primario y los eleva hasta casi 27.000.

La restauración se coloca en la segunda posición del ranking del avance de la ocupación en Galicia de la mano de camareros y cocineros que son, a la vez, los propietarios del establecimiento. No asalariados. Entre marzo de 2016 y el mismo mes de este año incorporó 3.000 ocupados más, hasta un total de 21.500. Otros 2.800 empleos fueron para puestos de cajeros (9.000); 2.700 entre dueños de comercios (26.700); y 2.300 más en servicios personales (24.800).

A continuación, con subidas de ocupación tanto trimestrales como anuales, están, según los datos recopilados por el IGE, los empleados de servicios contables, financieros y de servicios (1.400 más que en marzo de 2016); supervisores en ingeniería de minas, industrias manufactureras y de la construcción (1.400); profesionales de la cultura y el espectáculo (1.300); peones agrarios, forestales y de pesca (1.100); empleados de bibliotecas, servicios de correos y afines (1.100); ayudantes de preparación de alimentos (1.000); y personal de limpieza (900).

En las 21 categorías que presentan aumentos de la contratación del total de 62 en las que las estadísticas oficiales reparten los perfiles de ocupación aparecen también uno de los grupos con supuesta mayor proyección de cara el futuro, las tecnologías de la información y la comunicación (100 ocupados más en un año); los operarios cualificados para actividades agropecuarias mixtas (500); y los altos cargos de las administraciones, el poder ejecutivo y, en general, directivos de compañías, que se incrementaron en 500, un 38% anual.

A pesar de que en los primeros meses de 2017 arroja una caída de la ocupación del 3%, en el balance anual las actividades ganaderas ganaron un 15% de empleados (4.300) y confirman la buena racha del sector primario, muy ligado a la industria alimentaria.

Al transporte le ocurre todo lo contrario. El número de peones cae en 2.800 en los últimos doce meses y en 2.400 los conductores. Por la situación del ladrillo, que en Galicia todavía no llega al ritmo de recuperación que sí muestra en otras comunidades, hay 3.200 trabajadores menos para el acabado de construcciones e instalaciones; y 3.100 entre los soldadores, chapistas, montadores de estructuras metálicas o herreros.

Educación y sanidad son dos nichos fuertes del mercado laboral gallego porque agrupan a una buena cantidad de efectivos. Y en ambas la ocupación se reduce: un 11,6% (5.200) en los profesionales de la salud, del 8,7% (2.100) en los que se dedican al cuidado de las personas dentro del servicio sanitario y el 6% (5.800) en la enseñanza.

Otros colectivos con una reducción significativa de efectivos son: especialistas en organización en administraciones y empresas (2.600), técnicos de ingenierías y ciencias (1.500), vendedores (1.200), guardias de seguridad (1.600) y montadores y ensambladores en fábricas (1.500).

La clave de la revolución que vive la industria alimentaria gallega -en la que el 33% de la actividad se concentra en los pescados y mariscos, alrededor del 12% en carne y otro 12% en la leche, un 5,6% en comida para animales, un 18,6% en bebidas y el 18% en otro tipo de fabricación, como la panadería- viene, principalmente, del crecimiento de su competitividad. "Estamos cada vez más profesionalizados", cuenta Roberto Alonso.

El sector es paradigma de lo que ocurre en la demografía empresarial de la comunidad. Del minifundismo del tejido productivo. "Son más de 2.000 empresas y muy por encima del 90% pequeñas y medianas", señala el gerente del Clusaga. Así es. En 2015, según los datos del Directorio Central de Empresas del Instituto Nacional de Estadística (INE) recogidos por el propio clúster, 1.905 firmas tenían menos de 10 empleados; 305 estaban en una horquilla de entre 10 y 49; y únicamente 80 -el 3,5% del total, 2.290- pasaban de 50 empleados.

El tamaño limita casi todo lo que tiene que ver con el crecimiento de una empresa: desde la capacidad de innovación a la posibilidad de vender fuera. Algo en lo que ya ha avanzado mucho la plataforma en la que están asociadas 60 de las grandes firmas alimentarias de la comunidad; ocho entidades de referencia como Galicia como Galicia Calidade, Ternera Gallega o Anfaco-Cecopesca; y las tres universidades. "Se está viendo la mejoría en la innovación de los productos, la estrategia de marketing y la cada vez mayor internacionalización", apunta Alonso.

Pero, ¿por qué? ¿Qué es lo que ha provocado el punto de inflexión? En Clusaga hablan de la importancia del "relevo generacional" al frente de las compañías. "Muchas de estas empresas son familiares -recuerda el gerente- y las nuevas generaciones están más formadas y con unos conocimientos tecnológicos de otra división".

Desde 2012, el valor de la producción de la industria alimentaria gallega no baja de los 6.000 millones de euros. En 2008, como refleja la Enquisa industrial de productos del IGE, rondaba los 5.600 millones y solo en 2009, con el estallido de la crisis, la fabricación del sector sufrió una caída: a 5.116 millones. En 2015, el último año del que hay cifras oficiales, se situó en 6.317 millones. Es la cuarta parte del total de la producción industrial de Galicia.