"No es prudente hacerlo todo el primer día". Con esa frase justificó hace hoy un mes Luís Villares que la nueva dirección de En Marea se constituyese sin designar los miembros de su coordinadora y sin resolver la espinosa cuestión de las portavocías y del rol de su referente parlamentario y candidato a presidir la Xunta en las autonómicas de septiembre. La cuestión sigue sin resolverse ante el bloqueo no solo en este último punto, sino en el problemático reparto de cuotas en el órgano que funcionará como una ejecutiva tradicional.
El 28 de enero se constituía el Consello das Mareas, el órgano de 35 miembros en que la lista oficialista, "Máis Alá!", copó 21 asientos, mientras "Somos quen" logró 9 y "Queremos participar", del colectivo Cerna, 5. La traslación de ese porcentaje a la coordinadora parece no haber generado consenso, toda vez que el sector mayoritario considera que el reparto debería ser de 8, 2 y 1 puestos, respectivamente.
No es el único problema. La cuestión de las portavocías sigue sin aclararse un mes después y el partido instrumental se mantiene sin coordinadora para comenzar a trabajar de forma operativa y sin altavoz orgánico. El conflicto no ha variado. La lista oficial descarta a Villares, que lideró esa candidatura, como uno de los tres portavoces que quería para el partido mientras "Somos Quen" -nutrida por miembros de Anova- y "Queremos participar" lo defienden para el cargo.
El nombramiento del portavoz parlamentario está descartado para ejercer de altavoz orgánico, pues su propia candidatura apuesta por desligar su papel institucional del interno, en contra del deseo de Villares. Dar el pulso por ocupar el cargo supondría dinamitar el núcleo duro de En Marea y pondría en riesgo la credibilidad del juez en excedencia toda vez que él mismo defendió un sistema que le veta el acceso.
De momento no se perfilan nombres para uno de esos tres puestos si es que finalmente se opta por ese modelo. "No es tanto un problema de nombres porque tampoco hay nadie con un gran perfil", apunta un miembro del partido sobre la terna de presuntos portavoces. Excluye lógicamente a Xosé Manuel Beiras, que formaba parte de la propuesta de coordinadora de la lista ganadora y que tragó con la petición mayoritaria, abanderada por Marea Atlántica, para vetar a Villares el puesto de portavoz interno, pese a que pidió ungir como tal al magistrado.
El papel de Beiras está en el aire y el propio Villares repitió ayer el mantra de los principales rostros del rupturismo cuando se les pregunta por el impulsor de la "unidad popular". "Sería un buen portavoz para lo que él quisiera, desde luego", respondió Villares sobre la posibilidad de que Beiras sea uno de los tres portavoces orgánicos junto a dos mujeres, según el sistema planteado por la candidatura ganadora de las primarias.
Fuentes de En Marea niegan que la decisión de Beiras, de 80 años, esté tomada, si bien consideran lo más probable que entre en la coordinadora, lo que lo obligaría a dejar su puesto de portavoz de Anova a finales de marzo.
Villares aprovechó ayer para censurar los primeros 100 días del nuevo gobierno -la tercera mayoría absoluta consecutiva- de Alberto Núñez Feijóo en San Caetano, al que percibe "frustrado" por no haber podido desembarcar en la política de Madrid y a quien le afeó que no defendiese demandas gallegas como la transferencia de la Autopista del Atlántico o la construcción del AVE en el plazo prometido para plegarse al Ejecutivo de Mariano Rajoy.
En contraste, el portavoz parlamentario de En Marea celebró el primer semestre de vida del partido instrumental. "Ha sido muy ilusionantes y muy fructífero a la hora de toda la cohesión del espacio de confluencia", declaró, a pesar de que la dirección no ha concretado su cúpula un mes después de su toma de posesión. "En breve se desbloqueará", añaden fuentes del partido. Sobre la mesa se encuentra la convocatoria de un Consello das Mareas para la próxima semana, aún sin confirmar.
Villares también dejó en manos de las bases optar de nuevo a la Xunta como candidato del partido en 2020 tras la petición en ese sentido del diputado rupturista Antón Sánchez el domingo pasado.
