Una mujer inteligente, con un cociente intelectual superior a la media, emocionalmente inestable, proclive a la depresión, aprensiva, ansiosa, con "picos de ansiedad", rasgos "obsesivos-compulsivos", problemas de "control de sus emociones" y "quejas somáticas". Así resultó la prueba de personalidad que los psicólogos forenses hicieron a Rosario Porto en la instrucción del caso por la muerte de su hija, fallecida por asfixia tras la ingestión de casi un treintena de pastillas de Orfidal, un tratamiento recetado a la madre.

La propia Porto, que creció en el seno de una familia acomodada en Santiago, acostumbrada a que no le faltase nada, relató a los psicólogos forenses que la entrevistaron 5 episodios de depresión a lo largo de su vida, aunque en la causa sólo se pudo aportar documentación de los dos últimos trastornos depresivos.

A los 21 años

El primero episodio data en 1990, con 21 años, cuando Porto, que se licenció en Derecho, estaba estudiando en París. Entonces hubo "un intento de autoeliminación".

En 2008, hubo otro intento de suicidio por ingestión de fármacos. En 2009, estuvo ingresada durante unos días en un centro psiquiátrico privado en Santiago, pero pidió ella el alta voluntaria, aunque en la clínica se le consideró "una paciente de riesgo" y se señaló que su depresión era "preocupante".

A finales del verano de 2013, Porto, que ya estaba separada de Basterra y cuyos padres habían fallecido, volvió a ser tratada por una depresión. La psicóloga que la atendió en 2009 y que declaró durante el juicio aseguró que entonces presentó "un estado de ansiedad, angustia, tristeza y deseos de morir".