Tendidos de electricidad en la central térmica de As Pontes // Fran Martínez

La tregua que llega en los precios de la luz no amortigua la carga que el recibo de enero tendrá para el bolsillo del ciudadano. De media, cada familia pagará unos 81,22 euros, frente a los 62,9 euros de enero de 2016, según la estimación realizada por la agencia Europa Press a través del simulador que tiene la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC). Con pequeñas variaciones, el cálculo de la asociación de consumidores Facua ronda las mismas diferencias. Unos 87,8 euros, la factura más alta de la historia en España, sin contar con el importe desembolsado entre enero y marzo de 2012 por los recargos aplicados por las empresas del sector para aplicar una sentencia del Tribunal Supremo y que elevaron el recibo inicial de 74 euros hasta los 88,6.

Son los efectos del "tarifazo" del primer mes de este año que desde el Gobierno achacaron a las bajas precipitaciones y la necesidad de mandar más electricidad a Francia, que tenía cinco de sus centrales nucleares paradas por cuestiones técnicas.

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La ola de frío de enero ha provocado algo absolutamente inédito en los últimos años. Que crezca la demanda con fuerza. Red Eléctrica de España (REE), la transportista del sistema, confirmaba ayer que el consumo mensual se disparó un 7,4%. Si limpiamos el dato de los efectos de calendario y las temperaturas, el incremento fue del 5%. A falta de conocer la evolución individualizada por territorios, lo ocurrido en Galicia durante la crisis demuestra hasta qué punto la actividad económica influye en lo que tiramos de la luz. La comunidad acumula una caída en la demanda de electricidad del 5,5% desde 2011. Un porcentaje muy similar a la caída del Producto Interior Bruto (PIB). Ambos son un buen termómetro del comportamiento de la actividad. Del pasado 2016 únicamente hay datos hasta agosto, con otro descenso del 0,8%.

Evolución del consumo de electricidad en Galicia

Evolución del consumo de electricidad en Galicia

Evolución del consumo de electricidad en Galicia. // Fuente: Red Eléctrica de España - Edición: B. Bravo

El desglose de la demanda de este pasado enero evidencia, sin embargo, que la ausencia de lluvias y su impacto en la producción hidroeléctrica no tanta culpa como señala el Gobierno. Al menos, no toda la que se le intentó dar. De los embalses españoles salieron un total de 2.331 GWh. Más que en diciembre, cuando la producción hidroeléctrica se situó en 2.057. Concretamente, un 13% más. El crecimiento supera de largo el alza de la demanda. Lo mismo sucedió con los parques eólicos, que asumieron el 20% de todo el consumo (casi 4.800 GWh) después de aumentar su producción un 77% respecto a diciembre (2.700).

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Así que todo apunta que las principales razones del vértigo con el que subieron los precios en el mercado mayorista es el apagado de las nucleares francesas y la propia dinámica de fijación de precios. Un método marginalista. ¿Qué significa esto? Que el precio sale de la última tecnología en entrar en el mercado para vender electricidad hasta alcanzar la previsión del consumo.

Las renovables tienen prioridad y son más baratas. Si generan menos, van entrando el resto de ofertas de térmicas, nucleares y gas -que, según el Ejecutivo, estaban en mínimos-, o, como ocurre en Francia, el fuel, con unos precios mucho más caros.

Galicia es una de las comunidades más fuertes en producción eléctrica en España. Tiene el 10% de toda la potencia instalada, casi 11.944 megavatios (MW), y produce más del 11% del total nacional. En 2015 alcanzó los 29.674 gigavatios hora (GWh). Un tercio de su generación alimenta las necesidades energéticas de autonomías vecinas y del norte de Portugal. Hay dos claves para entender la posición de Galicia en el sistema eléctrico. Que aquí esté la principal central térmica del país -el complejo de carbón de As Pontes suma 1.469 MW de potencia- y la gran capacidad de embalses y eólica para aprovechar los recursos naturales.

Eso es lo que le ha permitido a Galicia posicionarse siempre como una referencia para el sistema eléctrico, que funciona de una forma muy parecida a los vasos comunicantes: por los tendidos tiene que circulan siempre tanta electricidad como la que se consume. De lo contrario, se produciría un colapso y llegarían los temidos apagones. Lo es, como un territorio regulador de las necesidades de energía que en cada momento se necesiten, por la diversificación de su mix de generación y por todo lo que sobra después de cubrir el consumo de los hogares y las industrias aquí.

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El agua y el viento, a los que hasta el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se encomienda para aligerar el recibo, sustentan el sistema eléctrico gallego. Son su principal baza en la apuesta por las renovables. Entre 2010 y 2015, según las estadísticas de REE, solo hubo un ejercicio en el que la electricidad procedente de fuentes limpias no superó en la comunidad la mitad de toda la producción. Fue en 2012. Un año considerado seco, según Meteogalicia. La actividad en las centrales hidroeléctricas gallegas se desplomó más de un 25%. Y, precisamente, ese año, 2012, como recoge Facua en su análisis de precios, es el otro periodo con el recibo más alto de los últimos años.

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Con los datos del Ministerio de Energía sobre el número de clientes que existen en cada comunidad y la facturación total de las empresas comercializadoras, Galicia se sitúa entre las regiones en las que el recibo medio es más bajo. Fueron 87 euros en 2014, las últimas cifras oficiales publicadas. Justo por detrás del cómputo estatal, que se situó en algo más de 88 euros. A la cabeza del gasto medio están Navarra y País Vasco, con 111,6 euros y 109,6 euros, respectivamente, mientras que en Castilla y León baja a los 70,1 euros y a los 67 en Extremadura. Ojo. Se trata de recibos medios que tienen en cuenta todo tipo de clientes, incluidas las empresas. Así, la factura en aquellos que entonces tenían el bono social en Galicia baja a poco más de 25 euros al mes; a 46,8 euros en el Precio Voluntario del Pequeño Consumidor (PVPC) con o sin discriminación horaria hasta 10 KW; y 42,7 en el caso de aquellos que están en el mercado libre.

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La puesta en marcha el pasado martes de la nueva central hidroeléctrica San Pedro II de Iberdrola en la cuenca ourensana del Sil es ejemplo de mucho en el sistema eléctrico gallego. De la importancia del aprovechamiento del agua como fuente energética. Los 500 MW que alcanza tras la ampliación permitirán a la central dar luz al equivalente a 320.000 hogares. El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, aprovechó la ocasión para incidir en la importancia de invertir en el sector para "paliar los efectos precios" del servicio y en la prioridad que para su Ejecutivo tienen las fuentes renovables.

La posibilidad de aumentar las plantas hidroeléctricas en Galicia parece escasa ante el veto de los planes hidrológicos de las dos cuencas - tanto la de la Costa, que gestiona la Xunta, como la del Miño-Sil, en manos del Gobierno central- a nuevas centrales. El otro gran recurso es el viento, con más de 2.000 MW pendientes de construir del concurso eólico y de planes anteriores, que se remontan incluso a la etapa de Manuel Fraga en San Caetano, y a los que solo les queda la pequeña esperanza de arañar parte de la retribución específica que el Ministerio de la Energía subastará próximamente después de la desaparición del sistema de primas que se pagaban a las renovables.