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Una caja símbolo de casi todo

Novacaixa fue la fusión más politizada, ejemplo de las idas y venidas de la reforma financiera y de responsabilidades evadidas

Carteles de las antiguas cajas gallegas

En esa plaza paralela de debate en la que casi siempre se convierte la red social Twitter, Novacaixagalicia fue el pasado lunes TT. Trending Topic. Uno de los asuntos más comentados por los usuarios después de que transcendiera la orden de prisión para los cuatro ex altos cargos juzgados por sus prejubilaciones y el abogado externo que los asesoró. La reestructuración financiera y el escándalo de las multimillonarias ayudas públicas al sector tenía ya el primer caso de banqueros entre rejas. El escarnio mediático que muchos reclamaban, a pesar de que oportunidades no faltaron antes. El paso de Miguel Blesa, el todopoderoso director general de Caja Madrid, colocado por el expresidente José María Aznar, fue fugaz. Los altos cargos prejubilados de Caixa Penedés, con 28 millones, quedaron libres. Y los responsables de la CAM, la entidad que, según el Banco de España, era "lo peor de lo peor", ni siquiera todavía fueron juzgados. Pero a Novacaixagalicia le va en la historia ser posible ejemplo de muchas cosas y usada como ejemplarizante en otras.

De la politización del sector. La unión de Caixanova y Caixa Galicia fue un empeño personal del presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, de su entonces conselleira de Facenda, Marta Fernández Currás. No sería por las críticas internas de su partido. El hoy ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, clamaba públicamente en contra de la politización de las entidades y de la necesidad de que las uniones fueran entre cajas de diferentes regiones. Por no gustar, el proyecto ni le hacía gracia a Mariano Rajoy. También lo reconoció abiertamente. Pero la fusión de las cajas gallegas se convirtió en moneda de cambio para que los populares respaldasen la reestructuración impulsada por el Gobierno socialista tras la reunión entre Zapatero y el propio Rajoy.

De la falta de rigor en los cálculos. La fusión no daba. Caixanova se resistió hasta el último momento porque era consciente de la quiebra de Caixa Galicia. Algo que la Xunta se negó a admitir nunca a pesar de la contundencia de los informes de inspección que dictaminaron "la inviabilidad en solitario" de la entidad dirigida por José Luis Méndez. En San Caetano defendían "la solvencia" del matrimonio de la mano de una presunta due diligence que realmente era, como publicó FARO en exclusiva, "un diagnóstico acelerado de la fusión". Ni siquiera se analizaron alternativas posibles. El estudio apelaba además a que Caixanova absorbiera Caixa Galicia porque su lastre del ladrillo era 6,5 veces mayor.

Del papel de las instituciones y la ausencia de responsabilidades. "Hay partido", trasladaron desde la cúpula del Banco de España a los directivos de Caixanova cuando les instaron a pactar la fusión pese a las evidentes debilidades que arrastraba por el lastre inmobiliario de Caixa Galicia: 2.000 millones de saneamiento y otros 800 pendientes de los que informó el supervisor después de que naciera Novacaixagalicia. Cuando el proyecto estalló por los aires, la Xunta se agarró a que el Banco de España había bendecido la unión. El organismo replicó que no había alternativa dada la voluntad de Feijóo de vetar otra operación.

De la improvisación en la reforma financiera. A pesar del agujero de Caixa Galicia, la entidad única salió como fusión de negocios y al amparo de ayudas para entidades viables del FROB1. La primera inyección alcanzó 1.162 millones de euros para saneamiento y el pago de más de 300 millones en el retiro de los 1.300 trabajadores de más de 55 años que se fueron. Novacaixagalicia arrancó con el capital en mínimos para limpiar todo lo posible. Y a los pocos meses el Gobierno socialista sacó el decreto que obligaba a disparar sus recursos propios y convertirse en banco. Ahí llegó el segundo manguerazo, de 2.400 millones y su nacionalización. Los dos decretos Guindos para cubrir los activos inmobiliarios y así disipar las eternas dudas sobre el conjunto del sector le abocaron definitivamente a la tercera ayuda, con el rescate europeo, de 5.425 millones.

Del relato judicial y las diferencias con la historia. La acusación de Anticorrupción y la condena de la Audiencia Nacional a los cuatro directivos se basa en que "urdieron" un plan para mejorar sus contratos y que antes de la fusión preparaban su salida. No valió de nada que en el juicio hasta los peritos del Banco de España, Hacienda y la Dirección General de Pensiones dejaran entrever que no había tantos cambios en las condiciones laborales como mantenía Fiscalía; ni que José María Castellano, presidente de NCG, insistiera una vez más en que los altos cargos se fueron porque él los echó y que el pago de las prejubilaciones era totalmente legal. El juez Guevara lo resumía durante el juicio a los directivos en uno de sus numerosos enfrentamientos con las dos fiscales para zanjar cuestiones de moralidad: "La pregunta es -dijo- si había o no derecho a cobrar".

De la impunidad para otros. Al margen del papel desempeñado por la Xunta o el Banco de España, hay un tercer gran ausente en las explicaciones sobre lo ocurrido. El ex director general de Caixa Galicia. José Luis Méndez se jubiló un par de meses antes de que naciera Novacaixagalicia con 18 millones de euros en el bolsillo. El intento de judicializarlo quedó en el aire porque "la mala gestión" no se penaliza. Algo que choca contra el delito de "administración desleal" por el que fueron condenados el resto y por la abultada lista de operaciones con dudas de irregularidad que denunció el FROB -especialmente Astroc, más de 300 millones enterrados- y la CIG y el Bloque (la compra de activos de la caja por parte de la mujer de Méndez). Nada se supo.

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