Doblemente golpeados. Los jóvenes tienen cada vez un menor peso en la población, lo que, además de poner en riesgo el relevo generacional, les resta capacidad de influencia. Además deben vérselas con una tasa de paro superior a la general tras una crisis que se lo ha puesto si cabe todavía un poco más difícil para independizarse y formar su propio hogar. Así lo demuestra al menos que en 2015 el 63,85 por ciento de los jóvenes gallegos de entre 18 y 34 años viva bajo el mismo techo que sus progenitores, un porcentaje un 7% superior al de 2008, aunque solo 2,6 puntos mayor que un año atrás. De hecho, oscila cada ejercicio y en 2014 (61,26%) incluso se redujo con respecto a 2013 (62 por ciento).

Los datos, difundidos ayer por el Instituto Galego de Estatística, muestran que en cifras absolutas el colectivo se ha reducido por la caída de la población y por quienes hicieron las maletas para irse al extranjero, aunque en la actualidad forma todavía un contingente de casi 295.000 jóvenes. El porcentaje de los chicos no emancipados en los últimos siete años se incrementó sobre todo debido al aumento del grupo de 25 a 34 años, una edad prudente para acceder al mercado laboral entre los que, por ejemplo, cursan estudios superiores.

Las condiciones económicas de quienes conviven con sus progenitores dan fe de las dificultades para poner el pie fuera de casa: el 42,2% ingresa de máximo mil euros mensuales y solo un 11% -la mitad que antes de la crisis- supera esta cantidad. La inmensa mayoría, un 46 por ciento -lo que supone un 64 por ciento más que hace siete años-, confiesa tener los bolsillos vacíos.

A la precariedad económica en este colectivo apunta también el que la tasa de riesgo de pobreza en este grupo en la comunidad se haya duplicado en los últimos siete años, al pasar de un 9,33% en 2008 a casi un 19,8 en 2015, según el IGE. Aunque entre la población general la tasa de pobreza también registró un aumento del 22% en ese período, hasta rozar casi el 17%, el riesgo entre los jóvenes está casi tres puntos por encima. Con todo, el porcentaje de 2015 sería similar al de 2013 y al de 2014, lo que indica que lo más grave se dio al principio.

Los datos facilitados por el organismo estadístico gallego también permiten constatar que si independizarse para emprender una vida propia parece un lujo cada vez al alcance de menos jóvenes, cuando consiguen la hazaña de formar un hogar propio prácticamente en uno de cada tres casos (el 29%) tiene que apañárselas con ingresos de hasta mil euros al mes. Es más, el porcentaje de hogares formados por menores de 35 años que declara un máximo de mil euros mensuales de ingresos se elevó un 85% en los años de crisis, mientras que se reducen los situados en rentas superiores.

Aun así, los hogares formados por menores de 35 años no abundan. Si en 2008 eran uno de cada diez, ahora no llegan ni al 6%. Por el contrario, los compuestos por gallegos de 65 o más años son casi cuatro veces más, un 22, 25%.

Además, esas familias de jóvenes muchas veces constan de un único miembro. Así, los hogares unipersonales representan el 28 por ciento de los formados por menores de 35. En 2008 el porcentaje ascendía al 21 por ciento, lo que supone que en siete años la cifra de quienes viven solos en estas edades creció un 34 por ciento.

No son una excepción. También entre los mayores menudean quienes afrontan la jubilación en soledad, hasta el punto de que el 51 por ciento de los hogares conformados por gallegos de 65 o más años tienen un único habitante, un porcentaje bastante similar al de 2008, cuando ascendían al 54%.

Y la población en general tampoco se libra. En 2008 las viviendas con un único residente representaban el 19,81 por ciento del total. Siete años después, a finales de 2015, que son los datos que facilita el IGE, ya suponen el 21,66 por ciento.