La mitad de las castañas que se producen en España proceden de los soutos gallegos, un negocio que en la comunidad factura al año 30 millones de euros. Más de 10.000 propietarios recolectan cada otoño este producto y de los 20 millones de kilos que se han recogido este año el 90% se exportará a más de 40 países. La castaña se ha convertido en un producto indispensable en la alta cocina y las tiendas gourmet y se puede adquirir en conserva y como materia prima para purés, postres o licores. Por eso, la Indicación Xeográfica Protexida (IXP) Castaña de Galicia busca la profesionalización de este sector que en la comunidad cuenta con 30 empresas comercializadoras y cuatro industrias. Y para lograrlo apuestan por reducir las 70 variedades de castaña que existen a las nueve que tienen más demanda. Son esas nueve -amarelante, famosa, garrida, longal, de parede, ventura, negral, picona y rapada- precisamente las que la Xunta incluye en las subvenciones de este año destinadas a nuevas plantaciones de castaño de fruto.

La Consellería de Medio Rural invertirá 2,6 millones en ayudas de entre 300 y 2.200 euros por hectárea en una superficie de entre 1.000 y 1.200 hectáreas. La orden incluye el castaño tradicional, el híbrido y los portainjertos. Pero desde los viveros gallegos ya advierten de que para proveer a esa extensión se necesitan unos 100.000 árboles, cantidad que ven "irreal" e "inviable" por las dificultades de conseguir la planta en plazo debido al largo proceso que exigen los injertos.

La presidenta de la asociación Viveiros Forestales de Galicia (Vifoga), Inma López, explica que, por ejemplo, en la franja atlántica como el castaño tradicional (castanea sativa) no es resistente al hongo tinta hay que optar por especies híbridas que no se pueden reproducir por semilla y requieren otros métodos -acodo, estaquillado o cultivo in vitro- que requieren por lo menos cuatro años para tener cepas en tierra y tener una planta madre y otros cuatro para hacer el injerto. Por eso, cuestiona la falta de planificación de la Xunta y que no se haya tenido en cuenta a los viveros para que pudiesen surtirse de las plantas injertadas que subvenciona Medio Rural. "Llega un punto que aunque nos pidan más no tenemos porque el injerto es un proceso lento y debemos saber con tiempo la cantidad necesaria de material para implantar en las cepas vacías", añade.

Para realizar el injerto es necesario obtener púas de ramas de un año de la parte media de un árbol maduro y sano. Y esas púas deben estar inscritas en el registro de las variedades comerciales porque sino no podrán venderse dentro de unos años. López avisa de que los viveros gallegos temen que puedan tener problemas si la variedad que ellos producen no está registrada, debido a lo largo que resulta el proceso de injerto. La Xunta, a través del Centro de Investigación de Lourizán, ha registrado 16 variedades y prevé añadir otras siete, además de híbridos resistentes a la tinta y poliinjertos.

De las nueve variedades para las que hay ayudas de la Xunta a las nuevas plantaciones, todas están inscritas salvo la picona, por lo que desde Vifoga cuestionan que no se complementen los dos procesos y haya especies subvencionadas que aún no están en el registro. Tampoco comparten que se fomenten solo determinadas variedades "por simplificación", por ser más comerciales y solo con el objetivo de obtener una producción homogénea que facilite el trabajo de la industria, en detrimento de otras que podrían adaptarse mejor a la zona. López destaca que en los últimos año los propietarios optan por invertir en nuevas plantaciones de castaño de fruto y cada vez demandan más porque ven que es un sector rentable.