El "invierno demográfico" va mucho más allá del por sí gravísimo problema de una población menguante. Es una estocada muy dura a los ingresos públicos -menor consumo y menos cotizaciones sociales, con lo que eso supone para la recaudación fiscal-, precisamente en un momento en el que las administraciones tienen que gastar más para cubrir los sobrecostes del envejecimiento. Y es también una amenaza difícil de esquivar en la capacidad de un territorio para generar riqueza. Por eso las evidencias durante la doble recesión de que a Galicia le faltaban motores para tirar del crecimiento sacaron del letargo el debate sobre qué hacer para darle la vuelta a la pérdida de habitantes. Hoy es un asunto clave de la agenda política y probablemente no hay mejor aviso sobre las consecuencia que el que lanzó la propia Xunta en la memoria de sus presupuestos. El declive demográfico nos lleva a ser "un país de escasa relevancia y actividad económica". La mayoría de expertos coinciden en que es el principal quebradero económico de la comunidad. Sin que a medio plazo se vislumbre una tregua. Durante la próxima década, hasta 2029, Galicia perderá casi 190.000 activos. Personas en edad de trabajar y que están en disposición de hacerlo.

Sin duda, un síntoma de la mala salud de la pirámide de población gallega, pero también del mercado laboral, que se queda sin mano de obra que garantice el relevo generacional, la productividad de la economía autonómica y recursos para las arcas del sector público. Las proyecciones publicadas ayer por el Instituto Nacional de Estadística (INE) estiman que dentro de 13 años en Galicia habrá solo 1.030.600 activos. Una cifra inédita en la historia reciente. Sin precedentes, al menos, desde 1977, hasta donde llega el informe. En estos momentos, este grupo de población, fundamental para la sostenibilidad del sistema, supera los 1,2 millones.

¿Qué posibilidades hay de que se cumpla la evolución? El INE recuerda que se trata de una previsión y que es "imposible" adelantarse al comportamiento que tendrán algunos factores "cíclicos o accidentales" que puedan provocar alguna alteración, "como por ejemplo, la proporción de la población con nacionalidad extranjera o la de personas que se conviertan en inactivas por cursar estudios". Pero hay que tener en cuenta que el cálculo bebe de las tendencias laborales de los últimos años y del censo, que es información concreta y oficial. De echo, las otras proyecciones que elabora el INE sobre la población en general suelen acercarse casi como un guante a la realidad.

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Lo que viene sucediendo en estos últimos años es otra prueba más del camino al precipicio demográfico. En los últimos años, entre el tercer trimestre de 2008 y el mismo periodo del actual 2016, la comunidad pasó de contar con 1,326 millones de vecinos de más de 16 años en disposición de ocupar un puesto de trabajo a 1,264. Es decir, un descenso superior a los 62.000, según la Encuesta de Población Activa (EPA). Hubo trimestres con pequeños ascensos, como los dos últimos, en los que se sumaron 9.200 activos, pero la tendencia es un descenso claro. Hasta el punto de que la caída en las tasas de paro que maneja la Xunta en sus cuadros macroeconómicos tiene parte de su explicación, y expresamente así aparece, a la pérdida de mano de obra.

En el conjunto del Estado, la disminución de población activa hasta 2029 alcanza el 7,6%. Galicia duplica el recorte: un 15,3%. Es la segunda mayor bajada en personas en edad de trabajar junto con Castilla y León (un 15,3% también) y por detrás de Asturias (17,4%). Muy cerca está el País Vasco, donde la caída será, según las proyecciones del INE, del 15%. De un 13% en Cantabria y un 11% en La Rioja. El mapa del adelgazamiento de la población en estas franjas de edad, las más jóvenes, a causa de la baja natalidad y el progresivo envejecimiento, muestra con claridad que es un problema especialmente acuciante en el norte y noroeste del país.

Las zonas en las que el desempleo se disparó menos estos últimos años, gracias a que también hay menos activos. En cambio, el centro del Estado, los principales destinos turísticos y las autonomías que acogieron a más cantidad de emigración en los años de vacas gordas presentan descensos muy por debajo de la media. Un 5,1% en Andalucía; un 4,7% en Castilla-La Mancha; un 3,8% en Madrid; un 3% en Canarias; un 2,4% en Murcia; y únicamente un 0,7% en Baleares.