En un deslucido día aguado por una lluvia persistente, Alberto Núñez Feijóo entró en la Plaza do Obradoiro de Santiago como presidente de la Xunta por tercera vez. Allí ante una marea de paraguas explicó por qué ha recuperado el acto festivo, con gaiteiros incluidos, que suspendió en 2012 en plena recesión económica. "Es un honor llegar a esta plaza para decir que seré el último gallego en servir a los gallegos", proclamó. Y añadió: "porque hay que mojarse por Galicia".

En la Plaza do Obradoiro centró su discurso en un mensaje a la unidad. Tras apelar a sus orígenes, Os Peares, un pueblo atravesado por varios ríos, explicó que "de niño aprendió que los puentes son un elemento cosustancial al paisaje de Galicia". "Los puentes humanos y políticos son imprescindibles para hacer un país".

"Galicia con caminos y puentes. Los gallegos salvan distancias que parecían inexpugnables para unirse y juntarse", destacó.

Y por eso, en una alusión a la oposición, aseguró que "no hay razones para que unos digan que no sienten como suyo a un presidente". "Galicia somos todos", proclamó.

Y a pesar de que éste es su tercer mandato, Feijóo quiso dejar claro que sigue siendo "un discípulo" y que no se olvida de "los gallegos que sufren una vida precaria o dependiente, los maltratados, los que están fuera contra su voluntad, los emigrantes y los inmigrantes que llegan buscando la dignidad".

Antes de que sonara el himno gallego en el Obradoiro, se salió del discurso escrito para agradecer de nuevo la presencia del presidente del Gobierno y líder de su partido, Mariano Rajoy. "Estamos orgullosos", le dijo. Y finalizó su intervención volviendo a la lluvia: "Mientras en Galicia haya agua, habrá vida y mientras haya vida, habrá un gallego reivindicando a Galicia".

Después Feijóo se bajó del estrado y, a pesar de las inclemencias meteorológicas, abrazó, besó y se hizo selfies con los gallegos que allí se congregaron de público hasta que la plaza quedó prácticamente vacía.