Una impugnación total al modelo político y económico del PP, causante de un "país más pobre e injusto"; una oposición en el Parlamento, pero también "en la calle"; y un cambio de estilo desde los excesos de Xosé Manuel Beiras, pero un mensaje continuista sobre la necesidad de romper con el actual statu quo para lograr "unas condiciones de vida dignas para la gente de lo común". Estos fueron los ejes vertebradores del debut en una sesión de investidura del exmagistrado Luís Villares como portavoz de En Marea, el partido instrumental que supone un paso más en la transformación continua de la izquierda rupturista, y líder de la oposición, con los mismos 14 escaños que el PSdeG, pero más votos.

Villares enfrentó la sesión con un doble propósito: ganar confianza y fajarse en el combate parlamentario, cimentando el liderazgo orgánico que asumirá en dos meses, y destacar como fuerza referencial de la oposición. Su discurso resultó un lógico compendio de la campaña electoral, estructurado en torno a la crítica sin matices al balance de siete años de Feijóo al frente de San Caetano y a la presentación de su combate político, defendiendo la herencia de AGE y la gestión de las mareas municipales, también "en la calle". "Somos más pobres", resumió Villares sobre el legado de Feijóo. "Hoy hay 98.300 ocupados menos que en 2009", añadió, en contra del balance positivo en empleo que muestra el presidente de la Xunta electo centrándose en el porcentaje de paro. "La destrucción de empleo multiplica casi por tres la media del Estado", percutió tras matizar que la promesa de crear 80.000 empleos del líder del PP supondría regresar a niveles de 2009. "¿Tres legislaturas para volver ahí?", cuestionó antes de negar que la crisis económica haya terminado y recordar que 207.000 personas carecen de empleo, Galicia cuenta con las pensiones más bajas y la desigualdad resulta endémica. "Una gallega tiene que trabajar 55 días más al año que un hombre para ganar lo mismo", se llevó las manos a la cabeza. No se olvidó de sacar a colación la imputación de dos cargos del Sergas por negar medicamentos a enfermos de hepatitis C. "Uno de ellos, Félix Rubial, sigue al frente de la gerencia del hospital de Vigo", recordó.

En lo propositivo, Villares defendió desarrollar el Estatuto de Autonomía al máximo y recuperar la AP-9; exigir una nueva financiación autonómica; situar el gallego como pilar central de la política educativa y derogar el decreto del plurilingüismo; medidas contra la corrupción como un registro de lobbies; el rescate de servicios como el hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo -denunció que "Povisa incremente su negocio mientras continúan traslados a la concertada con alas enteras del Meixoeiro que suman más de un año de cierre-; eliminar copagos; y fijar un decreto de garantías sociales mínimas.

La voz de En Marea dejó su puesto de magistrado del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia en verano para ser cabeza de cartel del partido nutrido por las mareas locales, Anova, Esquerda Unida y Podemos. Ayer se refirió a la génesis del autoproclamado rupturismo y explicó su visión de las elecciones autonómicas, en que el PP repitió sus 41 diputados. "Tienen ustedes legitimidad electoral para gobernar, por supuesto, pero el país es más plural que la pretendida equiparación entre su persona [Feijóo] y Galicia, como hizo anteayer, como si fuese el mismísimo Rey Sol", esgrimió. "Su mayoría electoral no es un cheque en blanco ni una tarjeta black", añadió en un alegato al que luego replicó Feijóo recriminándole considerar solo "acertados" a sus votantes y "equivocados" al resto. "Eso no se puede decir, aunque le pidan que lo diga", acotó para hurgar en las rencillas internas de En Marea.

Tiene ante sí Villares, que defendió el derecho a decidir de las comunidades, el reto de ser líder incontestable del nuevo partido y relevar a un tótem rupturista como Beiras. El tono cambia; el discurso, no.