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Jardines que también se pueden comer

En Galicia se contabilizan más de 1.300 parcelas de huertos urbanos y ocupan casi 75.000 metros cuadrados

Los ayuntamientos se emulan unos a otros tras comprobar que los vecinos le han cogido gusto a agarrar el sacho y elaborar su propio compost y cada día elevan la extensión que dedican a los huertos urbanos. En Galicia, las parcelas verdes que se atreven a rivalizar con el cemento superan ya las 1.330, según la cifra recopilada por Gregorio Ballesteros, de la consultora GEA 21, y suponen el 6,6% de las más de 20.000 que se contabilizan en todo el país. Casi cuatro mil gallegos, si se calculan tres personas por terreno, según este experto, labrarían estas leiras urbanas en una comunidad en la que irónicamente el número de personas que trabajan en el sector agroganadero se redujo un 35% desde que la crisis empezó a mostrar sus dientes, en 2009.

Trabajos en una huerta urbana // Eva González

Una década antes, cuando el temor era el efecto 2000 y no la crisis, la presencia en España de estas zonas era testimonial: el sociólogo menciona unos mil huertos en toda la geografía que ocupaban algo menos de 15 hectáreas, cifra que se ha multiplicado por catorce, hasta las 220 hectáreas, cinco veces la superficie del Vaticano. El 3,4% del total (7,5 hectáreas) pueden presumir de proveer de productos con denominación de origen gallega, aunque Galicia se queda en una posición intermedia entre las autonomías en terrenos y metros para estas iniciativas. El dato da una media para Galicia de 56 metros cuadrados por parcela, la mitad de la superficie que tocaría en Andalucía.

En ese recuento no se incluirían, aclara Ballesteros, los espacios hortofrutícolas en los colegios, porque la comunidad educativa también empieza a notar las bondades pedagógicas de esta práctica. Y con buenos resultados, como demuestra que "O horto de Tontón", de la escuela infantil O Areal, en Santa Cristina de Ramallosa, Pontevedra, mereciese el máximo reconocimiento en educación infantil en la convocatoria nacional anual de Huertos Educativos Ecológicos que se otorga a proyectos en la enseñanza que destacan por usar el huerto como "herramienta de transmisión de conocimientos y valores".

Alumnos del CEIP Figueiroa, junto a su huerta // Bernabé/ Javier

¿Por qué durante estos años los huertos urbanos se pusieron de moda? Ballesteros señala que el fenómeno empezó a extenderse en 2007 pero que fue a partir de 2010-2011 cuando ese crecimiento se incrementa y desde 2012 "se intensifica de forma significativa". En ese contexto, señala que se percibe "claramente" que la crisis actúa como "impulso". Y no es la primera vez. En el arranque de este fenómeno están las crisis económicas, bélicas o ambientales. Así, señala que ya en el XIX, cuando las ciudades empezaron a recibir emigrados del campo para el proceso de industrialización, surgieron los huertos urbanos para aliviar unas condiciones de vida "precarias". Luego llegaron las guerras mundiales, en las que el alimento era "clave". Con todo, reconoce que en la actualidad hay más factores en juego. Por una parte que la sociedad está "cuestionando", explica, el actual sistema de alimentos, donde los productos recorren miles de kilómetros y llevan pesticidas: "Cada vez se valoran más los productos frescos y de cercanía".

Pero si del lado del público objetivo hay cierta predisposición, desde la parte de la oferta, también. Los mayores impulsores de los huertos urbanos son los concellos, incide Ballesteros, quien alega que en momentos de crisis como el actual, sin hay dinero para grandes fastos, poner parcelas a disposición de los vecinos no les supone un gran esfuerzo económico si disponen de terrenos. "Es una manera de demostrar actividad municipal", señala, y al tiempo "mejorar las condiciones de vida de muchos sectores, como jóvenes, parados o pensionistas".

Un huerto urbano en la comarca de O Morrazo // G.Núñez

Vigo es uno de los concellos que más ha tirado por el modelo agrourbanita: están disponibles 13.000 metros cuadrados solo en las huertas escuela de Navia, Pedro Alvarado, Fontáns, Sardomela y Camelias, lo que supone uno de cada seis de los que se ofertan en toda Galicia. Un total de 145 vigueses están anotados en los cursos, y los inscritos en los huertos rozan los 600. Previamente se formaron y tienen a su disposición un monitor que rota por las zonas y les asesora en sus labores agrícolas.

La concelleira de Medio Ambiente, Chus Lago, explica que el sacho engancha a vigueses de lo más variado: desde los urbanitas que parten de cero hasta quienes tenían huerta en casa pero nunca la trabajaron y no saben cómo hacerlo y busca aprender, pasando por los que, aún poseyendo tierras en la aldea, acuden para compartir su "experiencia". Vienen, añade, "de todos los estamentos": familias con niños, jóvenes, mayores... Si el Concello de Vigo pone las herramientas y las semillas, también persigue, explica Lago, la sostenibilidad. Por ello se busca que de un año para otro se guarden las semillas o apostar por productos autóctonos, de Galicia y del propio municipio, en pro de un consumo de productos de proximidad.

Y si el "objetivo medioambiental" era el punto de partida, los logros van más allá, cuenta, ya que los usuarios hacen ejercicio y están al aire libre. "Entran en una dinámica de vida saludable", sostiene. Además, "la gente que toca la tierra, los productos, acaba queriendo al medio ambiente, reciclando, respetando la naturaleza", añade, y la concienciación "es más efectiva que con charlas".

El Concello busca nuevas atracciones, como cursos de viticultura, de cocina saludable, introducción de charcas con anfibios..., aunque para muchos poder comer unos tomates cultivados por ellos mismos es ya razón más que suficiente para acudir.

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