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El tira y afloja del tabaco en los jóvenes

El porcentaje de gallegos de 16 a 24 años que quieren dejar de fumar se elevó un 31% en solo una década - Más de un 15% de la población de esa edad es consumidor diario

Jóvenes, fumando en un bar antes de la prohibición. // Rafa Estévez

La única manera de librarse de la tentación es ceder ante ella. Eso decía Oscar Wilde y así parecen considerarlo los jóvenes gallegos que pretenden nadar y guardar la ropa con el tabaco: no se resisten a darle unas caladas al cigarrillo, hasta el punto de aficionarse demasiado, pese a que por otra parte están deseando ya cortar por lo sano con su adicción a la nicotina. Así lo apunta el que en una década hayan aumentado un 31% los chicos de entre 16 y 24 años a los que les "gustaría" exiliar de su vida al cigarrillo mientras el porcentaje de usuarios de estas edades cae poco más de un punto respecto a una década atrás y se sitúa en el 22%.

Según las cifras del Sicri, el sistema de conductas de riesgo del Sergas, en una década el porcentaje de chicos de 16 a 24 años al que le gustaría dejar el tabaco ha pasado del 47,8% al 62,6% del año pasado. Y eso a pesar de que la cifra de quienes se confiesan fumadores diarios en este colectivo solo ha caído en seis puntos, para quedar en el año pasado en un 15,42%. Ese porcentaje es, además, inferior al de la población general que vive una relación crónica con el cigarrillo, que se eleva al 17,60%, y que también se ha visto reducido en dos puntos respecto a 2006. A estos, no obstante, se suman los usuarios ocasionales, que alcanzan un porcentaje del 6,7% entre los jóvenes.

Elisardo Becoña, catedrático de Psicología Clínica de la Universidade de Santiago y responsable de una unidad que lleva treinta años atendiendo por adicción al tabaco a miles de fumadores, asegura que los deseos de aparcar el cigarrillo van en aumento, y no solo entre los jóvenes (dos terceras partes de los gallegos de más edad también quieren dejarlo), debido a "la presión social de los últimos años con la aparición de leyes y normas". "Se desnormativiza el consumo de tabaco a nivel social", alega. Y explica: antes podía fumarse en todos los sitios y ahora no, y lo que "antes se veía normal, ahora se ve que no es adecuado ni normal".

Esa evolución se produce además en un contexto de mensajes negativos sobre las consecuencias del vicio, pero la información, recalca Becoña, no produce por sí sola un cambio de conducta. "Es necesaria, pero no suficiente", recalca, para añadir que "los efectos del tabaco sobre la salud son los mismos de hace 30 años", solo que ahora se "atiende más" a los efectos negativos, que antes quedaban difuminados por las campañas de marketing en sentido contrario de las marcas.

Pese a todo ello, los jóvenes siguen enganchándose al tabaco. Y la explicación, apunta Becoña, es la de siempre: en la adolescencia "se quiere descubrir el mundo". Aparte, el tabaco les mejora el ánimo, les reduce la ansiedad y les permite interaccionar mejor con otros, explica. "De ese modo, si hay acceso al tabaco, hay consumo. Por eso es importante reducir los puntos de acceso", subraya. Una de las medidas eficaces en otros países, dice, es subir el precio de la cajetilla, aunque tampoco olvida, como todos los especialistas en adicciones, que lo mejor es invertir en prevención y hacerlo ya desde el colegio.

Los chicos, según la encuesta, no solo estarían encantados de dejarlo, sino que ya lo intentaron. Un 22,4% de los fumadores de este colectivo hizo el esfuerzo una vez (es el grupo de edad con un porcentaje más elevado de un intento) y un 12,6% reconoce que probó dos veces o más. Entre los jóvenes que al final lograron darle esquinazo al tabaco (se declara exfumador un 11 %, dos puntos menos que en 2006) la media de años sin fumar es de 1,86.

Con todo, no es el perfil que más acude a programas para dejar de fumar como el que dirige Becoña. El grupo mayoritario, indica, es del de 30 a 50 años, por la influencia del tabaco en su salud. Los jóvenes, dice, aún no notan eso, sino que solo un grave problema físico (como asma) o un "conflicto" familiar con sus padres los conducen a estos programas.

El ocio juvenil sigue envuelto en humo

  • El Sergas dedica en su estudio un capítulo a la exposición al humo ambiental del tabaco, que define como "el carcinógeno ambiental más extendido". La evolución de sus informes desde 2005 da fe del cambio histórico que implicó la normativa antitabaco de 2011. En 2005 el 96% de los gallegos de 16 a 74 años aseguraba estar expuesto, bien a diario o bien de forma ocasional, sobre todo en los locales de ocio (93%). Cuando en 2011 entró en vigor la norma que suprimía totalmente el tabaco en cualquier lugar de uso público (con excepciones contadas), el resultado fue que una cuarta parte de la población seguía expuesta, pero en casa (en uno de cada cinco casos).No obstante, el Sicri de 2015, que mantiene que un 30% de la población está expuesta a los malos humos de los cigarrillos, señala al hogar en un 18% de los casos, al ocio, en un 15%, y al trabajo, en un 11%, aunque estos dos últimos supuestamente son contextos de los que la ley exilió al tabaco. Si se analiza solo el colectivo de 16 a 24 años, todos los porcentajes se elevan: un 63% afirma estar expuesto: un 34% apunta a casa, un 18% al trabajo y hasta un 36% (más del doble que la población general), a los lugares donde disfruta del ocio.

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