Muy pocas construcciones quedarán sin registrar por el Catastro con el plan extraordinario iniciado a mediados de 2013 para descubrir todos aquellos bienes inmuebles de nueva planta, ampliaciones o incluso cambios de uso que no aparecían en sus bases de datos. Con noventa concellos rastreados por los inspectores ya se han destapado 106.000 bienes ocultos. Pero esta inscripción detallada de las edificaciones levantadas en suelo urbano contrasta con la situación en la que se encuentra el monte gallego, donde la anotación de las propiedades en el Catastro con sus dimensiones, ubicación y propietarios correctos es casi la excepción. El 80% de las parcelas que componen la superficie forestal de la provincia de Pontevedra están mal identificadas, según los cálculos de la Asociación Forestal de Galicia (AFG), que considera que este porcentaje se puede extender al resto de Galicia.
La razón es que la actualización catastral del monte prácticamente no existe. La anotación de las propiedades y sus deslindes se han realizado en base a fotografías aéreas que carecen de exactitud porque desde el cielo, debido precisamente a los árboles, resulta tremendamente complejo no solo determinar los límites de cada finca y sus dimensiones, sino también anotarlas con sus respectivas coordenadas geográficas.
En el caso de Pontevedra, estas inscripciones erróneas afectan al 80% de sus 220.000 hectáreas de superficie forestal, de las cuales 130.000 hectáreas son propiedad de 650 comunidades de montes y el resto, otras 90.000 hectáreas, de entre 75.000 y 90.000 dueños particulares, según cuenta el ingeniero técnico forestal de AFG Julio Ruiz. "La confusión es abismal", asegura.
Esta situación lleva años sin cambiar y no parece que se vaya a corregir a medio plazo, dado que el coste de la actualización sería inmenso para el Catastro y la tramitación administrativa para corregir los errores, descomunal.
Las comunidades de montes y los propietarios particulares se encuentran con este problema a diario, sostiene Julio Ruiz. No solo para solicitar subvenciones públicas destinadas a la explotación forestal, dado que se tienen que georreferenciar las propiedades ante la Administración, sino en todas las operaciones de compra-venta, herencias, transmisiones o permutas. A que el Catastro está muy lejos de resultar fiable se une que en el rural gallego los documentos de propiedad del monte son muy precarios, sin apenas escrituras públicas y que todo se basa, a la hora de hacer los acuerdos, en el recuerdo visual de los deslindes y las partijas de herencias, lo que contribuye a prolongar la falta de fiabilidad de los registros catastrales.
"Es un problema cada vez mayor. Apenas hay seguridad jurídica porque todas las escrituras se tienen que georreferenciar en el Catastro, que en un 80% están mal inscritas", sostiene el ingeniero técnico forestal.
Pero es una situación con la que han aprendido a convivir los gallegos, entre otras razones, apunta Julio Ruiz, por la pérdida de interés por explotar el monte, la despoblación del rural y el que muchas propiedades no tengan demasiado valora debido a las limitaciones sobre su uso. De hecho, las comunidades de montes formalizan permutas de parcelas a pesar de que los notarios les ponen reparos a esas operaciones por la falta de adecuación entre las propiedades identificadas y lo que aparece en los registros del Catastro.
Y corregir esto no es nada fácil. Porque si se tiene una escritura de propiedad que no coincide con la referencia catastral -que es la que verdaderamente tiene valor-, para intentar corregir el fallo, el interesado debe presentar un documento de consentimiento firmado por todos los dueños afectados por esa reorganización de las parcelas destinada a adecuar la realidad física a los registros del Catastro.
