"Mira, José Luis, la sala está petada. Y hasta hemos tenido que poner una televisión en una de las plantas", brindaba el alcalde Vigo en el arranque de su presentación, a modo de ofrenda para un expresidente que salió de Moncloa hace ya cuatro años con más sombras que luces para la opinión pública. Pero ayer estaba en plaza amiga. Se lo recordó una prolongada sesión de aplausos y las constantes alabanzas de Abel Caballero, que colocó su paso por el Gobierno como un momento histórico, al igual que el de Felipe González tras la Transición, en el que España "requirió al PSOE" para salir adelante. "Recuerdo una reunión en la Federación Española de Municipios y Provincias en la que alcaldes de todos los colores estaban entusiasmados con el Plan E -apuntó el regidor, consciente de que el proyecto fue una de las medidas más criticadas del entonces jefe del Ejecutivo-. Luego aquellas voces no las escuché". La charla de Zapatero ayer en Vigo sobre la importancia de la diversidad y la tolerancia "para un nuevo orden global" prometía convertirse en una reivindicación de su figura. Y así fue.

"Aún necesitamos consolidar nuestras instituciones democráticas", arrancó el expresidente. Sin convivencia, sin el reconocimiento de las identidades "como riqueza y no un problema", avisa, no se extenderá del todo "el concepto de ciudadano". La reflexión encajaba como un guante en el drama de los millones de refugiados que se hacinan en la frontera del viejo continente. "No puede ser que el país más tolerante de la Unión Europea no haya tenido la posibilidad cierta de recoger a los refugiados que se están muriendo en las costas", criticó, de manos de un llamamiento "serio" al Gobierno de España "y al conjunto de la sociedad" para que recuerden el pasado emigrante y que este se convierta "en el primer tema de la batalla moral de la sociedad española". "Ahora que estamos en un momento de pactos y diálogo -enfatizó-, este tema, que es de la sociedad y no tiene color político, debe ser prioritario".

El que no tiene cabida, según el presidente, es el independentismo. "Porque la democracia busca la unidad", aseguró, en una posición abiertamente contraria a un referéndum en Cataluña, una de las patatas calientes de la negociación del nuevo Gobierno. "Si algo nos diferencia ideológicamente de otras fuerzas de izquierda -lanzó- es que no creemos que la democracia sea un formalismo, sino la sustancia de la convivencia".

De toda "la tarea política", Zapatero se queda con "lo que tiene vocación de permanencia". "No pensé que había tantos obispos en España", ironizó, en el momento de recordar la oposición del PP contra el matrimonio gay. "El día que más alegría me dio Rajoy fue cuando fue a la boda de su dirigente", confesó. Fue probablemente el momento cumbre de la intervención, con otra oleada de aplausos que se repitió luego, cuando defendió su lucha contra la violencia de género y "lo mucho que queda por conquistar" en "la losa histórica de esta sociedad, que es el machismo". "Ni la Ley de Memoria Histórica -presumió- se atrevieron a modificarla".

Zapatero reivindicó "el silencio y la humildad" como su carta de presentación tras dejar el mando. "Y el talante", añadió, antes de despedirse con una frase de Cervantes con muchos posibles destinatarios. Él incluido: "Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades".