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El lenguaje 'no verbal' de los dos acusados

Él se mostró durante todo el juicio frío, serio e incluso altivo; y ella, hundida, triste y con idéntico vestuario

Alfonso Basterra y Rosario Porto. // Xoán Álvarez

Nada tiene que ver la imagen de una Rosario Basterra, vestida con un abrigo de piel, fumando y charlando amablemente con los presentes en aquella primera aparición en la casa de Teo tras la muerte de la niña con la Rosario de este juicio, casi dos años después y tras haber pasado por la experiencia de la cárcel, en la que contó con una presa de apoyo para evitar instintos suicidas y protegerla de las demás reas. Durante todas las jornadas del juicio Rosario se mostró igual, con gesto triste, compungido, lloró en muchas ocasiones, sobre todo en temas delicados como la descripción de la autopsia o cuando se emitían imágenes tanto del cadáver como de fotos de la pequeña en vida, disfrazada. Llamó la atención su discreto vestuario, siempre de negro y con las mismas prendas. Fueron muchas las ocasiones en las que se llevó las manos a la cabeza, en las que se tapó los ojos y lloró. En su declaración inicial se mostró nerviosa, dubitativa y desesperada en muchos momentos. Daba la sensación de una persona hundida, sin llegar a saber, porque resulta imposible, si es por arrepentimiento, resignación o incluso se trata de una puesta en escena previamente pensada y acordada con la defensa, teniendo en cuenta la presencia de un jurado popular que va a juzgar a los acusados.

Alfonso Basterra también mantuvo el mismo gesto durante todo el juicio, pensativo y sin permitirse muchas licencias de expresión. Su gesto fue siempre serio, incluso de indignación, dando la imagen de "frío y calculador", como muchos de los presentes en la sala y en los pasillos de los juzgados de Fontiñas describieron. Su indumentaria también fue sobria durante toda la vista, pero no siempre idéntica. Sí mantuvo, durante muchas horas, los brazos cruzados, o una mano en la barbilla (como en la imagen). Prácticamente no lloró, mantuvo una postura más bien de indignación, reflexión y cabreo por todo lo que escuchaba. Eso sí, el día de su declaración inicial, al principio, lanzó contestaciones duras al fiscal y tras su intervención fue descrito como "altivo y desafiante". Rosario se mostró débil durante toda la vista pero él mantuvo siempre la compostura. Hasta el final, cuando les dieron la oportunidad de dirigirse al jurado con unas últimas palabras ella lloró y él contestó con un escueto: "Nada que decir". Una de las testigos llegó a decir sobre Rosario, tras los hechos, que no mostraba duelo (hablaba, a veces sonreía, a veces lloraba), refiriéndose al shock típico de una madre que pierde a una hija. El abogado de Porto, Gutiérrez Aranguren, expresó para explicar el episodio de Teo que Rosario estaba tomando antidepresivos, que inhiben las emociones, y es muy posible que tuviese dificultades para mostrar lo que sentía, también acreditado por los psiquiatras en la sala. "Tengo ganas de llorar y no puedo", esa sería la frase, según los doctores.

Los perfiles comentados sobre ambos han ido cambiando. Cuando sucedieron los hechos, se llegó a deducir que ella llevaba las riendas y él era más dependiente de ella, con todos los recados y tareas del hogar. Este escenario cambió, para dar paso a un Basterra "frío y manipulador" y una Rosario "débil, con episodios depresivos y duelos acumulados". Ella más dependiente de él.

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