Felipe VI proclamó el día de su proclamación como Rey de España que era consciente de que tenía que ganarse el puesto y que una de las claves era "la cercanía con los ciudadanos". Y ayer, 102 días después, lo demostró en Galicia, a donde había viajado ya el jueves para asistir a la celebración de las bodas de plata de su promoción en la Escuela Naval de Marín. Un imprevisto por razones del cargo le impedía asistir a una comida organizada en Beluso con sus compañeros marinos, que se iban a desplazar a Bueu desde Marín en barco. Antes de emprender rumbo a la capital, Felipe VI, que no estaba acompañado por la Reina, que solo estuvo el viernes en Marín, decidió hacer una parada en el muelle de Beluso donde saludó a la tripulación de la embarcación y después se desplazó al restaurante, engalanado para la visita real, donde había previsto comer con sus amigos. Sus compañeros aún no habían llegado.

El monarca, en todo un alarde de sencillez, quiso excusar su plantón y pasar un rato en Beluso, lejos de cualquier protocolo, con aquellos que esperaban su visita y no defraudar sus expectativas. Se tomó un café, saludó a todo el mundo, se dejó fotografiar y charló como si no tuviera prisa. Su campechanía fue recompensada. Se llevó a Zarzuela un tupper con marisco para la familia: percebes, nécoras, gambas y camarones. Prometió volver. Y en Beluso dejó un buen recuerdo y un reguero de elogios entre los vecinos que tuvieron la oportunidad de coincidir con Su Majestad.

Felipe VI en el arranque de su reinado mide todos sus actos al milímetro en su conquista por el afecto del pueblo. Ha estrenado responsabilidad no en el mejor momento. Su hermana, la infanta Cristina, no se lo ha puesto fácil. La institución está cuestionada y el Rey sabe que todos sus movimientos son escudriñados y que la aceptación social se gana o se pierde en cuestión de segundos.Toda su visita a Galicia, desde el jueves por la noche donde cenó en Combarro con sus compañeros de promoción, tal como contó FARO en exclusiva, hasta ayer a mediodía fue una sucesión de gestos para ganarse el cariño del pueblo soberano.

Felipe VI se presentó en el restaurante "A Centoleira", regentado por Julio Estévez, alrededor de las 11.30 horas. Le esperaban a mediodía para la comida. Vestido de manera informal fue recibido por los dueños de la casa y los trabajadores. Las hijas de Julio Estévez estaban deseando encontrarse con las infantas Leonor y Sofía, y se quedaron un tanto decepcionadas cuando comprobaron que el Rey llegaba solo. Recordaba Julio Estévez que el monarca había estado en Beluso en el año 1984 cuando era Príncipe de Asturias, y que ayer se mostró como un hombre muy cercano y que se dejaba querer por los niños, de hecho saludó a los que estaban en las inmediaciones del restaurante. Relató que los compromisos del cargo le obligaban viajar a Madrid sin más dilación, por lo que le era imposible asistir al almuerzo con el resto de los compañeros de su promoción. El propietario de A Centoleira le mostró el restaurante y lo dispuesto para el almuerzo.

Felipe VI se sorprendió con la decoración años setenta, el pinchadiscos y luces de discoteca, en el lugar reservado para el baile, que tendría lugar tras la comida. Tuvo tiempo de degustar un café de la casa y de saludar al personal. Las camareras estaban encantadas. Casi no podían hablar de la emoción. "Nos quedamos sin palabras", decían cuando se le preguntaba qué les había parecido el Rey. "Muy bien, muy bien. Es una persona muy cercana y afable... encantador", señalaban no sin cierto rubor.

Pero el Rey no se fue de vacío de A Centoleira. En la cocina se preparó una de esas cajas de marisco hechas de porespán en los que los clientes acostumbran a llevar la comida para comer en casa. Dentro había un surtido de marisco de temporada: percebes, nécoras, gambas y camarones. Según Javier Estévez, del marisco entregado podían dar cuenta tranquilamente tres personas.

El rey no quiso dejar a nadie colgado. Nadie tenía la culpa de su apretada agenda. Antes se había acercado al muelle de Beluso a saludar a la tripulación del barco que iba a traer a sus compañeros de promoción desde Marín. El propietario del barco Cruceiro de O Hío, que pertenece a la empresa Cruceros Islas de Ons, Manuel Ferradás, quiso reverdecer laureles y volvió a ejercer de patrón para hacer los honores al nuevo Rey. El monarca comentó que era una lástima, porque el día estaba estupendo para la travesía. "Pero habrá una próxima vez", comentó a Ferradás, que estaba acompañado de sus hijos y nietos.