La casuística es casi tan variada como los propios interesados. Desde una jubilada que desea aprender inglés para disfrutar de una experiencia completa durante una visita a una hija emigrada, a un cinéfilo que prefiere consumir productos en versión original, pasando por un universitario a quien se lo exigen para acabar un grado o una fan del grupo musical A-ha que anhelaba llegar a entender sus canciones. Todos tienen en común el deseo de poder responder "yes" a la pregunta "do you speak English?"

Y no son los únicos. La demanda de inglés crece, como se comprueba al cotejar los matriculados en las escuelas de idiomas -dos mil más solamente de un curso a otro, entre 2012 y 2013-. Y de los prácticamente 40.000 gallegos que se sentaban en sus aulas el año pasado, en siete de cada diez casos apostaron por el inglés. Gonzalo Constenla, profesor de esta lengua y director de la Escuela Oficial de Idiomas de Santiago, atribuye a la crisis económica que en los últimos años hayan percibido un incremento en la demanda -también de otros idiomas, como el alemán y el portugués, pero el inglés sigue siendo "preponderante"- sobre todo desde un sector de la población -desempleados o personas que aún no accedieron a su primer puesto de trabajo- que tiene la expectativa de mejorar sus oportunidades laborales.

Si antes aprender un idioma extranjero se veía como "algo que estaba bien para completar el currículum, formarse, viajar y conocer gente", la recesión propició una mayor presencia del perfil de quienes buscan empleo y precisan "el idioma como valor añadido", explica Constenla.

Las estadísticas sitúan el inglés, no obstante, como una asignatura pendiente para buena parte de los españoles. Para Constenla, algunas de las dificultades vienen de atrás, del franquismo, cuando se impuso el doblaje de las películas. En otros países, como ocurre por ejemplo en Portugal, el nivel es mejor porque "mamaron" el idioma desde la televisión, argumenta.

Pero ahora eso está cambiando porque ha entrado en juego otro factor: la "motivación", que puede acelerar el aprendizaje. "Ahora la motivación es más fuerte; es una necesidad vital", afirma: "No solo es bueno hablar un idioma extranjero, sino que te va a servir".

El cambio no solo atañe a las razones para aprender, sino a cómo hacerlo. Gonzalo Constenla explica cómo antes las clases se basaban más en la gramática "y no en el uso efectivo de una lengua", porque la gente no lo necesitaba, pero "ahora sí". Por eso en las aulas intentan reflejar situaciones con las que los usuarios de una lengua pueden encontrarse en la vida real, desde un aeropuerto a la recepción de un hotel.

Con todo, algunos estudiantes arrastran ciertas carencias, reconoce, que son consecuencia de que "antes no había que usar el idioma". Por ejemplo, a la hora de hablarlo "sienten como ridículo", percepción que también comparte Xerardo Fernández, presidente de la Asociación de Profesores de Escolas Oficiais de Idiomas de Galicia. Este asegura que la expresión oral es lo que más cuesta, en general, teniendo en cuenta los resultados académicos.

Al igual que Constenla, Fernández entiende que la receta para mejorar las habilidades pasa por exponerse al máximo a la lengua "fuera de un contexto reglado y formal". Y opciones no faltan, porque "hoy la cultura angloamericana es intrínseca a nosotros y se puede acceder a todo tipo de recursos en la red y fuera".

El también profesor de la escuela de idiomas de la capital gallega concede que "cada vez más gente entiende que es un activo importante para su futuro profesional" profundizar en el dominio del inglés u otras lenguas. No obstante, además de las perspectivas laborales, también existen razones de "interés personal" para aprender inglés, como la posibilidad de acceder a videojuegos, juegos de rol, juegos en línea, internet o a la literatura "que más se consume". Optimista, Fernández defiende que "en los últimos 15 años se mejoró mucho el nivel en la gente menor de 30 años con cierta formación".