La forma de expresarse, la puntuación o la claridad en las ideas escritas son alguna de las claves que tienen en cuenta los correctores de la selectividad para puntuar. Unos 10.400 estudiantes gallegos inauguraron ayer las pruebas de este curso, un examen al que le quedan dos años de vida. Tras debatirse entre Hume o Aristóteles, los cambios en educación o la contaminación, los futuros universitarios, transcurrida la primera jornada de pruebas comunes, pasarán hoy (y mañana) a la parte específica, en función del Bachillerato estudiado.

Exceptuando en las materias lingüísticas, las faltas de ortografía "no son motivo de suspenso cuando un examen está bien realizado", según fuentes del equipo de correctores. A no ser, añaden, que la comisión delegada decida ser más estricta con este tema, "que no suele ser lo normal". El sábado por la mañana los 550 correctores movilizados para esta edición de las PAU (Prueba de Acceso a la Universidad) se llevarán los más de 67.000 exámenes a sus casas para entregarlos, revisados y con nota, el jueves de la próxima semana. "Nos toca a unos 150 exámenes por corrector. De Geografía somos unos doce correctores, por ejemplo, y las materias de letras dejan más libertad para escribir, hasta las ocho hojas de tope que tiene el examen, por ello la corrección suele ser más laboriosa", expresa Juan Granados, uno de los correctores de selectivo con más experiencia. Juan es inspector de Educación, en su día impartió clases de Geografía, y lleva diez años puntuando exámenes de acceso a la universidad en su materia.

"Las ciencias dejan menos margen a la improvisación; no obstante, en Filosofía o Historia, los alumnos suelen escribir mucho. Siempre hay quien piensa que escribir más es mejor, y la concisión cuesta. A veces tenemos que bucear en el texto para encontrar si tocan los items evaluables en las respuestas, que suelen valer 0,25 puntos", expresó ayer Granados a la salida de las pruebas al mediodía. La corrección es totalmente anónima: "te llevas exámenes de toda Galicia, claro", indica. Para Granados, son las pruebas de la madurez: "yo siempre les digo antes de empezar, que tienen que afrontar el examen, escribir y trabajar las pruebas con espíritu universitario". "Si han de tachar algo, que lo tachen, pero con elegancia (sin borrones) y continúan y no pasa nada. Pero han de tener presente: claridad, concisión, elegancia expositiva, ser lo más concretos posible y no irse por las ramas", dice Granados, que describe estos indicadores como signos de madurez. ¿Muchos errores garrafales? "Hay de todo, pero no veo excesivas patadas al diccionario. Quizás algo en conjugación y confusión de palabras entre gallego y castellano. También en puntuación: utilizan, por norma, demasiado el punto y aparte", cuenta el inspector. "En Bachillerato el tono general es aceptable; son alumnos a un paso de la universidad, con la madurez suficiente", indica Granados. Cuenta que los problemas de nivel, tanto en conocimiento como en escrita, con cruces con el lenguaje digital, "son más propios de Secundaria, de la etapa todavía obligatoria, lo que antes era BUP", argumenta. Granados corrigió en los noventa y ahora corrige sin parar desde 2010: "en Bachillerato el nivel sigue siendo muy aceptable, es bueno", insiste. ¿Sustos en los exámenes? "Días de calor, tuve que salir a por agua varias veces, por mareos. Los típicos nervios y también suele haber problemas con los códigos".