Vino al mundo en 1978, el año en que se aprobó la Constitución y en el mes revolucionario por antonomasia, octubre. El 17 de ese mes nació Pablo Iglesias Turrión en el hospital madrileño de La Paz. Su madre se puso de parto prácticamente al tiempo que en El Vaticano elegían a un polaco luchador contra el comunismo como nuevo Papa, Juan Pablo II. Luisa Turrión es la primera de una familia de origen humilde que tuvo formación universitaria, es abogada en CCOO. El abuelo materno fue sindicalista fundador de la UGT. Su padre, Javier Iglesias, inspector de Trabajo, también militaba entonces en una izquierda disgregada que acabaría gravitando alrededor del PSOE cuatro años más tarde.

Con semejantes antecedentes familiares, para la familia Iglesias Turrión el nombre de su primogénito no podía ser otro más que el del fundador del Partido Socialista. Sus padres se empeñan, una y otra vez, en definir a su hijo único como "una persona normal". Normal, pero con un expediente académico que hace sonrojar a más de un alto cargo. Normal, pero con dominio de la oratoria desplegado a través de un conocimiento exacto de las técnicas más audaces de comunicación. Normal, pero capaz de aglutinar bajo su persona a una formación política que en solo cuatro meses ha arrastrado hasta las urnas a 1,2 millones de votantes.

Se crió en Vallecas, el barrio obrero por excelencia de Madrid, que sigue siendo su lugar de residencia, aunque parte de su niñez está vinculada a Soria, la ciudad en la que estuvo destinado su padre y a la que profesa un gran cariño. La madre asegura que su brillante curriculum no es fruto de la improvisación, aunque descarta cualquier atisbo de precocidad en aquel niño que creció cerca de la colonia de trabajadores ferroviarios, entre chavales que cambiaban demasiado pronto los libros por el tajo y aquellos que tenían la suerte y la capacidad, como él, de poder seguir en el instituto. "Nunca fue mandón; era simpático, cariñoso, imaginativo, sí que era de los que aunaban voluntades, alguien popular". Cuidado, que no mimado, caminó siempre de la mano de las enseñanzas y los valores transmitidos por sus padres, que acabaría calcando en el ideario de Podemos.

Su relación con la política comienza con su entrada en el instituto. Antes de los 14 años ya militaba en las Juventudes Comunistas. Un paso que sus padres encuentran dentro de la lógica en el ambiente en el que crecía el joven Pablo, que desde pequeño mostró también un carácter "muy sensato". "Es lo que sucede cuando llegas al instituto, te encuentras con gente dos o tres años mayor que tú, que ya es militante, que te empiezan a hablar, cuando acudes a un seminario?", explica la madre. Sus detractores arremeten estos días contra él acusándole de defender al régimen de Hugo Chávez en Venezuela, así como de haber recibido dinero a cambio de su trabajo como analista para la Fundación CESP, afín al régimen chavista. Para Luisa Turrión, "pura leyenda, antes era el oro de Moscú, ahora los sobres de Chávez". Pero es cierto que no ha ocultado sus simpatías por el régimen venezolano, el boliviano de Hugo Morales y hasta hay quienes señalan una conexión iraní. Su tesis doctoral en Políticas versó sobre la desobediencia civil, y obtuvo "cum laude". Sin embargo, Javier Iglesias sostiene que su hijo "no es ningún extremista, es de izquierdas, y le indigna que haya gente en la pobreza mientras otros ganan sueldos desmesurados, ¿pero a quién no le indigna eso?". Y señala que, de haber una referencia obligada sería más bien la del presidente uruguayo, Mújica.

Las redes sociales que lo encumbraron son hoy un hervidero de opiniones encontradas, enfrentadas, en su defensa y en su contra. Su cuenta de Twitter engorda a cada segundo, tiene ya casi 400.000 seguidores. Ha puesto de moda su peinado de melena recogida en coleta y a estas horas es posible que más de un friki ande completando look en los estantes del Alcampo.

La explosión de Podemos es su propia explosión, arrastrando consigo personalismos y frivolidades que dice detestar. Si le preguntan, reniega de la idea de que su rostro fuera el emblema de la formación en las papeletas. ¿Devorará Internet a un neófito salido de sus propias entrañas? "Yo no tengo miedo" a las consecuencias de una sobreexposición mediática, asegura, rotunda, Luisa Turrión. "Ya es hora de que el miedo lo tengan otros". La madre transmite la misma seguridad y aplomo que su vástago y emplea la lógica aplastante ante cualquier observación: "¿Qué se le ve muy maduro? Pero si tiene 35 años para 36, ¡como no sea maduro a esta edad!". Ya ha dicho que su hijo dimitirá si no puede cumplir un programa que muchos tachan de utópico: "Habrá que ver lo que pueden hacer con cinco diputados para cumplir ese ideario". Javier Iglesias apuntala las convicciones de su hijo: "Utópico no significa irrealizable. Hace un siglo la Seguridad Social o el salario mínimo parecían utopía". Sus padres aseguran que toda la estrategia de comunicación de Podemos ha sido premeditada, sin nada dejado al azar, basándose sobre todo en la propia experiencia de su líder, autor de libros dedicados al cine y la política e impulsor de su primera plataforma televisiva, La Tuerka, un programa de debate nacido de un programa académico que tomó forma en un canal local de Madrid. De ahí, a las tertulias de Intereconomía y más tarde, al "prime time" de la Sexta. Con intervenciones siempre estudiadas, expuestas con brillantez. "Es que es brillante, tiene una gran capacidad de trabajo", remarca con visible apasionamiento su padre.

Profesor de Ciencias Políticas, licenciado en Derecho. Dos máster que superó con las notas máximas. Desarrolló estudios en Suiza, en Cambridge, "siempre con beca", recalca la madre. La noche de las elecciones lo entrevistaba la BBC, en inglés. No necesitó traductor, aunque contestó en español. En cuanto a formación, su curriculum es la antítesis de muchos dirigentes que han llegado al Gobierno de este país.

Hasta ahora, Pablo Iglesias ha hecho gala de una contención casi rayana en el estoicismo. Su calma desarma a sus oponentes en los debates y les hace perder los nervios. Algo que a él pocas veces le ocurre. "En eso se parece más a su madre que a mí. Me exalto con mucha más frecuencia y siempre me dice, "Padre, calma, sosiego". También tiene mucha ironía y un sentido del humor magnífico.

No hace deporte de continuo, pero le gusta correr, sobre todo si tiene a su lado a su perra Lola. Amigo de sus amigos, además de reír y charlar, a veces se arranca con la guitarra, "aunque toca muy mal", afirma su padre. Canciones sudamericanas, de la vieja progresía, con himnos como "El Pueblo Unido Jamás será Vencido", la canción de Quilapayún que resonaba la noche de las elecciones ante la sede de Podemos. Pero también Vetusta Morla o Amaral. Su anclaje al pasado es selectivo. A sus progenitores siempre se dirige llamándoles padre o madre. Ambos coinciden en señalar que Iglesias no es un frío líder, sino una persona sensible, hasta de lágrima fácil. La noche del 25-M, cuando las urnas le proclamaron como la revelación de las elecciones se volvió a Luisa Turrión: "Madre, te quiero" y se fundieron en un abrazo. Javier Iglesias reconoce que esa fue una de las primeras ocasiones en que lo vio verdaderamente abrumado "por el peso de la Historia". La misma que acabará juzgando si Podemos tiene más de propuesta o de protesta, si las europeas fueron el inicio de algo o se trató de una utopía más.