Los nombres en cuestión

La revisión del Nomenclátor de Galicia, completada ya en A Coruña y Lugo, corrige la forma de un millar de topónimos

C. VILLAR | SANTIAGO

Tuvieron que pasar más de dos décadas desde que Galicia contó con un Estatuto de Autonomía para que los nombres de todos los concellos, parroquias y lugares de la comunidad estuvieran avalados por un decreto y reunidos en un único volumen: el Nomenclátor de Galicia. Si la comunidad puede presumir de sus numerosos ríos, más todavía lo puede hacer de su patrimonio toponímico, ya que en esa obra, publicada en 2003, se recopilan 41.409 nombres, una cifra que supera en cinco mil a los contabilizados en todo Portugal.

Tal y como explica la Xunta, la riqueza toponímica y microtoponímica de Galicia es "tan inusual que constituye un elemento muy visible del hecho diferencial gallego". No obstante, decidir qué formas se incorporarían a ese Nomenclátor no fue una tarea sencilla. Primero hubo que sentar las bases, y lo hizo la Lei de Normalización Lingüística, que impuso el criterio principal, que los topónimos tendrán como única forma oficial la gallega, aunque hoy en día, aparte del caso más conocido -A Coruña versus La Coruña-, A Mesa siga reclamando, por ejemplo, que la Deputación da Coruña corrija 172 nombres de lugar con errores en la zona de Bergantiños.

El equipo de filólogos que llevó a cabo la labor de recopilación que culminó en el Nomenclátor de Galicia (NG) se enfrentó por primera vez a materiales "muy contradictorios" y "plagados de deturpaciones". Tanto es así que, pese a que el Nomenclátor es oficial, se trata de un trabajo en revisión. Incluso hoy en día, casi dos mil nombres de las provincias de A Coruña y Lugo -las ya revisadas- están, reconocen desde la Xunta, en cuestión. De hecho, en la primera surgieron dudas con un millar de topónimos y al final se han emitido medio millar de dictámenes con una forma diferente a la que aparece en el NG y en la segunda, después de analizar 885 "problemas lingüísticos", se haya modificado el dictamen a unos 570. En todo caso, los apelativos en cuestión son un pequeño porcentaje, ya que A Coruña cuenta con 13.595 topónimos y Lugo con 11.775. Ourense y Pontevedra estarán listos este año, o al menos eso confía la Xunta.

Esa revisión y actualización es necesaria, explican desde la Xunta, ya que después de que en 2003 se publicase el NG fueron llegando "algunas reclamaciones" de particulares, asociaciones culturales e instituciones públicas "haciendo hincapié en ciertas discrepancias de su pronunciación respecto de las formas oficiales de algunos nombres de aldeas, parroquias o concellos".

Lo más común es que el origen de estas revisiones -en ocho de cada diez casos, explica el Ejecutivo gallego- se encuentre en discrepancias observadas entre el NG y los nuevos datos procedentes de la investigación toponímica. No obstante, en el 20% restante de los casos son instituciones, entidades o simplemente vecinos -en un 4% de los casos- quienes llaman la atención sobre algún detalle de una denominación que no les acaba de convencer.

Los problemas pueden darse en dos frentes: el geográfico-administrativo y el lingüístico. El primero tiene que ver con la zona a la que se adjudica el topónimo -una aldea en una parroquia equivocada- o incluso por el hecho de que no consten en la base de datos porqupe son de reciente creación. Estos tendrán que esperar, porque su resolución requiere de una consulta a las corporaciones locales, "municipio a municipio".

Los segundos son puramente lingüísticos. A veces se trata de una cuestión de tilde, como Quinta/Quintá, otras veces es la presencia o ausencia de un artículo la que complica las cosas. En ocasiones es simplemente una cuestión de vocales. Dirimir cuál es la forma correcta es tarea de la Comisión de Toponimia, un organismo que depende de la Consellería de Presidencia y cuyos miembros también forma parte de la comisión de onomástica de la RAG.

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