Después de varias noches en vela, los habitantes del Baixo Miño intentan volver poco a poco a la normalidad. Ataviados con mangueras, cubos, palas y ramas se lanzaron sin pensar al combate contra las llamas, intentando defender sus casas, sus terrenos y la belleza del paraje que los rodea. La sombra del incendio que a finales de los años 70 asoló toda la Serra da Groba de Chán da Lagoa, en Baiona, hasta A Guarda se cierne nuevamente sobre unos vecinos que tardarán mucho tiempo en borrar las imágenes de la tragedia de sus memorias.

Testigos de la tragedia analizan las causas y las posibles consecuencias de un siniestro ambiental, económico y social para toda la comarca. "Entre el calor, el viento y lo seco que estaba el monte, todo jugaba a favor del incendio. El fuego comenzó a saltar por encima de los caminos y los cortafuegos y se desmadró. Empezaron a surgir focos secundarios por todas partes", cuenta Camilo González, presidente de la Comunidad de Montes de A Burgueira, edil de Medio Ambiente en el Concello de Oia y vigilante forestal en la caseta situada en el monte de Vilachán.

"El primer día estuve hasta las 4 de la madrugada. A la mañana siguiente a las 9 ya estaba otra vez allí. El fuego se fue alejando hacia A Guarda mientras nosotros nos quedamos intentando que el fuego no se reprodujera", declara Enrique Gándara, el presidente de la Comunidad de Montes de Tomiño.

Modesto Domínguez, presidente de la Asociación de Gandeiros de Cabalos do Monte da Groba teme que bastantes equinos han muerto en el incendio, y el resto de los casi mil tendrán muchas dificultades para sobrevivir sin pasto para alimentarse y árboles que les sirvan de protección durante el invierno.

"El Baixo Miño es una zona que tiene una riqueza forestal impresionante; en su mayoría se trata de pinos, pero también hay algo de eucalipto", apunta el agente forestal José Benito Rodríguez Carballo, presidente de la Asociación Profesional de Axentes Forestais de Galicia (Aprafoga). En su opinión, al tratarse de masas forestales adultas "la regeneración será rápida y natural", aunque habrá consecuencias de pérdida de suelo con la llegada de las lluvias. Sobre la polémica del eucalipto, señala que "es cierto que el fuego se propaga mucho con las pavesas que desprenden los eucaliptos al provocar nuevos focos, pero no se puede criminalizar ninguna especie forestal. En su opinión, es fundamental contar con una ordenación de todas las masas forestales, pues "en Galicia tenemos todo un potencial desde el punto de vista de la biodiversidad, pero también del económico".

"Ante el avance del fuego te sientes impotente"

Camilo González, vigilante y presidente de la Comunidad de Montes de A Burgueira

En los montes de A Burgueira dio comienzo el incendio de Oia. Toda una pesadilla que sus habitantes tardarán mucho tiempo en olvidar. Las llamas, avivadas por el viento, recorrieron los montes de Loureza, Tomiño, Gondomar y O Rosal devorando hectáreas de viñedos y fincas de labor. Camilo González Giráldez es el presidente de la Comunidad de Montes de A Burgueira y Concejal de Medio Ambiente en el Concello de Oia. Unos cargos que compatibiliza con su puesto de vigilante en la torreta de Vilachán.

A sus 49 años todavía guarda entre los recuerdos de su niñez las imágenes del devastador incendio que vivió hace años. "Aquí ya hubo un incendio hace unos 30 años y fue bastante parecido a este. Yo era pequeño pero aún hoy lo recuerdo. Fue igual que este, ardió todo hasta Tomiño y O Rosal", recuerda Camilo. Para él, la naturaleza y el monte son toda su vida." Mi profesión, y todo lo que hago, está relacionado con el monte y el medio ambiente. Salir de casa y ver algo como esto, con el olor a quemado todavía en el aire, es una sensación terrible.

Todavía siento algo de impotencia, como la de la noche en la que empezó el fuego. Va a costar muchos superar una desgracia así", afirma Camilo. A pesar de ser el lugar donde nacieron las llamas, los montes de A Burgueira fueron los menos afectados por el trágico incendio. Aún así, sus vecinos han visto arder al menos 40 hectáreas de superficie forestal y al menos la mitad de la producción de madera que subasta la Comunidad de Montes. "La zona afectada más grande es bastante rasa pero también teníamos unos árboles marcados para una subasta.

"Creo que más o menos perdimos la mitad de la madera. A primera vista, por lo menos se quemaron unas cuarenta hectáreas", añadió Camilo, que ahora lamenta como los esfuerzos y el trabajo realizado en las tareas de prevención ha sido en vano." Nuestro monte estaba completamente limpio, recién desbrozado. Pero el monte no es un jardín y no puede serlo. Siempre hay un mínimo de maleza, y sí está todo tan seco, es un combustible perfecto", declara Camilo. Ahora queda por delante un largo proceso de reforestación que tardará décadas en devolver a la normalidad a estos parajes.

"Hay que cortar todos los restos quemados y por lo menos tardaremos unos 40 años en volver a ver estos montes como antes. Esa era la edad de la mayoría de los árboles que ardieron", comenta Camilo, que añade que "en total puede llevar más o menos un año hasta que comience a brotar todo de nuevo. En determinadas zonas tenemos máquinas que nos facilitarán las cosas y reducirán costes, pero hay otras en las que todo el trabajo tendrá que ser manual".

"No se qué intenciones habrá detrás"

Enrique Gándara, presidente de la Comunidad de Montes de Tomiño

Con ramas, palas, cubos y mucho valor, los vecinos del Valle de O Rosal se enfrentaron la pasada semana a las llamas. El valle cuenta con un valor ecológico y forestal incalculable. Un auténtico vergel que ahora se encuentra devastado tras el paso del arrollador del fuego. Son momentos tristes para todos aquellos amantes de la naturaleza que viven y sienten el monte cada día.

Los montes del Concello de Tomiño no consiguieron escapar indemnes al monstruo imparable del fuego. Enrique Gándara, el presidente de su Comunidad de Montes, al igual que muchos de sus vecinos continúan sin poder explicarse cómo llegó a producirse una desgracia como esta. "Esto no se puede entender. No sé qué beneficio puede sacar alguien de esto, no hay razones que puedan justificar algo así. Antes se decía que eran los madereros, pero ahora no son ellos porque la madera ya no la quieren. Luego se dijo que si interesaba a los que tenían negocios de pastoreo, pero ahora casi no hay ganado en el monte. No sé qué clase de intenciones o negocios puede haber detrás, pero algo hay", afirma Enrique.

Con las heridas todavía recientes, aún recuerda los primeros momentos del incendio. "El fuego estaba en la cumbre y lo veíamos bajar por la ladera engulléndolo todo. Además el viento hacía que se extendiera rapidísimo. Fue un trago horrible, todavía tengo los brazos quemados", lamenta Enrique. En su opinión, se le debe mucho a los servicios de emergencia, aunque reconoce que nunca se está del todo preparado para una catástrofe como esta.

"Los servicios de emergencia actuaron excelentemente en la mayoría de los casos, pero siempre hay fallos de coordinación. En este caso hubo tres excavadoras paradas durante horas en el monte porque nadie les decía lo que tenían que hacer, por simple falta de dirección", explica Enrique como referencia de la experiencia vivida en las labores de extinción.

Ahora, pocos días después, reconoce que el alcance del fuego pudo ser mayor en los montes de su comunidad. "Nuestro monte se salvó por estar bien cuidado. Por los cortafuegos y las pistas que tenemos bastante limpias. Pero ante la magnitud de un incendio así no se puede hacer nada", recuerda Enrique, que prefiere mirar hacia delante, a las tareas de reforestación. "Lo bueno que tiene este monte es que es muy fértil y supongo que todo brotará más o menos rápido. Al pino o al carballo le llevará algo más. Pero la maleza autóctona, como la carqueixa, en uno o dos años ya se habrá recuperado. Nuestra comunidad intenta eliminar el eucalipto, preferimos variedades como el olivo o el nogal", añade Enrique.

"Muchos caballos morirán al quedarse sin pasto"

Modesto Domínguez, presidente de la Asociación de Gandeiros de Cabalos do Monte da Groba

"Mientras no esté todo apagado no podemos saber cuántos caballos han muerto en el incendio, pero nos tememos que han sido muchos los que se han quemado". Modesto Domínguez, presidente de la Asociación de Gandeiros de Cabalos do Monte da Groba, se muestra muy pesimista sobre la suerte que ha corrido el ganado y también ve "muy negro" el futuro de los caballos que han sobrevivido porque "no tendrán pasto durante el invierno". En esta época del año los caballos se encuentran en la zona baja, porque en la zona alta hay poco agua y acuden a las orillas de los ríos.

"El fuego vino de arriba hacia abajo, por lo que les cortó la salida. Si la dirección de las llamas fuese al revés podrían haber escapado hacia arriba, pero tal como se desarrolló el incendio tienen que haber muchos caballos muertos", comenta Modesto. El presidente de la asociación estima en cerca de mil el número de caballos salvajes de la Serra da Groba." Si por casualidad subieron unos días antes, podría haberse salvado la mayoría, pero creo que no, que el fuego les pilló en la zona baja, que es donde hay agua", añade el también presidente de la Comunidad de Montes de Bahiña.

"Esto es la ruina, porque los caballos que hayan sobrevivido no encontrarán pastos durante los próximos meses. Durante el invierno van a morir muchísimos, porque hasta la próxima primavera no volverán a tener comida? es mucho tiempo sin comer". Y no solo la falta de comida, porque "se quedarán también sin el abrigo de los árboles, porque el fuego quemó los pinos donde se abrigan en el invierno; al aire libre sin ninguna protección no aguantan". La mayoría de los árboles quemados son pinos, aunque también se han visto dañadas otras especies, como el eucalipto.

De momento no se han planteado ninguna iniciativa para llevarles alimento. "Es demasiado pronto para valorar las pérdidas y las medidas que vamos a tomar. Y eso que en nuestra zona no se quemó todo, como en A Valga". Apunta Modesto Domínguez que la gravedad del incendio se debió sobre todo "al fuerte viento que azotó esta comarca", y en cuanto al origen del fuego señala como posible causa" algún cristal o una botella". Descarta que fuese provocado por el lugar donde se originó, "muy cerca de la caseta de vigilancia".

"El viento hizo que en apenas una hora el fuego avanzase varios kilómetros. El matorral seco de toxos y xestas ardió como la pólvora, y el fuerte viento aceleró el incendio", explica Domínguez. Denuncia la falta de ayudas económicas para limpiar los montes". Fue un desastre, un desastre de los grandes", añade el presidente de la asociación ganadera, que cuenta en la actualidad con unos 80 socios.

"Calor, sequedad, viento... el monte es ahora mismo un auténtico polvorín"

José Benito Rodríguez, agente forestal y presidente Aprafoga

"Los que trabajamos en esto estamos acostumbrados a que estas cosas pueden acontecer en esta época del año. Dependemos muchos de las circunstancias climáticas, pero también de las negligencias de los ciudadanos, que deben extremar las precauciones. Ahora mismo el monte es un auténtico polvorín, y cualquier negligencia se puede transformar en un gran incendio". Así se expresa José Benito Rodríguez Carballo, presidente de la Asociación Profesional de Axentes Forestais de Galicia (Aprafoga) y responsable de la base de helicópteros de Pontevedra. Alerta de que las circunstancias son en estos momentos de lo más peligrosas: temperaturas altas, combustibles más secos, más humedad y un viento que no cesa y que por la noche se reaviva más.

"Cada día que pase sin lluvia, las condiciones serán peores, y las precauciones hay que extremarlas al máximo". Sobre las consecuencias del fuego, el presidente de Aprafoga cree que la regeneración de la zona quemada en el Baixo Miño" será rápida, porque estamos hablando de masas adultas, y tanto en eucaliptal como en pinar habrá una regeneración natural. Luego habrá que realizar trabajos silvícolas, pero la regeneración será natural. Estima que en un par de años ya se podrán ver los efectos de la recuperación.

"La regeneración está asegurada -añade-, otra cosa es que habrá una importante pérdida de suelo cuando vengan las lluvias". Entre los agentes forestales que trabajan en la zona hay dos que se dedican exclusivamente a la investigación de las causas de los incendios, "y seguramente tienen ya alguna información al respecto en el caso de que hayan sido provocados, pero estas investigaciones llevan su tiempo". En Galicia hay 550 agentes forestales, especializados en distintas disciplinas; dos tercios están en distritos forestales, y el resto, en el servicio de conservación de la naturaleza.

El viento es también un enemigo de los helicópteros del servicio contra incendios."Cuando el viento es fuerte siempre dificulta las maniobras -explica Rodríguez Carballo-; hay que extremar las precauciones desde el punto de vista de seguridad, y también dificulta la eficacia, porque las descargas tienen una mayor deriva. Hay que fijar bien los objetivos. Pero contamos con tripulaciones expertas", concluye.