La pirotecnia matinal ha callado y los habitantes del Sar, en Santiago, combaten la elevada temperatura del mediodía encerrados en sus casas y reuniéndose en comidas familiares para festejar Santa Mariña. También Angrois es parte de ese barrio y sus habitantes se esfuerzan en seguir con sus vidas. Sus ánimos no están para muchas celebraciones, pero, como afirma Carmen Castro, una vecina, y aconsejan los expertos, "hay que ir tirando hacia adelante". Les costará, avisa uno de los invitados a esas comidas, el psicólogo José Antonio Nieto, quien advierte de que "hoy todavía no saben qué implica lo que vivieron; los problemas psicológicos, los traumas, vendrán más adelante, en tres o cuatro meses, porque esta es una tragedia inmensa y vieron de todo".

Mientras los vecinos intentan olvidar, sobre la vía, con vistas a esa hoz de 90 grados que segó tantas trayectorias vitales, flores, coronas, peluches y mensajes recuerdan aquella noche. "Intentamos olvidar, pero al pasar por aquí volvemos a recordarlo todo", admite Carmen. Los vecinos no se detienen, pero sí los curiosos que, tres semanas después, aún acuden allí para "conocer el sitio dónde todo ocurrió". "Viene mucha gente todavía y siguen preguntando y haciendo fotos", reconoce Carmen.

Algunos llegan de paso, porque están invitados a las fiestas del barrio, como Nieto o José García, de A Coruña, que nació "muy cerca de la curva" y que defiende al maquinista: "Un despiste puede tenerlo cualquiera; no debería depender de una sola persona". Otros acuden armados con móviles y toman fotografías. Esos vienen, explica Nieto, que ejerció de psicólogo acompañante de los familiares tras el siniestro, por "morbo", propio de la "condición humana".

Quienes "más tarde o más temprano" acabarán pasando por Angrois, afirma tras expresar su "tristeza" por lo ocurrido, son los propios afectados o sus parientes: "Necesitan venir". Los de Galicia, por descontado, y el resto, "si visitan Santiago, acudirán". Él mismo acompañó a algunas de esas familias hasta el lugar desde el que se divisa A Grandeira y no fueron las únicas. "Vienen por reafirmación y porque tenemos esa tendencia ir al lugar donde se nos murió un familiar", explica. "La gente piensa que este es el sitio en el que su madre o su hijo estuvo por última vez en su vida", alega, y añade: "Es como una certificación de lo ocurrido, aunque algunos tendrán que dejar pasar tiempo porque están aún muy dolidos".

La ruta también obliga a otros visitantes a enfrentarse con el escenario de la tragedia: los peregrinos que hacen el Camino por la Vía de la Plata. Unos cuantos están sobre aviso, como Rubén, José Luis y Cayetano, jóvenes de la Comunidad Valenciana que caminan desde Ourense. Pero no pueden evitar sentirse "raros", "impresionados pese al tiempo que ha pasado" y con mucha "pena". Aunque lo han visto mil veces en las noticias, es diferente in situ. "No me esperaba que el pueblo estuviera tan cerca", comenta Cayetano, quien dice que las víctimas "no se apartan un momento de su cabeza desde el accidente". José Luis opina que por televisión "el sitio parecía mucho más grande" o que, en la realidad, la curva "no parece tan cerrada".

A Ana y Laura, romeras madrileñas, en cambio, la curva y el memorial las pillan por sorpresa. "Nos pone los pelos de punta ver este lugar y las cosas tan bonitas que dejó la gente en homenaje nos recuerdan el 11-M", señalan.