La comarca de O Morrazo quizás no se haya visto sacudida por una tragedia ferroviaria como la que estos días vive Galicia. Pero sí que sabe y está acostumbrada a desgracias en el mar. Una de las que se recuerda justamente estos días es la desaparición del Montrove, un congelador que desapareció hace ahora 29 años en el banco canario-sahariano. Sin dejar rastro y sin que apareciese ni uno de sus 16 tripulantes: 14 gallegos y dos marroquíes.

Uno de ellos era el buenense José Pastoriza Riobó, que tenía poco más de 30 años. "Dicen que murió ahogado, pero para nosotras no está muerto, nos lo tienen que enseñar", cuentan sus hermanas Mercedes y Carmen. Ellas entienden el dolor por el que están atravesando las familias y afectados por el accidente del Alvia, incluso son capaces de ponerse "en la angustia del padre que buscaba a su hijo por los hospitales sin que al principio apareciese". Mercedes y Carmen lo tiene también claro: "Digan lo que digan esto no se puede olvidar. Nunca se te va de la cabeza. Pero tienes que convivir con ese dolor y salir adelante", añaden. Lo contrario sería "morrer en vida", frases que llevan muchos años pensando, reflexiones que realizan a menudo.

La tragedia de los familiares del Montrove es doblemente cruel porque su desaparición siempre ha estado rodeada de misterio, sin que jamás apareciese el más mínimo indicio o señal del naufragio. Por eso para las familias a veces resulta imposible romper ese último hilo de esperanza, esa idea de "y si...".

"Lo único que se puede decir en situaciones así es que hay que llevarlo y tirar hacia adelante. Unos días con lágrimas en los ojos y otros con risas, pero hay que seguir porque por un morto non dan un vivo", resumen con resignada filosofía las dos hermanas buenenses.

Olvidar es imposible porque cuando menos se lo puede esperar "sale algún detalle en una conversación" o "despiertas una noche soñando con aquello". La familia recuerda, por ejemplo, el comentario de uno de los hijos pequeños de su hermano. "El niño miraba que su tía iba al mar y venía de vuelta y por eso a veces preguntaba por qué su padre no", una de las sobrinas de ambas.

Las circunstancias que rodearon la tragedia del Montrove provocaron que el duelo que afrontaron las familias fuese distinto y más largo. "La gente hablaba pero evitaba preguntar directamente a la familia, les dolía preguntar por aquel tema", cuentan Mercedes y Carmen.

Las dos también se acuerdan de los vecinos de Angrois, señalados por muchos como héroes por su ejemplar reacción tras el accidente del 24 de julio. "Esa gente no va a olvidar jamás lo que pasó, irá con ellos toda la vida", comentan sentadas en un banco de la lonja de Bueu.

Fernando recuerda a Ramón

El Montrove es uno de muchos, si bien su caso es especial porque no dejó ni rastro. El Arosa es otro buque de la zona que naufragó, en este caso, en Gran Sol; un arrastrero que en octubre de 2000 encalló y se hundió en la costa irlandesa, cuando intentaba llegar al puerto de la localidad de cerca de Galway, cuando buscaba refugio a un fuerte temporal. A bordo iban trece tripulantes, de los que solo uno logró sobrevivir milagrosamente. Uno de los fallecidos en este suceso marítimo era Ramón Pardo Juncal, patrón del barco y que tenía solo 30 años. Su hermano Fernando recuerda perfectamente aquellos días y cómo con el tiempo la familia ha ido superando aquella tragedia. "Hay días buenos, en los que a lo mejor no piensas en ello. Pero de repente te viene todo a la cabeza, ya sea por un comentario, por una noticia en los medios de comunicación o porque te cruzas por la calle con la familia de otra persona fallecida", cuenta. Al final "aprendes a vivir con ello, pero esas cicatrices te quedan dentro y no van a desaparecer nunca", comenta.

Cuando se produjo el accidente del Arosa, a las seis de la mañana del 3 de octubre de hace casi 13 años, había temporal en Gran Sol, de hecho, el barco se dirigía a puerto en busca de abrigo, pero, en ese intento, encalló. Iban trece hombres a bordo, diez de ellos gallegos, y solo uno logró sobrevivir. Ramón Pardo Juncal, el patrón, fue de los últimos en abandonar el buque, junto a Ricardo Arias, superviviente. Pero él corrió peor suerte.

Su hermano Fernando Pardo, curiosamente, también anduvo al mar en el mismo barco, llegando a ser jefe de máquinas. "Hubo una época en la que él estaba en el puente y yo en la máquina. Nunca sabes dónde está el destino", comenta Fernando, que había decidido previamente dejar el mundo del mar y emplearse en tierra. Quince días antes del accidente del Arosa en Gran Sol había recibido una llamada para volver a embarcar pero rechazó la oferta.

Es capaz de sentirse identificado y de alcanzar a entender lo que están pasando las familias de los afectados por el Alvia. "Lo que realmente me gustaría es que de una vez por todas aprendiésemos de los errores y que se investigase de verdad para que en la medida de lo posible estas cosas no vuelvan a suceder", asegura desde Bueu.

El naufragio del Arosa y la tragedia que supuso provocó una ola de solidaridad y de apoyo a las familias de los afectados, algo parecido a lo que se vivió tras el accidente del Alvia en la curva de Angrois. La tragedia marítima se saldó con 12 fallecidos y los cuerpos de varios de ellos no llegaron a aparecer.

"Eso siempre te ayuda a llevarlo. Pero lo que más me sorprendió fue la reacción de la gente de Irlanda. Cuando fuimos allí el apoyo fue total, era gente que no nos conocía pero se volcó con nosotros y de verdad sentían la tragedia tanto como nosotros", recuerda Fernando. "No hay dinero suficiente para pagar lo que hicieron por nosotros, tanto por su recibimiento como por su trato", vuelve a recordar casi trece años después.

En la entrada al puerto de Bueu se levanta un monumento para recordar a los vecinos y a los visitantes la triste historia del Arosa y de su tripulación. Pero al final llega el momento en el que hay que hacer frente a la pérdida y al dolor, cuando ese apoyo social se ha ido diluyendo en el tiempo. "Lo importante es quedarse con los buenos recuerdos. Vas a tener unos días buenos y otros peores, en los que todos los recuerdos están muy frescos, pero hay que seguir adelante. Yo lo único que podría aconsejarle a las personas que están pasando por esto ahora es que se apoyen en la familia, que busquen gente buena a su alrededor y que tiren hacia adelante", afirma este vecino de Bueu. "Es importante tener buena gente a tu alrededor que te ayude a ser mejor persona. Es algo fundamental", aconseja a los familiares de las víctimas del tren.