Hace dos años el Gaiás acaparaba las portadas porque los Príncipes habían acudido a refrendar con su presencia la inauguración de sus dos primeros edificios: la Biblioteca y el Arquivo. Hace uno, el Gaiás también daba que hablar. Entonces se debatía cómo mejorar sus accesos y de lo ambicioso de su planteamiento dan fe las propuestas barajadas, desde un teleférico a un metro ligero. Un año después, la coyuntura económica devuelve a la realidad el sueño de Manuel Fraga de crear un centro que compitiese con la catedral de Santiago a la hora de destacar a Galicia en el mapamundi. Sin embargo, todo ese tiempo el rumor de fondo provocado por la polémica de su coste erosionó sus cimientos y su cancelación no es una sorpresa, sino la confirmación de un aviso lanzado desde el Ejecutivo presidido por Núñez Feijóo cuando decidió que la crisis obligaba a frenar temporalmente unas obras cuya funcionalidad también fue cuestionada por algunos sectores.

Desde que Fraga tuvo su sueño y Eisenman le puso cara, han pasado 14 años y las cuentas públicas se han dejado unos 300 millones de euros en un proyecto que se resistió a los plazos -en complejos de tal envergadura nunca los hay, defendía su autor- y que aún está lejos de llegar a las cifras de visitantes que mueve el Guggenheim de Bilbao, aunque fuese el famoso "efecto" provocado por la obra de Gehry su inspiración. Rentabilizar la inversión realizada, y convertir al Gaiás en un atractor del turismo, es uno de los retos que debe afrontar la Xunta, y deberá hacerlo con cuatro argumentos, y no con seis como estaba planificado.

Además, la ausencia de los dos edificios centrales -que parte en dos el proyecto de Eisenman- obliga al Gobierno gallego a pensar en soluciones para tapar un hueco que no es solo metafórico. Queda también la urbanización del monte -y los accesos, como el de la autopista-, porque la vegetación circundante no se parece al Bosque de Galicia con el que Eisenman quería rodear su colina deconstruida.

Paralizar dos edificios tampoco implica que cesen los gastos. Los que ya están en pie requieren de labores de mantenimiento, vigilancia y limpieza que hay que sufragar, además del coste energético.

El proyecto fue redefinido un par de veces desde Fraga y tal vez la cancelación del Teatro de la Música y el Centro de Arte fuerce a repensarlo una vez más.