Las prácticas políticas de José Luis Baltar, contra el que se acaba de querellar la Fiscalía por un supuesto delito de prevaricación en la contratación de personal en la Diputación de Ourense, fueron denunciadas una y mil veces por los grupos de la oposición sin que le pasaran la más mínima factura política ni electoral. Todo lo contrario, le sirvieron para encumbrarse todavía más en un pedestal a medida que sumaba más y más votos en el granero de la Diputación. Por eso se jactaba de que había cosechado victorias electorales durante dos décadas, todas ellas incontestables.

Y parte de su triunfo se debe a su modo de hacer política, utilizando las instituciones para acrecentar su poder. Una praxis que la definió a la perfección el exalcalde de Calvos de Randín, Antonio Rodríguez, también del PP. "José Luis Baltar no es solo el padre de José Manuel, sino que es el padre de mucha gente a la que le hizo favores", sentencia.

Las luces del último virrey de Ourense, que quiso perpetuar su dinastía pergeñando un plan casi perfecto para que su hijo, Manuel Baltar, le tomara el relevo en la presidencia del Pazo Provincial, son su empatía, su capacidad de trabajo y el don de gentes que posee. Y esto, conjugado con un contundente, y no exento de excesos, dominio de los resortes del poder le hicieron durante veinte años ser el amo y señor de la provincia de Ourense. Incluso metiéndose en luchas, nada refinadas, para defender su feudo frente a una recelosa dirección regional del PP que desconfiaba de sus prácticas, aunque eso le reportara votos.

Se forjó en el seno de una familia humilde de Esgos. Fue el primero de cinco hijos, el único varón, en una casa en la que había que estirar el sueldo de su padre, que era cartero rural. El propio Baltar reconoce que pasó hambre en los años cuarenta, durante su infancia. Inició los estudios en Esgos y luego recibió clases de un cantero, llamado Sergio Murias. Se examinó de ingreso en el Instituto do Posío, logrando matrícula de honor. Tras cursar primero, tuvo que abandonar el centro porque su padre no le podía pagar la estancia en Ourense. Y regresó a la escuela de su pueblo con los pequeños.

Un día apareció por Esgos el padre Peiteado, buscando vocaciones para los Salesianos, y Baltar se marchó para el centro de Cambados. Abandonó en tercero, porque su padre había ingresado en el Sanatorio de Piñor muy grave, a causa de una tuberculosis que había contraído en la Guerra Civil. El director de Correos autorizó que pudiera sustituir a su progenitor como cartero rural, a los 14 años. También fue revisor de autobús, a cambio de poderse desplazar de forma gratuita en sus viajes, y repartidor de gaseosas. Más tarde pudo retomar el bachiller y realizó los tres cursos de magisterio en un solo año.

Políticamente a Baltar le crecieron los dientes al lado de Eulogio Gómez Franqueira. Escaló puestos hasta convertirse en portavoz del grupo de gobierno de la Diputación con Victorino Núñez, al que le acabó robando la cartera política, con el apoyo de los alcaldes, cuando asumió la presidencia del Parlamento y lo llevó a dique seco, junto a su más directo rival, Tomás Pérez Vidal, con el beneplácito de Manuel Fraga. El acuerdo se tomó en un chalet de San Vicente, en el transcurso de una reunión celebrada entre José Cuiña, Francisco Cacharro y el propio Baltar, para descabalgarlos políticamente, con el pretexto de "poner paz en el partido". Baltar jugo sus cartas y propició la fusión de Centristas de Ourense con el PP.

De esa forma, quedó como único interlocutor del partido en la provincia. Inició entonces su virreinado, utilizando la Diputación para contentar a los alcaldes. La institución se convirtió en una romería de regidores. Y Baltar hizo de esta práctica su libro de estilo. Votos a cambio de favores, sobre todo puestos de trabajo a cargo del erario público. Convirtió a la Diputación en la máquina perfecta para ganar elecciones. Y troqueló la virtud de la receptividad en un defecto, al utilizarla de una forma perversa para perpetuarse en el poder como "cacique bueno", como él mismo se definió un día.

Durante años utilizó como moneda de cambio los puestos de trabajo en la Diputación, del Hospital Santa María Nai antes de la transferencia al Sergas, del Inorde, de las brigadas de obras, de las fincas de la institución, del Teatro Principal y del Centro Cultural Marcos Valcárcel, donde llegó a colocar a 33 porteros para atender un edificio que solo tiene dos puertas.

Capaz de hacer enemigos y amigos acérrimos, convirtió al alcalde de Os Blancos, José Antonio Rodríguez Ferreiro, en uno de sus acólitos, que llegó a declarase "seguidor de Dios, la Virgen y de Baltar", por lo que le dedicó incluso un busto.

El capítulo de sombras está jalonado por la trama de nepotismo que acuñó, puesto en evidencia cuando Faro de Vigo publicó en exclusiva en el año 1998 que los hijos de los alcaldes de San Cibrán de Viñas y Monterrei, la hija del exalcalde de Ourense López Iglesias y el hijo del entonces presidente de la Diputación de Lugo, Cacharro Pardo, copaban las mejores notas en unas pruebas de la Diputación. Pero Baltar no rectificó y toda su actuación política ha estado jalonada por decisiones y formas que siempre levantaban alguna sospecha, incluso en su propio partido.