Si a mediados de los años 90, en la etapa de Fraga, la Xunta inició la búsqueda de petróleo frente a la costa gallega -que se resolvió sin éxito-, durante la pasada legislatura se puso en marcha otra exploración en el Atlántico para descubrir gas. El lugar elegido fue un cono volcánico submarino conocido como Gran Burato, situado a 220 kilómetros al Noroeste de Vigo y a unos 1.800 metros de profundidad. Se realizaron dos expediciones, una en 2010 y otra en 2011, organizadas por la Universidad de Vigo y la Xunta, que aportó 1,2 millones de euros.

Los resultados preliminares de las dos misiones se saldaron con la confirmación de "importantes indicios" de la existencia de una gran bolsa de gas a unos 2.000 metros por debajo del fondo marino, pero las conclusiones definitivas aún no se conocen. La previsión era presentar el informe con las conclusiones finales en noviembre de 2011, pero transcurrido un año desde entonces, nada aún se sabe de las investigaciones ni de sus resultados.

En todo caso, una posible explotación comercial de esa bolsa de gas en el Gran Burato depende de una exploración más compleja y mucho más costosa que las dos misiones anteriores, pues habría que perforar el lecho marino para poder realizar una confirmación efectiva tanto de la existencia de gas como del volumen almacenado para a partir de ahí determinar si resultaría rentable su extracción. Y de esto, tampoco hay nada previsto. Y el escenario económico no es el más favorable para afrontar un proyecto de esta envergadura, porque los sondeos iniciales requieren una inversión de diez o doce millones de euros.

El foco de esta posible fuente de energía para la comunidad está puesto en el Gran Burato, un cráter de entre 3.000 y 4.000 metros de diámetro y algo más de 300 metros de profundidad. La primera noticia de su existencia se tuvo hace doce años, tras una campaña científica para el estudio del paleoclima y dinámica sedimentaria de la zona, cuyo interés se relanzó tras las catástrofe del Prestige, pues el petrolero se hundió bastante cerca.

Su estructura geológica hacía pensar en la existencia de hidratos de gas, un tipo de hidrocarburo, pero eso se tenía que cotejar con estudios previos. La primera misión, a mediados de 2011, constató la presencia de indicios suficientes. En esa exploración, a bordo del buque Sarmiento de Gamboa, participaron una veintena de investigadores, en su mayoría de la Universidad de Vigo.

El estudio se amplió con una segunda misión, en agosto de 2011, también en el Sarmiento de Gamboa, que contó con mayor equipación tecnológica y un robot submarino -que finalmente se perdió- para rastrear el fondo con mayor detalle y extensión (1.130 kilómetros cuadrados), ya que la primera expedición descubrió otros dos cráteres próximos al Gran Burato. El resultado fue que hay indicios de la presencia de gas. Y ahí se quedó la cosa, al menos de momento.