Dice un consejero de Novacaixagalicia que se han cometido "tantos errores que da para un libro". Ninguno se ha escrito todavía sobre la efímera historia de la caja única gallega. Pero un nombre, el de Jesús Salvador Fernández Moreda, aparecerá seguro cuando alguien se anime. "Ya sabíamos que se iba a ir, en el consejo de junio lo dijo", comentan en la sede de Vigo. Y poco más aguantó. Pero no hasta el final de la caja, sino hasta el último momento en que ser vicepresidente de una caja de ahorros era accésit al poder (y a las dietas). Fernández Moreda, socialista, expresidente de la Diputación de A Coruña, exvicepresidente primero de Caixa Galicia y, hasta ahora exconsejero de la entidad fusionada, comunicó esta semana por carta su adiós.

Dejó por escrito que su pretensión era la de facilitar "el nuevo modelo de entidad". "¿Y por qué estaba? ¿Por qué entró?", ataca un delegado sindical. Bajo mandato de José Luis Méndez se dio asiento a este político lucense, que nunca ha dejado de encadenar cargos públicos desde la primera legislatura de la democracia, en el consejo de Caixa Galicia en 2006. Asumió el cargo de consejero y miembro de la comisión delegada. Se convirtió en vicepresidente primero. Sus dietas no dejaron de crecer hasta ahora, que decidió marcharse demasiado tarde.

"¿Quién le discutía algo a Méndez? Nadie, y menos Moreda", apunta un trabajador de la ex Caixa Galicia. "Poder puro y duro, entraba la gente de la caja por la puerta y se ponían las alfombras rojas". Moreda, exbarón del Partido Socialista, defendió la fusión como muchos en A Coruña y se contradijo como pocos en Novacaixagalicia. Uno de los consejeros procedentes de la caja del norte que aún permanece en la entidad cree que "a un político puedes fiscalizarlo en unas elecciones, pero no si tiene carguitis en instituciones como las cajas. A cobrar y a mandar, y nada más".

El pleno de la corporación coruñesa €del que aún forma parte, en la oposición€ pidió la dimisión en pleno de todo el consejo de Novacaixagalicia tras saltar el escándalo de las indemnizaciones. Votó a favor y se desdijo. "No querría atacar a sus compañeros de silla", ironiza un trabajador. O no querría perder su poder, su vicepresidencia segunda. Su posición. "Hasta que no saltó que Novacaixa iba a ser fundación, que no tendría políticos y que no cobrarían este señor se olvidó de todo", coincide un compañero del consejo. "En la reunión de julio ni se preocupó de saber cómo eran los trámites para la fundación". Diez días después mandó una carta. La silla, aún caliente, era solo una butaca cualquiera.