La previsión personal que el número dos de Novagalicia lanzaba sobre la evolución del negocio en el arranque del proyecto capitaneado por José María Castellano finalmente quedó lejos de cumplirse. "El banco va a estar en resultados positivos todos los trimestres futuros. Serán más altos o serán más bajos. Mi previsión", remarcaba César González-Bueno. Claro que por entonces, aún en la campaña para elegir el nuevo inquilino de Moncloa, del exquisito decreto de saneamiento para el lastre del ladrillo no había ni rumores. El pasado ejercicio dejó los primeros números rojos en la historia de una entidad financiera heredera de la discutidísima fusión de Caixanova y Caixa Galicia. Un resultado negativo de 186,179 millones de euros, que serían todavía más abultados, por encima de los 239 millones, sin contar el efecto de la devolución de impuestos. ¿Todo a causa de los esfuerzos de limpieza interna de la cartera inmobiliaria?

Parte de la explicación, sin duda, a lo que se une el evidente freno en la actividad. El volumen de depósitos se redujo durante 2011 un 4,4%, un total de 2.145 millones de euros, y hasta un 7,8% los créditos en vigor, donde el recorte roza los 4.100 millones de euros.

El comportamiento de las principales partidas del pasivo y el activo de la entidad no es realmente nuevo. En el primer caso, Novagalicia siempre hizo hincapié en que el capítulo de los depósitos a la clientela incluye también operativa mayorista y que ahí, y no en el ahorro del pequeño inversor, se centra la caída. Para argumentar el otro importantísimo descenso, el cierre del grifo del crédito, la dirección apela a la tijera en las grandes operaciones y el sector constructor, sin efecto, según sus explicaciones, tanto en familias como en pymes. Pero lo cierto es que los dos son parámetros clave en la cuenta de resultados, especialmente en estos momentos de enfrentamiento comercial sin precedentes en el sector para aprovechar la sombra de debilidad que merodea a Novagalicia y el resto de bancos nacionalizados o intervenidos.

Con una caída de dos dígitos en todos los márgenes del negocio, el balance que en la madrugada del viernes al sábado publicó Novagalicia refleja un desplome generalizado en las cuentas. El resultado de explotación –todo un termómetro interno de la salud financiera, fruto de aplicarle al negocio puro el coste de personal y administración–, antes de provisiones, se mantiene en positivo, con casi 75 millones de euros. Pero incluso en ese caso es hasta un 85,4% menos que en 2010.

A partir de ese escalón de la contabilidad, la entidad empiezan las pérdidas. Los 223,6 millones de provisiones y saneamientos directos para activos financieros llevan el resultado de actividad a -148,6 millones de euros, una caída del 635%, que deriva en un beneficio antes de impuestos de -239,2 millones de euros. El consolidado, que incluye la aportación correspondientes de la cartera de participadas y el válido oficialmente, arroja unas pérdidas ligeramente menores –gracias al efecto fiscal– de -186,2 millones, de los que -168,7 millones corresponden a la entidad dominante. Es decir, el banco.

La comunicación remitida a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) con el avance de las cuentas de 2011 y la decisión del consejo de administración de la entidad de ofrecer una subasta completa por el 90% del FROB o un concurso parcial de al menos el 20% para inversores minoritarios –en cualquiera de los casos bajo el paraguas de un Esquema de Protección de Activos (EPA) que blinde la inyección de los futuros accionistas– destaca especialmente que las pérdidas responden a los 2.050 millones en saneamientos. Especialmente en el riesgo inmobiliario, de lo que cojea la entidad desde la integración de las dos cajas. Ni siquiera la optimista, y como el tiempo evidenció, errónea due diligence encargada por la Xunta para forzar la operación escondía el enorme quebradero de cabeza que suponía la exposición inmobiliaria.

Ya durante el matrimonio, y según consta en los informes previos a la bancarización, la limpieza de activos se elevó a más de 3.000 millones. En las últimas semanas, según confirman fuentes de Novagalicia, la dirección revisó toda la contabilidad de la integración. A falta de detalles en el documento que consta en el supervisor bursátil, una parte importante de la limpieza se habría cargado contra patrimonio.

Insuficiente

El esfuerzo de saneamiento, sin embargo, no es suficiente para cumplir con el decreto impuesto por el Ministerio de Economía. Los cálculos de Novagalicia sobre el impacto de la normativa a la vista de su carteras de inmuebles y préstamos ascienden a 2.340 millones de euros, de los que 1.600 millones corresponden al refuerzo de provisiones –395 para la genérica de los créditos a promotores sin riesgo, 595 millones por las dotaciones adicionales sobre los que sí están en mora y 610 de saneamiento– y 740 millones a capital para el extra destinado a viviendas sin terminar y suelo ante la paralización del mercado.

La última radiografía sobre la dimensión de la exposición inmobiliaria en la entidad se remonta a septiembre. La financiación a empresas inmobiliarias superaba los 11.100 millones de euros, con un 26,9% de dudosos y un 43,9% junto a los subestándar. Las hipotecas sumaban 14.876 millones de euros, aunque con una tasa de impagos realmente baja, del 1,67%. Los activos adjudicados como pagos de deuda se movían entonces en 2.850 millones de euros –en valor neto contable, es decir, una vez aplicada la cobertura, de 871 millones–, el 46% atrapado en suelo.

Demasiada carga ante las nuevas reglas de Economía, como demuestra el reconocimiento de las pérdidas por parte de Novagalicia, que defendía tras la entrada en vigor del decreto su capacidad para cubrir el déficit de provisiones y capital por sí misma e "íntegramente" este año. Sin recurrir a la opción de prorrogar la cobertura en 2013 reservada para las fusiones. El planteamiento inicial de la dirección del banco apostaba por recurrir a venta de inmuebles, el propio balance –insuficiente, como demuestra el de 2011– y el plan de captación de inversores, del que depende absolutamente todo su futuro.