"Dolly" acaparó los flashes y generó debates en todo el mundo, pero el primer animal clonado había nacido treinta años antes bajo la modesta apariencia de un renacuajo. Desde la presentación de la famosa oveja a finales de los noventa, los científicos han "copiado" varias especies del reino animal, en algunos casos para salvarlas de la extinción. Corea del Sur, cuyos principales aeropuertos son patrullados por canes policía clonados, es uno de los países que junto a EE UU más invierte en estos estudios. La Universidad Nacional de Seúl (SNU), que logró el reto de clonar al primer perro en 2005, persigue ahora la manipulación de vacas para que su leche sea una fuente de fármacos contra enfermedades degenerativas como la artritis reumatoide. La científica gallega Begoña Roibás (Lugo, 1982) trabaja en este proyecto pionero liderado por el departamento de Veterinaria, "un top mundial".

El trabajo, todavía en fase experimental y en el que colabora la Facultad de Medicina, se basa en la manipulación genética de las vacas para que produzcan en su leche un determinado tipo de proteína, la interleukina, que está detrás de la respuesta inmune del organismo y cuyo descenso en pacientes con lupus o artritis reumatoide los hace muy vulnerables.

La investigadora lucense se incorporó en enero de 2010 al grupo, bajo la batuta del profesor Jang, para desarrollar las líneas celulares que harán posible la vaca transgénica. Les quedan unos años por delante para lograrlo y después tendrán que purificar las proteínas de su leche y hacer estudios inyectándolas en animales antes de comprobar si también funcionan en los pacientes.

Ya se han realizado estudios similares con ratones, aunque para obtener otro tipo de proteína. "Lo interesante de las vacas es que producen mucha leche para utilizar como medio de cultivo y además, al tratarse de una secreción externa, es muy sencillo conseguirla, por lo que el proceso para lograr la interleukina sería mucho más rentable", destaca sobre su atractivo económico para la futura producción de fármacos.

Begoña pertenece al mismo laboratorio del que fue expulsado el profesor Woo-Suk, tristemente célebre en todo el mundo tras haber anunciado de forma fraudulenta la primera clonación de células madre humanas: "Aquí nadie habla del tema porque para ellos es una vergüenza. Quieren ser los mejores a toda costa y él deseaba ser el más rápido. Pero no era mal científico ni iba mal encaminado".

Su engaño y las informaciones no siempre estrictamente científicas en torno a "Dolly" y los sucesivos clones que han ido apareciendo alimentan muchos debates éticos en torno a estas técnicas. "La investigación con animales genera mucha controversia, pero es algo necesario. Estoy a favor de la clonación siempre y cuando se haga de forma razonable y en beneficio de la humanidad. La gente se pone en unos términos que son unos disparates. Se trata de un proceso largo y muy caro y no obtendremos cuatro vacas clonadas de repente. Ni es así ahora, ni lo será nunca", aclara.

Begoña defiende "la capacidad de raciocinio y los valores" de los científicos, aunque también aboga por la existencia de una regulación ética: "Todavía no estamos cerca de curar enfermedades con células madre, pero habrá que desarrollar unas normas y estoy segurá de que las habrá. De hecho, ya se han investigado otras fórmulas, como la obtención de células madre a partir de la piel, para que no existan problemas éticos".

Licenciada en Biología Molecular y Biotecnología por la universidad compostelana y en Bioquímica por la de Granada, Begoña trabajó en un hospital sevillano y en un centro del CSIC antes de marcharse a Toronto por un año para mejorar su inglés. La casualidad hizo que el padre de la familia que la acogía trabajase en el hospital Mount Sinai y así empezó a colaborar con un grupo de investigación sobre manipulación genética y tumores cancerígenos, además de trabajar como traductora voluntaria con pacientes sudamericanos. Meses después de regresar a España, su exjefe canadiense le planteó la posibilidad de fichar por el grupo surcoreano y muy poco tiempo después aterrizaba en la ciudad que "no duerme".

Poco occidentalizada

"Tienes que acostumbrarte a encontrarte con gente por todas partes y a todas horas. Hay tanta que no puedes ni andar. Los tres primeros días puedes pensar que es una ciudad muy occidental, pero no es así. En Tokio viven tres mil españoles, en Seúl somos doscientos cincuenta. A pesar de que se está produciendo un cambio muy rápido, la cultura está muy arraigada", comenta.

Begoña cuenta con un guía experimentado para entender el país, su novio Kwang, y asegura que algunas de las tradiciones que más le gustan a los españoles son el Jim Jil Bang, la sauna coreana, y su excelente comida.

Entre los aspectos menos agradables de vivir en Seúl se encuentran los impredecibles vecinos del norte. "La frontera está a unos 50 kilómetros y cuando atacaron la isla en noviembre yo estaba muerta de miedo, pero aquí se lo tomaron con la mayor tranquilidad del mundo porque están acostumbrados", relata. También le ha llamado la atención la jerarquización social: "En la Universidad hay tanta presión que los estudiantes duermen allí mientras que el profesor es tratado como una eminencia. Lo bueno es que en inversión están a años luz de España, pero a terriña tira y tengo en mente volver, aunque no sé cuándo porque el panorama no es muy alentador".