¿Es discriminatorio crear aulas en exclusiva para los alumnos que superen el 8 de nota media? ¿Permite dar este paso la Ley Orgánica de Educación, que defiende un sistema democrático, inclusivo y equitativo? ¿Por qué no incentivar a los mejores alumnos, para que desarrollen al máximo sus capacidades, como sí se hace con los alumnos que necesitan apoyo por no alcanzar el nivel exigido? ¿Es compatible competir con convivir?

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, tras anunciar hace unos días la idea de establecer un Bachillerato de Excelencia en determinados institutos destinado a los estudiantes con mejores calificaciones, va más allá en su propuesta y ayer se refirió a la creación de "aulas de excelencia" en todos los centros educativos madrileños de Enseñanza Secundaria. Si bien la Consellería de Educación evita pronunciarse de momento sobre la propuesta de Aguirre, la medida ha abierto un antiguo debate entre la comunidad educativa gallega, el de separar o no tras años de inclusión. Una integración que, según destacan algunos expertos, impide el acceso a la excelencia y a la calidad, con el riesgo de caer en la mediocridad con un 30% de fracaso escolar. ¿Pero se arregla esto separando a los mejores para que avancen y no se aburran? Como referencia en el panorama internacional, Finlandia es el sistema educativo más equitativo, no segrega y obtiene los mejores resultados en el informe PISA. Alemania sí separa por niveles y ocupa el décimo puesto (España el nº15).

La reacción de la comunidad educativa gallega es desigual, con tres posturas diferenciadas: mientras que los representantes de la enseñanza concertada están a favor del Bachillerato y las aulas de excelencia, los que defienden un sistema 100% público hablan de "disparate educativo y social". Una tercera corriente de opinión defiende "clases de apoyo" para los excelentes, fuera del programa habitual.

Para José Francisco Martínez Reboiras, secretario regional de la federación española de colegios religiosos (FERE-Galicia), el Bachillerato de Excelencia no pretende discriminar, sino apoyar a los alumnos con mayores inquietudes de estudio y tampoco es un proyecto contrario a ayudar a los estudiantes con menos calificaciones. "Primar los logros y el esfuerzo no quiere decir que se deje de trabajar con quienes tienen más dificultades", argumenta Reboiras, quien añade que Galicia todavía tiene pendiente que el Bachillerato sea gratuito en todos los centros concertados. Según Joaquín Pereira Somoza, director del colegio Montecastelo de Vigo y representante de CECE-Galicia, "cualquier medida que fomente el logro y el esfuerzo es positiva". "La vida está llena de procesos de selección: para acceder a las carreras universitarias, por ejemplo, se necesita nota; en las oposiciones también se compite. El Bachillerato de Excelencia es una selección normal para homogeneizar el ambiente y facilitar a estudiantes el mayor desarrollo posible. Lo que sí sería discriminatorio es que unas comunidades lo tengan y otras no", sostiene Somoza.

Para Jorge Villarino, presidente de las APA de los colegios concertados, no es discriminatorio porque sería voluntario y basándose en un criterio académico, no arbitrario. "Es la búsqueda de la mejora de la calidad. Los centros de alto rendimiento son habituales en países como Francia, Gran Bretaña o Estados Unidos. Aquí, por ejemplo, en las universidades hay note de corte y no se ve discriminatorio. Los mejores deben tener facilidades para potenciar sus capacidades en vez de aburrirse en clase", argumenta Villarino. Según Agustín Dosil Maceira, profesor de Psicología de la Educación en la USC, "existe un principio en mi área que dice que al alumno se le deben dar las oportunidades para que crezca y se forme". "La educación debe ser personalizada. La propuesta de Madrid no nos debe escandalizar, depende de cómo se lleve a cabo; hay que hacerlo pensando en el desarrollo personal del estudiante y el beneficio de la sociedad", indica.

Selección versus inclusión

"Se transmite el mensaje de que no importan las actitudes, solo competir. La experiencia nos dice que alumnos medianos muy interesados en algo llegan a ser brillantes y que alumnos con excelentes capacidades pueden acabar siendo mediocres". Lois Ferradás, decano de la Facultad de Ciencias de la Educación, está en contra. Al igual que el profesor Alberto Barreiro, del Departamento de Didáctica en Uvigo: "Apuesto por la enseñanza inclusiva. Hay que atender por igual a los alumnos buenos y a los que tienen limitaciones y siempre hay fórmulas sin la segregación que supone que los mejores estudien en un centro propio. Así se eligen a los mejores alumnos y a los profesores más preparados: crearía centros de primera y de segunda".

Xosé Cabido, del sindicato STEG, defensor de la inclusión, afirma que darle a cada alumno lo que necesita se arregla reduciendo las ratios profesor alumno: "la consellería va al máximo permitido: 30 en Secundaria y 25 en Primaria, repetidores aparte". Según Manolo Ojea, profesor de Ciencias de la Educación, la clave está en ofrecer clases de apoyo a los que presenten mejores notas, "así se les incentiva y no se segrega". Para José Manuel Suárez, presidente de los pedagogos de Galicia, "dividir a los alumnos por nivel, etnia o lengua no es bueno y acaba reflejándose en la sociedad. Además, las sinergias para mejorar se crean entre todos en la clase", concluye.