Dudó entre la Física y la Filosofía cuando acabó el Bachillerato, no en vano, ambas disciplinas, tan alejadas en los actuales planes de estudio, permanecieron ligadas desde sus orígenes hasta el Renacimiento. Leticia Cunqueiro (Vigo, 1981) acabó decantándose por la primera y ahora, a igual que hacían aquellos pensadores griegos, busca respuestas al origen del universo en el gran acelerador del Laboratorio Europeo de Física de Partículas (CERN) de Ginebra.

Por exigencias de su carrera investigadora vive "a caballo" entre la ciudad suiza y Roma, donde está adscrita al Instituto Nacional de Física Nuclear de Italia. Esta institución forma parte del proyecto Alice que se desarrolla en el CERN y en el que participan más de un millar de científicos de una treintena de países, entre ellos, algunos integrantes del grupo del catedrático compostelano Carlos Pajares, en el que Leticia hizo su doctorado. "La formación en Santiago es buenísima y está al nivel de cualquier otra universidad internacional", defiende.

El experimento intenta reproducir el estado de la materia que, según los modelos cosmológicos actuales, se produjo "en los primeros microsegundos del universo". Para ello recrean "mini Big Bangs" en el anillo de 27 kilómetros del LHC, donde hacen colisionar núcleos pesados a velocidades próximas a la luz. "Se genera una temperatura tan alta que la materia nuclear transita a otro estado diferente, el plasma de quarks y gluones, que es una "sopa" donde estos constituyentes están libres", explica.

El problema es que, debido a su efímera existencia, el plasma no puede ser observado en los detectores. La materia se enfría rápidamente y los físicos deben buscar pistas en las partículas finales que resultan del choque. Una de las más importantes la constituyen los jets, el campo en el que Leticia es experta: "Son sprays de partículas de alta energía que se producen en la colisión y que atraviesan el plasma de quarks y gluones". De su estudio se puede obtener, entre otras muchas cosas, información sobre la temperatura y la densidad de esta materia caliente que dio origen a nuestro universo.

Leticia forma parte de la legión de científicos que analizan los datos que engrosarán nuestro conocimiento. "Solo estamos al principio. Aquí hay física por hacer durante los próximos quince años. Algunos investigadores llevan décadas esperando al acelerador, por eso hay mucha expectación y energía. Los experimentos no son jerárquicos y, entre tanta gente, tienes que imponerte para hacer ver tus resultados. Es una gran oportunidad participar en un momento histórico de la Física", explica sobre el entusiasmo que se vive ahora mismo en el CERN.

En un día de actividad, el acelerador genera alrededor de veintisiete terabytes de información, cuando en uno solo se podrían almacenar 250.000 canciones en MP3. "El flujo de datos es gigantesco y se han tenido que desarrollar nuevas tecnologías para almacenarlos y que la gente tenga acceso a ellos", comenta.

Estos desarrollos son algunos de los efectos secundarios del mayor acelerador nunca construido. "Se han invertido miles de millones, pero la ciencia básica siempre devuelve cosas a la sociedad. En el CERN se desarrollaron la web y las tomografías", recuerda.

Nieta de uno de nuestros escritores más universales, Leticia es una gran aficionada a la lectura, aunque cuando está en Ginebra la ciencia ocupa casi todo su tiempo: "El CERN es mi santuario de trabajo. Para mí la ciudad es muy aburrida, porque no me gustan las montañas, prefiero pasear por Roma y visitar exposiciones".

Califica de "esperpéntica y complicada" la actual situación política del país –"El otro día Umberto Eco decía que Italia representa el fin de las democracias", apunta– y lamenta los "recortes horribles" que el gobierno de Berlusconi ha perpetrado contra el sistema de investigación. "La situación es de precariedad. No hay plazas y los salarios son obscenos. Pero a pesar de esta penuria política la participación en el experimento Alice es altísima", respira aliviada.