Los municipios no sólo comprueban cómo envejece su población año tras año, sino que también sufren, sin muchas opciones de frenarlo, la desaparición de sus aldeas. En los últimos diez años, se incrementó en un 25 por ciento el número de núcleos poblacionales que han quedado desiertos, pasando de poco más de mil en el año 2000 (1.064) a 1.337 a 31 de diciembre de 2009. Las provincias de A Coruña y Lugo son las que hacen crecer la cifra, con aumentos de pueblos fantasma de más del 20%. Por el contrario, en las provincias de Ourense y Pontevedra apenas ha habido variaciones respecto a los núcleos rurales de hace diez años.

Diversos motivos provocan este fenómeno de despoblación, pero, cruzando los datos del año 2000 y los de 2009, se produce un efecto contagio en los ayuntamientos que ya tenían alguna aldea abandonada hace una década. Son pocos los que se incorporan a la larga lista de municipios con pueblos vacíos. Es el caso de Ortigueira, que tiene 95 núcleos de este tipo, 25 ganados en los últimos diez años. O As Pontes, con 74 pueblos fantasma, 14 nuevos desde 2000.

Lugo ocupa la primera posición en el ranking de aldeas abandonadas en Galicia, con 565 contabilizadas el año pasado, casi un 39% más que en 2000, cuando se aglutinaban en el recuento 413. Además, 228 pueblos que se quedaron vacíos durante los últimos años.Lourenzá y As Nogais entraron en estos ejercicios en la lista y municipios como Sober, que solo tenían a principios de la década un núcleo abandonado, ya registran ocho.

En A Coruña cuatro ayuntamientos logran salir del registro -Cambre, Ferrol, Padrón y Teo- y en cambio se incorporan, aunque solo con una aldea despoblada, otros cuatro -Ames, A Baña, A Coruña y Dumbría-. El balance de la provincia se salda con 533 núcleos deshabitados en 2009 frente a los 431 de 2000, lo que supone un incremento del 23%.

En el polo opuesto se encuentra Pontevedra y Ourense, cuyos pueblos vacíos crecieron un 3% y un 15%, respectivamente, y se mantienen por debajo de la cifra de 150. En el primer caso, la variación entre 2000 y 2009 es de sólo cuatro, pasando de 123 a 127, mientras que la segunda provincia osciló entre 97 y 112. Y es que en el caso de Ourense, de los 92 ayuntamientos que tiene en total, unos 40 sufren la despoblación y en Pontevedra, solo una treintena de los 62. En cambio, en A Coruña 70 de sus 93 concellos sufren este fenómeno y en Lugo sólo quedan cinco que se salvan de tener una aldea fantasma en su territorio.

Aunque los datos podrían hacer creer que esta tendencia afecta más a las provincias del norte, lo cierto es que, según los expertos, solo demuestra que en Ourense la “inercia” comenzó hace más de dos décadas, por lo que el crecimiento se estancó en los últimos años. “En A Coruña la despoblación es más reciente y por eso hay cifras más altas”, explica el profesor de la Universidade da Coruña, Raimundo Otero, que apunta otra peculiaridad del caso coruñés: el movimiento de la población dentro de la provincia. “La migración interna en A Coruña acaba en A Coruña”, explica, y cree que las razones podrían ser las posibilidades de trabajo en ciudades o pueblos mayores y las mejores comunicaciones por carretera. Por el contrario, el docente universitario reconoce su preocupación por la situación de Lugo y Ourense, cuyo envejecimiento y despoblación es más alarmante desde hace más tiempo. La población, según apunta, emigra fuera de la provincia e incluso de la comunidad. Las infraestructuras que en otras zonas ayudan a mantener las aldeas no servirían ya en estos casos: “Ya hay muchas carreteras hechas;si se hubiera hecho hace 25 años se podría haber evitado, pero ahora lo más importante es que no desaparezcan las explotaciones ganaderas”.

Jóvenes

El relevo generacional en el sector primario y la “valoración” de esta profesión sería, según el experto, una de las maneras de frenar el éxodo de jóvenes de los pueblos. “No pueden estar pensando que una fábrica de ladrillos se asiente en su zona, pueden también pensar en heredar las explotaciones, y no lo están haciendo”, denuncia, y critica que, ante la falta de acciones en este sentido, el tejido industrial y económico de la mayor parte de Ourense y Lugo está “desarticulado”.

Otero lamenta que los fondos europeos de años pasados no sirvieran para “dinamizar” las zonas más vacías de Galicia y censura que lo único que se impulsaron fueron casas rurales. “Las políticas de desarrollo rural no estuvieron bien encaminadas”, opina.

Como primera causa de la proliferación de aldeas abandonadas, Otero apunta el envejecimiento de la población gallega que, asegura, habría provocado, con unas buenas medidas, un menor número de pueblos fantasmas de los que se registran en la actualidad. Sin iniciativas bien encaminadas, añade, la cifra se ha disparado. Los mayores de 65 años, por su parte, siguen escalando puestos en los índices demográficos y, advierte el docente, “la natalidad impone su propia ley”.

La concentración de servicios en grandes ayuntamientos o núcleos de población también ha dado lugar a la migración interna, dentro de los municipios o de las comarcas, en busca de “mejor calidad de vida” con las prestaciones que los vecinos no pueden encontrar en sus pequeñas aldeas. Esas aldeas que se quedan vacías.