Dicen que el saber no ocupa lugar, aunque solo se trata de una frase hecha, porque la Biblioteca de Galicia dispone de catorce mil metros cuadrados útiles -poco más que dos campos de fútbol-, unas dimensiones que quizás en el futuro se le queden pequeñas a un lugar que aspira a reunir todo el conocimiento impreso sobre Galicia. Tanto es así que las obras de ensayo y las creaciones de los escritores gallegos más insignes conviven con carteles de cine, invitaciones de fiesta o cartas de menú. ¿Por qué? Porque todos cuentan la historia de Galicia. Es lo que en la jerga de los documentalistas se llama miscelánea o efímera, y ahí también se pueden encontrar envoltorios de chocolate litografiados o litografías en papel de lata para publicitar latas de conserva.

En esos catorce mil metros cuadrados, conviven desde una edición príncipe -la primera- de Rosalía de Castro a manuscritos de Murguía pasando por libros de Seoane realizados sobre madera. Y también donaciones de intelectuales y eruditos gallegos, que han legado sus colecciones de mapas o las obras leidas en toda una vida, aunque éstas versen sobre Australia o la malaria en África. Ésta es la Biblioteca de Galicia y sus benefactores son gallegos.

Todo será de acceso gratuito, incluidas las mejores enciclopedias del mundo, como la Británica y que no pueden permitirse bibliotecas más pequeñas. Y si buscan algo que no tienen allí, pregunten, porque un equipo de treinta empleados sabrá dónde encontrarlo.

Los libros no se llevan a casa

Aunque a los tesoros bibliográficos, por ejemplo el libro más antiguo de la Biblioteca, un volumen del siglo XVI, solo podrán acceder los investigadores, cualquiera que lo desee podrá a partir del 11 de enero ir a la Biblioteca y disfrutar, en algunas de las salas de lectura diseñadas por Peter Eisenman, de un fondo que arranca, solo en monografías y libros, sin contar prensa, con más de 250 mil volúmenes.

Claro que la Biblioteca de Galicia no es una biblioteca convencional, sino una “biblioteca de bibliotecas”, un proyecto que sueña con emular a la del Congreso de Estados Unidos. Así que no se podrán llevar a casa los libros -solo se prestará a otras bibliotecas- ni tampoco los centenares de miles de ejemplares de la hemeroteca. Como explica su director, Daniel Buján, en el Gaiás se guardan todos los periódicos de Galicia, cada día, con todas sus ediciones. No obstante, todos los fondos se podrán consultar y, con el tiempo, no habrá ni que desplazarse hasta el complejo diseñado por Eisenman para hacerlo, ya que el objetivo es digitalizar todos los contenidos y ponerlos en la red, empezando por la prensa, “lo más delicado”. En 2011 ya se podrá acceder a un 80% de los fondos de modo virtual, ya hay colgadas un millón y medio de páginas de diarios.

Como a este tipo de centros hay que “darles algo de vida”, explica Buján, se organizarán conferencias, jornadas o exposiciones para responder al segundo mandato de este tipo de bibliotecas denominadas nacionales: difundir. Contarán con la ayuda de la sede, el edificio diseñado por Peter Einsenman, que será un atractivo para acercarse a la Biblioteca.

Como cuenta Buján, “antes solo importaba la conservación y para entrar en una de estas bibliotecas prácticamente tenías que hacerlo con una carta del Papa”. Ahora el objetivo es justo el contrario: hacer que la población sea consciente de que la Biblioteca de Galicia se encargará de “facilitar el acceso” a toda la cultura gallega. “Se trata de un desafío”, reconoce su responsable, que recuerda aún los tiempos en que el Centro Superior Bibliográfico de Galicia, nacido en 1989 y germen de la Biblioteca del Gaiás, sobrevivía en una céntrica calle de Santiago, “donde no había espacio ni para libros”. Ahora su sede estará en la Cidade da Cultura, un proyecto que ya data de 1999 y que siempre ha estado rodeado de polémica por su coste e indefinición. El 11 de enero abre sus puertas oficialmente y la Biblioteca, junto al Archivo, será su primer escaparate, pues aún no está concluido.