El futuro de la financiación universitaria

Galicia arriesga menos que Valencia en eficiencia

La comunidad valenciana lidera en España el reparto por objetivos

selina otero - Vigo

La comunidad valenciana es la más arriesgada al lanzarse, en su nuevo plan de financiación (2010-2017), a la piscina de la transferencia de dinero a las universidades según objetivos y resultados. Sus previsiones son las más ambiciosas a la hora de cambiar mentalidad y apostar por la acreditación de resultados para repartir fondos entre sus instituciones académicas. ¿Cuánto más? La financiación por resultados propuesta por las universidades y el Gobierno valenciano triplica a la planteada en Galicia.

Las tres universidades gallegas consiguieron pactar, no sin esfuerzo, el nuevo paradigma de la financiación de las universidades para los próximos cinco años: recibir dinero en función de sus resultados, de lo bien que lo hagan. Cuanto más eficientes, más presupuesto; en una lógica directamente proporcional y rompiendo los moldes de la financiación tradicional centrada en el número de alumnos, la situación de cada una de las instituciones o el coste de las titulaciones impartidas.

Es, sin duda, una motivación para incrementar la calidad, la excelencia y, a medio plazo, escalar puestos en el ranking de las mejores universidades españolas y europeas. Las directrices comunitarias van por ese camino y Galicia ha decidido dar un paso hacia la financiación del futuro, que fomenta la competitividad y la transparencia, en las líneas generales de su nuevo plan, aprovechando la expiración del anterior 2005-2010. Financiar por objetivos, sí, pero poco a poco. Esta frase definiría lo pactado por los rectores con la Xunta porque, desprenderse del pasado tampoco es fácil cuando se habla de transferencias, ingresos y arcas públicas.

Lo acordado por las tres instituciones académicas en el último Consello de Universidades es solo el inicio. En 2011, el peso del fondo estructural, el tradicional, el que permite a cada institución la cobertura de costes por su existencia (personal, instalaciones, titulaciones) todavía será de un 90% y el variable, en función de resultados y eficiencia, se limitará a un 10%. ¿El reto? Llegar a 2015, final del plan que ahora arranca, con un reparto del 70% para la parte estructural y un 30% aportado por lo que cada institución acredite (un 20% por objetivos y un 10% por nivel de calidad y eficiencia, midiendo en este apartado el saneamiento de cuentas y la transparencia alcanzada).

La Comunidad Valenciana está muy por encima. Siguiendo las directrices de la estrategia europea, al igual Galicia, se muestra más ambiciosa. De hecho, en el ecuador de su nuevo plan, en 2013, prevé que el peso de la financiación por objetivos, resultados y calidad supere el 71% (frente al 30% de Galicia en 2015), y el tirón histórico de la parte estructural se reduzca a algo más de un 28%, cuando el tope gallego con su nuevo plan se queda en un 70%. Las cifras, prácticamente se invierten. En Galicia costará más llegar a esta proporción: el arraigo al anterior sistema de financiación ha pesado más sobre la decisión de los rectores para fijar los porcentajes en el nuevo plan.

Los criterios históricos y los fondos de compensación para garantizar el equilibrio de las más jóvenes provocan todavía la reticencia de algunas instituciones gallegas a arriesgar y aceptar la mayor financiación posible en función de su trabajo. "Ojalá pudiésemos llegar al techo de Valencia pero aquí ya costó sacar adelante un cambio de criterio, empezando prácticamente desde cero", argumenta el rector de la Universidade de Vigo, Salustiano Mato, quien asegura que quizás Galicia llegue en 2020 a un 60% de financiación por resultados y un 40% de fondo estructural.

Aún así y, siete años después de que la comunidad valenciana alcance ese 71% por objetivos, las universidades gallegas estarían por debajo en porcentajes en la financiación de moda para un futuro próximo.

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