Los gallegos que emigraron durante el siglo pasado e incluso el anterior crearon, sin saberlo, una extensa red internacional de contactos que parece trascender eternamente. Es un efecto natural de los flujos migratorios: lo mismo aconteció con irlandeses, portugueses o italianos a través de sus vínculos en Estados Unidos, Inglaterra, Francia o Brasil.

Hace casi tres años que Cristina Caamaño, de 33 años y natural de Santiago de Compostela, dejó Galicia para trabajar en Argentina. Su empleo venía de la mano de la herencia institucional resultado de tantos años de relación entre la diáspora y la Administración gallega. Trabajó en el Departamento de Cooperación de la Xunta durante un año y, finalizado su contrato, decidió quedarse en Argentina porque le gustó.

Caamaño es de las que tiene lazos en la diáspora "por todas partes". Ella misma nació en Suiza y, tras pasar infancia y juventud en Compostela, trabajó en otros lugares para abrir mente y hacer currículum. "Tengo tíos en Brasil. Mis padres estuvieron en Venezuela, Francia y Suiza. Aquí en Argentina están mis tíos y mis primos. Y ahora también tengo pareja. Estoy muy arropada, es que, realmente, me siento como en España, rodeada de gallegos", narra Caamaño desde el corazón del país del tango.

A diferencia de las migraciones de abuelos, padres o tíos, en la actualidad, los jóvenes gallegos que emigran no solo acreditan mejor formación académica o profesional, sino también una mayor capacidad de comprensión y adaptación rápida a entornos sociales distintos a los de su país de origen. Así lo explican expertos especializados en el estudio de las corrientes migratorias de Galicia a través de los siglos y hasta la actualidad.

Cuando a Cristina, licenciada en Pedagogía y posgraduada en Cooperación Internacional, se le acabó su tarea en el Departamento de Cooperación de la Xunta, se embarcó en otro proyecto: una ONG. Y desde entonces vive entregada a la ayuda y apoyo a embarazadas de alto riesgo, el cuidado materno infantil y la lucha contra la mortalidad prematura en el Cono Urbano Bonaerense. A diferencia de los emigrantes de antaño, los actuales visitan Galicia dos o tres veces al año, en vacaciones. "La vida es muy diferente en Buenos Aires. Estás arropada pero es complicado encontrar un trabajo con buen sueldo y, en la capital, los alquileres y la vida está cara. Echo de menos las tapas y los vinos de Santiago. Y sobre todo a mis sobrinos y amigos", dice.