"Cuando venga mi padre te vas a enterar". "Si me expulsas te denuncio; no podemos estar en los pasillos". Diez años atrás sería impensable dirigirse a un profesor con semejante dureza. Hoy, el entorno escolar se ha vuelto más hostil y el comportamiento de algunos alumnos y alumnas, sobre todo en Secundaria, es "incontrolable" y entorpece continuamente el desarrollo de una clase y, en definitiva, el fin último de la educación: enseñar y aprender. Los docentes perciben "una fractura social". Muchos profesores se sienten "desamparados y desprotegidos" al enfrentarse a un aula conflictiva.

Impotencia, estrés, desesperación y, en ocasiones, baja por depresión. Es lo que sienten los docentes que viven situaciones complicadas en sus aulas debido a conductas disruptivas de algunos alumnos, aunque de momento, en Galicia, "todavía son casos aislados". Cuando las faltas de respeto van más allá, ¿qué puede hacer un profesor?, ¿cómo defenderse?, ¿a quién acudir? Si se produce un conflicto imposible de arreglar en un careo, Inspección Educativa debe poner orden. Pero, normalmente, los trámites retrasan la solución. La Justicia es otra de las alternativas. Aunque la mayoría trata de evitar denuncias por agresión o acoso, las primeras sentencias que salen en defensa del profesor son más que significativas. La ley protege al docente como "autoridad pública".

En Canarias, un juez acaba de condenar a una alumna que agredió a una profesora a nueve meses de libertad vigilada, con tratamiento psiquiátrico y prohibición de aproximarse a la víctima a menos de cien metros, además del pago de una indeminzación. Es la primera vez en España que una sentencia considera al profesor como una autoridad, lo que permite a la Justicia castigar al agresor o agresora, en este caso una estudiante, "por delito de atentado". Este fallo judicial, además de sentar precedente, permite elevar la pena por pegar a un maestro.

¿Sería posible en Galicia una sentencia de este tipo? Si la denuncia se tramita por la vía penal sí, según el sindicato ANPE. Además, existe una instrucción específica de la Fiscalía Superior de Galicia que ordena que las agresiones contra profesores de la enseñanza pública se contemplen como un delito de atentado a la autoridad y funcionario público. Según ANPE, el sindicato que puso en marcha el teléfono del Defensor del Profesor, hasta el momento no ha habido ninguna sentencia similar. Sí se ha iniciado un proceso judicial por parte de un director que fue agredido por una madre en la provincia de A Coruña hace dos años. En la actualidad, se está tramitando por la vía penal. Según la legislación, agredir a un funcionario público en el ejercicio de su labor puede comportar tres años de prisión; agredir a una autoridad, cuatro y, a un cargo político electo, incluso seis. Un profesor de Secundaria, Antonio García Teijeiro, un alumno de Bachillerato, Gabriel Pérez, y una madre en representación de las APA, Bertila Fernández, analizan para FARO las relaciones entre profesor, padres y alumnos en la escuela actual.

¿Cómo se soluciona en los centros un conflicto entre alumno y profesor?

Antonio.- El jefe de estudios trata de arreglarlo a través del diálogo. Se comunica el caso a los padres y al Consejo Escolar. Si no se soluciona con las palabras, es necesario nombrar un tutor y se realiza un careo entre profesor y alumno. Inspección exige un procedimiento muy complicado. Al profesor le queda poco margen de maniobra.

Bertila.- Antes de llegar a la expulsión se intenta arreglar. Porque incluso expulsar de clase es complicado. No se puede echar a los alumnos de las aulas. Es más, yo creo que con la expulsión del centro por unos días no se arregla el problema de base, ya no es como antes. Algunos colegios ponen una clase con un profesor para los alumnos que se portan mal, invitando a la reflexión. Se empieza por privar de actividades extraescolares. También se ha intentado, a través de los programas de convivencia, los trabajos para la comunidad escolar. Pero muchos padres no estaban de acuerdo.

Gabriel.- En mi colegio los alumnos que cometían una falta tenían un castigo como limpiar el patio, arreglar los destrozos o pintar paredes. Pero no estaba bien visto por los padres. A muchos alumnos les da igual que les expulsen durante tres días. Yo fui mediador de mi instituto mediante el programa Aprender a Convivir, del profesor Suso Jares, ya fallecido, y se arreglaban mejor las cosas hablando que con las medidas de fuerza. Me quedó una frase muy bonita que él pronunció un día: "Seamos duros con los problemas pero sensibles con las personas".

¿Qué faltas son más comunes? ¿Es bueno que la Justicia considere al profesor como autoridad para su defensa?

Antonio.- Yo diría que las interrupciones para dar la clase.Y no es raro que te contesten: ´A mi no me puedes echar´. Luego puede haber insultos puntuales pero las agresiones son una excepción en Galicia, o eso es lo que yo percibo. Estamos desprotegidos y solos, en ese aspecto. Además, el profesor está muy poco valorado. No está demás que la Justicia tenga instrumentos para defender al docente, claro que no. Sin embargo, veo muy lejos a Galicia de una sentencia como la de Canarias. En ese caso sí que el docente debería ser trasladado de centro para poder seguir ejerciendo. La escuela es un reflejo de lo que ocurre en la sociedad. ¿O no hay niños que con ocho años insultan a sus padres o familiares?

Gabriel.- Hay alumnos que faltan continuamente al respeto en clase al profesor. También hay padres que lo hacen y no están de acuerdo con nada, sólo protegen a sus hijos. Los casos de forcejeo son puntuales. Pero se evitan antes de que llegue a más. Al menos es lo que yo he vivido. Cada colegio suele tener un reglamento de faltas graves y leves. Normalmente a las tres faltas de orden te expulsan del centro tres días. Si reincides, pueden expulsarte un mes. Pero los alumnos no tienen sentimiento de culpa ni de arrepentimiento por ser enviados a casa. Al contrario, la gente poco respetuosa, que le das una mano y coge un brazo, se alegra por los días libres sin tener que ir al colegio. Yo apuesto por dialogar antes de llegar más allá: he comprobado que es la única forma de arreglar las cosas. Yo medié en tres casos y todo salío bien.

Bertila.- Luego de las expulsiones, si el alumno no reacciona, la Administración puede ordenar un cambio de centro. Pero esto ocurre muy pocas veces. Y, realmente, no tiene mucho sentido porque es echar balones fuera y no se arregla nada. Además, los alumnos van marcados de antemano. Mucha culpa del comportamiento de ciertos alumnos con conductas disruptivas la tienen los padres, por no asumir la parte que les toca en la educación de los hijos. La educación empieza en la cuna y no podemos responsabilizar a los profesores y a la escuela de una educación que ha de ser compartida. Desde mi punto de vista, la justicia es la última vía. Y hay miles de caminos, trabajando en programas de conviencia, para evitar llegar a agresiones. Quiero precisar que tampoco hay que alarmar. Las agresiones aquí son muy escasas.

¿Por qué se produce una fractura social profesor-alumno?

Antonio.- El comportamiento en las aulas es un reflejo del comportamiento de la sociedad. Quizás la escuela no esté preparada para asumir tantos cambios en tan poco tiempo. A los alumnos les faltan modelos, referentes sociales, diálogo... Hai que ayudarles a pensar, a ponerle freno a determinadas actitudes. Los profesores tenemos demasiada responsabilidad, aunque a veces también tenemos que hacer autocrítica y ver si nuestras clases conectan con los intereses de los estudiantes. No es fácil. Además, lo que vale en casa no siempre vale en la escuela. Parece que nada les emociona, pero no es cierto, sí hay cosas que les gustan. Hay que buscar la manera de que se interesen. Portarse mal en clase y faltar al respeto es una señal de rebeldía, de falta de afecto. Muchos padres también tienen miedo y no saben cómo reconducir la actitud de los chavales. Pero también es cierto que hay padres que nos ven como enemigos, se enfrentan al profesor en la defensa de sus hijos y eso no lleva a ningún lado. Puede ser para justificar sus propios fracasos en la educación de los hijos, por el ritmo de vida.

Bertila.- Nunca puedes desautorizar a un profesor delante de un hijo. Nos hemos vuelto inflexibles y poco tolerantes. La comunicación no funciona en compartimentos aislados y buscando culpables. Debe ser un trabajo conjunto. Hay que ir a reuniones con el profesor, no sólo cuando hay un problema. Y, sobre todo, tener muy en cuenta que es el profesor el que sabe de docencia, como el pediatra sabe de medicina infantil. Cada uno en su lugar, por un bien común. Y si existe un problema, resolverlo hablando y punto.

Gabriel..- Desde que empecé la ESO, hace siete años, las faltas de respeto crecieron. A muchos estudiantes no les importa su futuro, tienen de todo, sólo quieren trabajar. Es básica la educación que recibes en casa.