No le ha gustado que uno de sus antiguos colaboradores, el alcalde de Verín, al que apoyó –dice– "incluso contra la opinión de Manuel Fraga", esté ahora jugando en el equipo contrario. Porque José Luis Baltar considera así a quienes se postulan candidatos al congreso provincial frente a su hijo José Manuel.

– La parte contratante de la primera parte ha cumplido. ¿Lo hará el resto?

– No sé a quién se refiere...

– Pues a usted, que se ha retirado de la carrera presidencial. ¿Cumplirá la dirección con su parte del acuerdo?

– Creo que no le quedará más remedio que cumplir. Yo ya he ido manifestando que haría los trámites correspondientes y el que me quiso entender en mi discurso desde hace seis u ocho meses tenía claro que yo me iba a marchar, pero quería cumplir una serie de formalidades. Hablar con el presidente de la Xunta, hablar con los alcaldes y, sobre todo, con mis colaboradores más íntimos.

– ¿Desairó usted a los alcaldes con su renuncia?

– No. Yo les dije que tenía ganas de marcharme, de dejar esto porque son muchos años y algún día tendría que marchar. Y les expliqué que era el momento. Pero también les dije que si me obligaban, no me podría resistir, porque yo también les pedí muchos sacrificios a ellos; me contestaron que querían que siguiese, pero que si yo tomaba la decisión de irme la asumirían. Y añadieron que no podían pedirme que estuviese al pie del cañón toda la vida.

– ¿Pactó su salida con Núñez Feijóo?

– Tuvimos dos entrevistas. Una fue personal, en la que me explicó las razones por las que quería que yo continuase y yo le expuse mis dudas y le pedí tres o cuatro días más. Pasado ese tiempo hablamos por teléfono y reconozco que fue en el último momento, poco antes de convocar a la prensa, para dar cuenta de mi decisión. Y entonces le dije que me iba, que el día anterior le había dado palabra de ello a mi mujer y que estaba decidido. Y él sólo me dijo "la lo sabía". Se ve que sabía más que yo mismo.

– ¿Cree que el presidente quería que usted continuase porque lo prefería a otras opciones, incluida la de su hijo?

– No. Creo que pesaba más en su ánimo la importancia de las elecciones municipales, cuyos resultados podrían ser indicativos de lo que le espera al PP en las autonómicas siguientes. Y me decía que en este momento lo mejor era la continuidad, no dar motivos para diferencias. Mi razonamiento fue diferente: precisamente, le dije, porque falta más de un año para las elecciones no va a pasar nada. Es el momento, sale un nuevo presidente, con nuevas ideas, y eso va a ser un revulsivo que quizá nos dé aún mejores resultados. Y como yo voy a seguir estando ahí, no tendremos ningún problema. Porque yo voy a seguir estando ahí, ¿eh?

– Quizá lo de su hijo como candidato no le gustó. Los socialistas hablan de dinastías...

– Los socialistas hablan de más casi siempre y en casi todo. Nadie me dijo nunca que mi hijo, por serlo, iba a tener menos derechos que cualquier otro militante de mi partido. Y a mí, como presidente provincial del PP y como militante se me puede pedir neutralidad, pero como padre no, porque la familia es la familia. Y si otro que critique esto se ve en las mismas circunstancias, que diga lo que haría él. Yo creo que con esta postura no me salgo de lo normal en un ser humano.

– Pero otro candidato, el alcalde de Verín, Jiménez Morán, ha dicho que es el hombre de la dirección, el hombre de Santiago. Eso no suena a que Núñez Feijóo sea neutral.

– El presidente de la Xunta me dijo que iba a mantener su neutralidad y yo le creo. De momento no he visto absolutamente nada en contrario. Lo que pasa es que con sus declaraciones, Jiménez Morán está poniendo en un aprieto al señor Núñez Feijóo en la medida en que dice que es el candidato de Santiago. Flaco favor le hace al presidente y a la dirección del partido, porque yo también soy persona cercana al presidente Feijóo, ¿o es que no?, y mi hijo lo mismo, supongo, porque fue Feijóo quien le pidió al grupo parlamentario que le votase para vicepresidente de la Cámara y ahora está haciendo de presidente. Creo que ahí Jiménez Morán se columpió un poquito.

– Yo le preguntaba por la neutralidad del presidente...

– Yo creo que el presidente Núñez Feijóo debería salir a decir algo de esto. Quizá no haya tenido tiempo de leer lo que dijo Jiménez o no se lo hayan pasado, ya sabe usted que hay que dar siempre un margen de tiempo. Pero personalmente me dijo que él garantizaba su neutralidad, la suya propia y la del aparato regional del partido. Yo le creo, y si no, allá cada cual.

– El congreso provincial tiene más cosas. Hay quien dice que de los galleguistas del PP quedan pocos. Usted entre ellos.

– Y por poco tiempo, además.

– No sé. ¿La boina ha muerto?

– No, mire, me gustaría desmitificar esa división, o la de los rurales y los urbanitas, porque eso salió de algo que yo dije y que se malinterpretó. Lo dije porque para mí un partido ha de ser reflejo de una sociedad viva, debe tener gente de todo tipo, gente pija, gente más ilustrada, menos ilustrada, labradores... y todos deben aglutinarse. El partido ha de atenderlos a todos y, si alguien no piensa así, está equivocado. Y para mi el galleguismo es algo intrínseco a los gallegos, todos los gallegos somos galleguistas, lo que no quiere decir nacionalistas. Porque ser galleguista es luchar por la tierra, por la lengua, amar las cosas que son propias. Y de eso no podemos abdicar nunca. Y si no lo hacemos así acabaremos mal.

– Pero usted notará, como otros, que en el PP se habla de eso ahora menos que antes.

– Quizá es que se quiera presumir de que no se es galleguista, quién sabe... Y eso sí que me parecería grave.

– Hay quien piensa que la derrota de José Cuiña en su día fue el comienzo del decaer galleguista del PPdeG.

– No creo que esa sea una cuestión de tipo personal y hablamos de una persona a la que quería y respetaba entrañablemente...

– No pocos creen que la retirada de su apoyo determinó su derrota.

– No hubo tal retirada. Pepe Cuiña planteó su estrategia y hablamos mucho. Yo le dije que todo dependería de la provincia de Pontevedra, porque no era lógico que Ourense le respaldase en solitario. Sería como tirarse al río para salvar a alguien que se está ahogando y al final se ahogan los dos. Yo le dije a Cuiña que pactase con Barreiro, que uno fuese de número uno y el otro de dos, que lo arreglasen entre ellos, y si lo hubiesen hecho así a estas horas Núñez Feijóo no estaría. Y lo digo porque Alberto es un ganador y en aquella circunstancia, estando Barreiro con Cuiña, yo mismo y Cacharro, no se hubiese presentado. En todo vaso, esto es hablar por hablar. El Partido Popular tiene asumidos una serie de principios de identificación con esta tierra que permite a los ciudadanos de diferentes sectores identificarse con él y a él obtener los resultados electorales que obtiene, evidentemente.

– Pero con ciertos aprietos. Las mayorías absolutas de Manuel Fraga serán difíciles de repetir.

– Hombre, los tiempos son diferentes y eso hay que tenerlo en cuenta. Yo creo que la Xunta de Núñez Feijóo está haciendo un buen trabajo, que estos meses han servido para demostrar que se puede gobernar desde el sentido común.

– Hay quien opina que también desde posiciones menos centristas. Usted empezó bajo esa definición.

– Yo creo que el Partido Popular de Galicia ha realizado en todos estos años una labor centrada y eso ha permitido que Galicia experimente un avance material y político de enorme envergadura. Las definiciones simples, de derechas y de izquierdas, no son ahora mismo significativas, al menos no como antes.

– Usted me dijo antes que las elecciones municipales podrían marcar el camino del PP para otras. Y en eso las definiciones cuentan...

– Vamos a ver: todas las elecciones son diferentes, y a la vez todas se relacionan unas con otras. En ese sentido, las próximas son municipales, tienen sus propias características y quizá en ellas cuenten más factores de credibilidad, de gestión, que los ideológicos. Pero el reto del PP es grande y habrá de asumirlo para después afrontar las generales y las autonómicas con probabilidades de éxito. En Ourense hemos obtenido resultados espectaculares, y por algo será.

– Sigue usted en la Diputación y ése es un resorte de poder enorme. Por eso sus adversarios dicen que se va, pero se queda para apoyar a su hijo desde donde más puede.

– Lo que sí he dicho es que estoy a disposición de mi partido, y si quieren que siga este año y pico sigo, y si creen oportuno que lo deje antes, lo dejo. Mi intención es no repetir, pero si me necesitan, me encontrarán para lo que quieran, de concejal, de respaldo en los mítines o para lo que sea. Lo digo y lo mantengo.

– En todos estos años, ¿qué le ha faltado y que le ha sobrado?

– Pues aunque resulte una paradoja, me ha faltado tiempo. Y no lo digo pensando en que ahora me retiro, porque creo que lo hago en el momento oportuno, ni conviene esperar a que lo hagan otros. Y además, los setenta son una edad razonable para hacerse a un lado, aunque no haya una ley específica que lo exija. El único ámbito en el que la edad no cuenta es en la Iglesia, y yo no soy cura ni estoy en el Vaticano. Y en cuanto a lo que me ha sobrado, resulta difícil de decir, es mejor que esos análisis los hagan otros.

"¿Cacique? Yo hago cosas por la gente"

– Se le ha definido a usted como un cacique.

– Bueno, habría que preguntarle a quien formula esa afirmación qué es lo que entiende por cacique o por caciquismo, porque aquí vienen a veces muchos de fuera a pretender examinar algunas cosas que no entienden.

– Quizá se refieran a un peculiar modo de hacer las cosas.

– Yo hago cosas por la gente, cosas que de otro modo no se harían porque hay mucha gente a la que nadie escucha y necesitan ayuda. Por eso he dicho alguna vez que hay un caciquismo bueno, aunque eso me lo tergiversaron y lo dejaron en un titular, de esos que tanto facilito.

– Lo han acusado de eso desde muchos ámbitos.

– Pues que digan lo que quieran: yo ayudo a quien lo necesita, recibo a mucha gente a la que no conozco pero que necesita que la escuchen. Mire, ayer mismo vino pidiendo que la recibiese una señora que necesitaba ayuda hospitalaria, no la conocía de nada, pidió una entrevista, se la concedí, hablé con ella y me planteó su caso y llamé al hospital para ver qué se podía hacer. Y la atendieron: ¿cree que habría sido mejor no atenderla, no interesarse por su problema, no escucharla?