El Führer convirtió a Galicia en un enclave estratégico de la II Guerra Mundial. Las minas de wolframio y las rutas de la costa hicieron de la tierra de Franco un objetivo de primer orden durante la contienda que estalló en julio de hace ya 70 años. Seis años en los que Galicia, por la posición neutral que mantuvo España en el conflicto, sirvió de vía de escape de miles de judíos que huían del nazismo en barco hacia América, Marruecos o Argelia. Pero las relaciones comerciales del Caudillo con Hitler también abrieron en la comunidad gallega una puerta de escape para destacados dirigentes nazis en la última etapa de la II Guerra Mundial.

Galicia no sólo fue escenario de combates navales y aéreos durante la contienda. Su emplazamiento privilegiado también posibilitó la ubicación de sistemas de vigilancia, tanto de las fuerzas del Eje como de los Aliados. "Resulta muy curioso constatar la existencia de redes de espionaje e información de ambos lados del conflicto, en una Galicia devastada por los años de la Guerra Civil y fracturada social e ideológicamente en dos comunidades: la de los vencedores y los vencidos", asegura Emilio Grandío, profesor de Historia Contemporánea de la Universidade de Santiago, que mañana participará en las jornadas de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo organizadas en el Museo Militar de A Coruña con motivo del 70º aniversario de la II Guerra Mundial.

En su ponencia "Galicia y la II Guerra Mundial. Una historia desconocida", Grandío analiza las tres cuestiones que, a su juicio, convirtieron a Galicia en una de las comunidades más importantes desde el punto de vista geoestratégico para Hitler: las minas de wolframio, la línea de costa y las redes de espionaje alemanas y contraespionaje británicas. "Galicia pudo convertirse en una nueva Normandía –asegura Grandío– e incluso en la vía de entrada del Ejército nazi en su conquista del espacio naval europeo. En esta guerra, el territorio gallego siempre fue observado. Todos los que participaron en el conflicto lo sabían, también las autoridades franquistas, que jugaban sus bazas en un escenario europeo cambiante".

El wolframio, el mineral olvidado en tiempos de paz, fue determinante durante la guerra. Una demanda que, tras el cierre en el año 40 de las minas de Corea y China, convirtieron a Galicia en la principal proveedora de la industria armamentística para el blindaje de carros de combate. Según Grandío, el 90% del material de wolframio en España se producía en Galicia, en especial en las comarcas de O Barbanza, Bergantiños, Xallas o Valdeorras. "Los alemanes buscaron este material, de difícil localización, en Galicia, porque les resultaba un régimen amigo y además se les debía su participan en la Guerra Civil. Fue una manera de cobrar esa participación", argumenta.

En los seis años del conflicto mundial, Galicia también fue escenario de combates navales y aéreos. "Fue una localización de combate clave", comenta Grandío. Hasta el punto de que Franco concedió a Hitler la posibilidad de instalar bases de radionavegación que facilitasen el posicionamiento de submarinos, barcos y aviones en el Atlántico. En 1940, soldados del III Reich ubicaron en el municipio lucense de Cospeito tres antenas nazis. Sus emisiones en morse y onda larga sirvieron para guiar y localizar barcos, submarinos y aviones por media Europa, norte de África y una buena franja del Atlántico.

Varias redes de espionaje y contraespionaje tuvieron su centro de acción en Galicia ya desde finales de la II República y hasta ya terminada la II Guerra Mundial. Las alemanas, según investigaciones de Grandío, se instalaron en la comunidad en 1939. "Hay pruebas –añade– de que las redes de información alemanas en Galicia no desaparecen hasta los años 45-46". En cuando a las redes de contraespionaje británicas en Galicia, tuvieron un "impulso importante" a partir del año 40. Entre ellas, figura la red de evasión entre Francia y España de Ponzán, un profesor republicano que estuvo en Dumbría. En las mismas fechas, comenzó a operar otro grupo en el norte de la Península, con un total de 60 enlaces, que "curiosamente" cayeron todos en bloque. "Esta red se encargaba de sacar fotos a las defensas costeras gallegas, establecer información de entrada de buques y controlar la producción en las fábricas de armas", relata Grandío.

Las ciudades de A Coruña y Vigo tuvieron un papel muy destacado durante la II Guerra Mundial. En el caso de la ciudad herculina, todos los delitos de espionaje eran comunicados a Madrid desde ahí. "Todo el papeleo relacionado con cualquier problema pasaba por A Coruña. El centro de información de todas las causas a Madrid era A Coruña. Todas pasaban por un tribunal especial de la ciudad", relata Grandío. En el caso de Vigo, fue un punto fundamental para los nazis en España: vía de escape para los dirigentes alemanes en la última etapa de la II Guerra Mundial.