Los diputados ya se levantaban, ansiosos por comentar la jugada, cuando Pilar Rojo recuperó la razón. Y claro, los nervios del estreno, junto con las prisas, le llevaron a un lapsus de los que dan que hablar. “Falta lo importante, el himno nacional”, dijo. Aymerich, Pontón y Lobeira, los tres juntos, no daban crédito. El obstáculo insalvable para cerrar un nuevo Estatuto, el reconocimiento de Galicia como nación, desaparecía de un plumazo.

Pero sólo fue un lapsus, aunque no el único de la jornada. El que levantó más risas fue el del popular José Manuel Balseiro, como secretario de la Mesa, quien se encargó de llamar a los diputados para que acatasen la Constitución. Pero se olvidó de dos de los suyos. Un tal Rueda Venezuela y Carlos Negreira.

Pero por el principio. Uno de los primeros en llegar fue José Luis Baltar. Casi ni se habían encendido las luces. Poco después de las 9.30 horas ya reservaba su sitio en la tribuna de invitados. Por contra, una que llegó con el tiempo justo fue Corina Porro, que renunció a su escaño para seguir en el Senado. A pesar de su pasado de conselleira, Porro andaba perdida en la entrada preguntando el camino. Allí se topó con un alcalde del BNG, que subió por las escaleras para evitar compartir ascensor con Porro.

En la tribuna atestada, Dolores Villarino, más sola que la una entre populares, ocupaba el centro de la primera fila, acompañada por su antecesor García Leira y por José Manuel Barreiro. También estaban, entre otros, Louzán, Crespo, Jesús Palmou o Miras Portugal. Y mientras a las puertas del Parlamento, vigilados por la policía, la CIG, miembros de la Mesa pola Normalización Lingüística y el líder de la UPG, Francisco Rodríguez reclamaban el derecho a vivir en gallego, en el interior do Pazo do Hórreo arrancaba la sesión con apenas un par de minutos de retraso. Los 38 populares fueron los últimos en entrar, pero los primeros en sentarse. Socialistas y nacionalistas (estos, con el habitual clavel y el ejemplar de Sempre en Galiza bajo el brazo) ya departían amigablemente en el hemiciclo. Era como la vuelta al cole después del verano, con besos para celebrar el reencuentro. Nada más entrar, Feijóo acudió a saludar protocolariamente a Touriño y Quintana.

Cerviño relajó los ánimos al expresar su “perplejidad” por ser el mayor (63 años) de la sala, y citó a Stendhal: “A arte é longa e a vida breve”. En las votaciones (con papeletas blancas, amarillas y verdes), la benjamina Marta Valcárcel mostró sus nervios con constantes errores en los nombres: el italiano Carlo Aymerich o el desconocido Meijón Consuelo. Las tres votaciones alcanzaron el mismo resultado: 38 a 36. Faltó uno del PSOE, Modesto Pose, debido a una enfermedad grave. Ruiz Rivas pidió la palabra para recordar y animar al compañero ausente.

Socialistas y nacionalistas prometieron su cargo; entre los populares, 22 lo juraron (ocho en castellano) y 16 lo prometieron, entre ellos Feijóo. Ya sentados los cinco miembros de la Mesa en sus respectivos lugares (Balseiro y Baltar a la derecha de Rojo; Varela y Quintana, a la izquierda), y tras las breves palabras de la ya segunda presidenta de la Cámara, fue Feijóo quien tuvo que arrastrar a todos los demás al aplauso para los nombramientos.

Al terminar, las miradas se dirigían hacia la consorte de Feijóo (ella misma utilizó ayer ese término) la periodista Carmen Gámir, conocida como Chinny, que compartía bancada con el marido y los dos hijos de Pilar Rojo. La nueva presidenta, con vestido italiano de Missoni, acaparó besos y saludos. El primero, el aún presidente Touriño. También Quintana besó a Rojo aunque, recordando los ataques de su padre en campaña, intentó evitar el saludo a José Manuel Baltar.

No hubo ágape, y cada uno se fue a comer con los suyos. Núñez Feijóo, después de hacerse fotos con el hijo de siete meses del ferrolano Diego Calvo. Pilar Rojo, aún sin agenda y casi sin despacho, emitió un comunicado para subsanar su lapsus: “La única denominación válida es himno de Galicia”.