Nada parece inquietar a José López Campos. Una de las caras nuevas en el Parlamento gallego. “Estoy tranquilo”, asegura. El joven diputado de 35 años, recién llegado de la gestión local en su pueblo, A Estrada, se estrena en el ruedo autonómico con la única duda de si O Hórreo le impresionará. Quizás porque está acostumbrado a las emociones fuertes que le aporta otra de sus pasiones, el baloncesto, que tuvo que abandonar por cuestiones laborales y que el pasado año retomó en el E.D.M estradense, a punto de jugar la fase de ascenso a la Liga EBA. Sus amigos dicen que le sobran cualidades para la política. Sus 2,02 metros le convierten también en un candidato idóneo para dominar la canasta y para convertirse en el “techo” del Parlamento. El jefe, Alberto Núñez Feijóo, le bautizó como “O Pequeno”.

-Con sinceridad, ¿un político de altura nace o se hace?

-La altura de la política está en trabajar, en ser honrado. Da igual que seas alto, bajo, guapo o feo. Hay muchos clichés, pero si rascas un poco, detrás de los políticos hay gente de todo tipo como en cualquier lugar.

-Ya, pero dice el tópico que los bajos son los inteligentes y los altos, más dispersos e ingenuos.

-¡Ja, ja, ja! El burro grande, ande o no ande.

-Porque eso le conviene a usted.

-La altura abre puertas. He sido muy afortunado en mi vida, pero no sólo por el tamaño.

-A un político no le conviene mirar por encima del hombro. Usted lo tiene complicado.

-La altura puede dar la sensación de distancia, pero en mi caso no es así. Estoy acostumbrado a tratar con la gente; es lo que me gusta. Vengo de la política municipal, del cuerpo a cuerpo. El único esfuerzo es bajarme cuando una señora se acerca a besarme. Sólo me acuerdo de lo que mido cuando me miro en un espejo.

-Verlo impone. ¿Eso ayuda o perjudica?

-De entrada, puede ayudar. Pero es un gran problema para pasar discreto o para encontrar una cama y ropa a medida.

-¿Se acordará de hablar de baloncesto en el Parlamento? Parece que a los políticos sólo les interesa el fútbol.

-Pues sí. Hay que apostar por los deportes minoritarios. Son un buen complemento a la educación, aportan muchos valores que se están perdiendo.