Lo ves en la terraza de esa casa paterna los pies de la ría de Vigo, sonriente aunque lo justo, una hija cogida de la mano, ropa casual wear y cuerpo juvenil en la treintena y no te imaginas que en México, entre 103 millones, sólo hay uno con más poder político: el presidente, Felipe Calderón. Es la mano derecha del mandatario, su hombre de confianza, el que está sentado a la diestra de Felipe por la gracia del PAN. Es el jefe de la Oficina de la Presidencia.

- Madrileño de nacimiento, gallego de origen, mexicano de nacionalidad ¿Cómo lleva usted esa mezcla de querencias?

- Sin duda que cada una de esas partes hacen de mí lo que hoy soy. Uno es deudor de su pasado. Y es verdad que mi infancia se inicia en Madrid, a donde mi padre fue por razones de trabajo, con largas estancias en Vigo durante los veranos.

- Pronto entró México en su vida...

- Tenía 6 o 7 años cuando nos fuimos a México D.F. para pasar luego a Campeche, donde terminé mis estudios tras licenciarme en Economía por la Universidad de Tampa, en Florida. En Campeche se desarrolló mi familia empresarialmente. No es que tenga la nacionalidad mexicana, es que me siento mexicano hasta la médula.

- En esa memoria de la infancia. ¿Qué lugar ocupa Galicia?

- Un espacio inolvidable. Teníamos la oportunidad de dividir nuestras estancias aquí en dos mundos distintos. El marítimo de las rías de Vigo y de Aldán y el interior en Ourense, concretamente en Avión, donde podíamos convivir con la naturaleza y la vida del rural.

- Por culpa de su padre no tiene usted más remedio que ser celtista...

- En la familia somos muy futboleros pero, dentro de ello, el Celta siempre fue nuestro equipo en España, desde mucho antes de que mi padre fuera presidente. Podían llegar los Reyes con cualquier cosa en nuestra niñez pero si lo hacían con una camiseta del Celta, eran redondos. Y se lo inculcamos a nuestros hijos.

- Y ahora en Segunda, Dios nos ayude...

- Esperemos que no haga falta porque por la ciudad y por la historia del equipo, éste tiene que volver a Primera. Aprenderemos de la adversidad.

- Bueno, pues habrá que pedirle ayuda al Cristo de la Victoria, que para eso es nuestro...

- (risas) El Cristo es un referente de esta ciudad, es cierto, y esa gran procesión está también en mi memoria de la infancia.

- Dentro de 20 días cumplirá usted 36 años. ¿Podía imaginar sólo hace 10 que iba a tener tal responsabilidad política?

- Cuando uno entra en la política no puede imaginar más que eso inmediato que quiere hacer o ser. De ahí en adelante son muchas circunstancias distintas en las que se mezcla el azar con la necesidad. Por supuesto, deseo personal pero también oportunidades, coyunturas, muchas veces suerte. Hay un dicho popular en México que dice que "uno en la política no entra, le meten; y no sale, le sacan".

- Usted entró hace 10 años...

- Decidí entrar a nivel local para buscar en nuestro estado mayor democracia y mas número de opciones políticas en medio de esa dictadura perfecta del PRI que duró 71 años. A los 26 años fui diputado por Campeche pero ni me podría imaginar que, diez años después sería Jefe de la Oficina de la Presidencia, que llegaría tan alto.

- Su padre da esa imagen de hombre hecho a sí mismo que está en los sueños de cada emigrante. ¿Qué admira de él?

- Soy un hombre al que le ha marcado antes que nada la vida familiar, el ejemplo que ves en casa. Mi padre es un hombre que se atrevió a soñar y a luchar por lo que soñaba. Y contra muchos obstáculos se propuso ser un ganador en la vida.

- ¿Y qué fórmula de éxito le enseñó?

- Ninguna mágica, sino perseverancia, entrega, trabajo, convicciones, no perder tus valores. Y esforzarte cada día buscando un equilibrio para no dar tanto que pierdas tu familia ni dar poco justificándote con ella.

- ¿Cómo se definiría usted políticamente?

- Como un hombre de convicciones. No haría nada en lo que no creo. Me faltaría entusiasmo. Creo en mi presidente pero también en México y su potencial.

- Y en tan poco tiempo en el poder, algunos ya han intentado buscarle las cosquillas. ¿Le preocupan los intentos por desacreditarle personalmente?

- Se puede decir públicamente cualquier cosa sin fundamento, sin base, sin prueba, y lo lamentable es que es el calumniado quien tiene que mostrar su inocencia. Lo positivo es que nos obliga a hacer no sólo las cosas bien sino hacer que parezcan. A ser transparentes. Si entramos en esto hace diez años y nos atrevimos, cuando la prensa estaba controlada por un solo poder, con mucha más razón ahora en que México ha cambiado mucho para bien.