Es poco frecuente verlo delante de los medios de comunicación. Como la mayoría de los grandes empresarios gallegos, sobre todo los que acumulan unas cuantas generaciones ya con las botas puestas, no es amigo ni de las fotos, ni de los micrófonos, ni de las preguntas. Quizás por eso, cuando se sienta delante de los periodistas, Manuel Jove lo hace con todas las consecuencias. Sin morderse la lengua o, por lo menos, sin mordérsela de todo. "Luego me reñiréis", comentaba al resto de directivos de Inveravante, incluidos sus dos hijos, Felipa y Manuel Ángel.

Entre toda la gran cantidad de información lanzada durante la presentación de Inveravante -7.000 millones de euros en inversiones, entre las ya realizadas y las previstas, da para mucho-, al empresario no le quedaba otro remedio que hablar de uno de los proyectos industriales estrella presentados al concurso eólico de la Xunta. El del traslado de Ence. Jove, junto con el presidente del Grupo San José, Jacinto Rey, y Epifanio Campo, crearon una sociedad a medias con la papelera -el 65% del capital en manos de los gallegos, y el 35% restante en las de Ence- para gestionar el cambio de ubicación y llevar a cabo la vieja aspiración de completar el ciclo de papel en la comunidad.

"El proyecto -dijo- nace de la necesidad, de la demanda social del traslado". Y confirmó lo que hasta ahora se había sospechado: que el plan de reubicación llegó de fuera. "Nos han invitado a participar y hemos dicho que sí, pero no sé lo que va a pasar de aquí en adelante". Primero, porque todo dependerá del resultado del concurso eólico. Y, segundo, porque está todavía muy verde -el acuerdo se fraguó en el último momento, apurando las pocas horas que quedaban de plazo para la presentación de solicitudes al reparto de potencia- "y queda todavía mucho que hablar". Jove dice que Ence ha visto "con buenos ojos" la posible galleguización de la planta.