Redacción / BAIONA/CANGAS/ POIO

Los teléfonos despertaron a primeras horas de la mañana a las mujeres y a los hijos de los tripulantes del Playa de Bakio en Baiona, Cangas, Marín, Poio y A Guarda. Desde el océano Índico Antonio Rodríguez, Amadeo Álvarez, Ángel Fernández, Manuel Baz y Jesús Alvar y Cándido Senra obtenían permiso de sus secuestradores para tranquilizar a sus familias. No llamaron todos. La canguesa María Marín está angustiada y se pregunta porqué su marido, Jesús Pillado, no ha llamado.

Conscientes de que las negociaciones han comenzado, confían en que la situación se resuelva cuanto antes y puedan regresar sanos y salvos a casa.

El capitán del Playa de Bakio, Antonio Rodríguez, llamó su hija Laura poco antes de las siete y media de la mañana de ayer. "Cuando vi el número del barco en mi móvil me asusté, supuse que era él pero no estaba segura de a quien iba a escuchar. Cuando oí su voz respiré tranquila", relata la joven.

Lo primero que le dijo su padre "es que estaban bien y que no había heridos" y luego le explicó que durante la noche de ayer subieron a bordo más secuestradores, aunque sin precisar cuántos. "Les preguntó si podía hacer una llamada y le dijeron que sólo una y corta", cuenta Laura.

En esa breve conversación le explicó que "se asustaron al ver subir a los piratas con las ametralladoras y con las balas colgando al cuello", en una imagen casi de película de acción. "Es algo surrealista, me cuesta asimilar que nuestro padre está secuestrado", admite la joven Laura Rodríguez.

El capitán del buque también pudo contarle a su hija que "no estaban de camino a ningún lado sino que se hallaban fondeados" y fue precisamente entonces cuando subieron más secuestradores a bordo. Antonio Rodríguez también le informó de que el Playa de Bakio sufre algunos daños serios.

"El puente estaba casi destrozado y con todos los cristales rotos. Incluso el radar está dañado", relata. En esta zona del barco permanecen tanto Antonio Rodríguez como el patrón de pesca, el baionés Amadeo Álvarez, ambos vigilados por un grupo de cuatro piratas. Antes de colgar, el capitán también pudo hablar con su otra hija, Raquel, y sud dos hijas le pidieron "que no pierda los nervios".

En el domicilio de Ángel Fernández, en el barrio baionés de O Burgo, la madrugada de ayer fue, como en el resto de las casas familiares de los secuestrados en Somalia, una larga noche de insomnio roto por una llamada telefónica.

Sólo la voz de Ángel a través del teléfono desde el océano Índico consiguió aliviar en parte su inquietud ante una situación a la que, de momento, no ven claro el final. "Llamó sobre las seis y media de la madrugada", explicaba ayer Daniel Fernández, hijo del marinero, quien indicó que los breves minutos de conversación con su padre sólo sirvieron para que él intentase sosegar sus ánimos y comunicarles que "todo va bien, que su situación es buena dentro de lo que cabe y que esperan que todo se resuelva cuanto antes", explicó el joven baionés.