Ante un enfermo que pierde la consciencia, ¿quién de los que le rodean es el más adecuado para responsabilizarse de su futuro? O si es hijo de separados y entre ellos no hay acuerdo, ¿debe ser la madre? ¿El padre? ¿Cómo abordar el traslado de un crítico a otro hospital por deseo de la familia si las circunstancias clínicas lo desaconsejan? ¿Y el tratamiento de un terminal? Situaciones todas a las que se enfrentan los médicos, enfermeros, el personal sanitario al completo, en su día a día. Más o menos complicadas. La vertiginosa evolución de la Medicina y la tecnología asociada a ella en el último medio siglo plantea muchísimos dilemas para los profesionales de la salud, que tienen en una mano la obligación de buscar siempre lo mejor para el paciente, y en la otra, el respeto escrupuloso a su autonomía de decisión. Por eso, desde el año 2000 se ha ido dando forma en los hospitales gallegos a los comités de ética asistencial. Independientes de la dirección, integrados por profesionales de muchas disciplinas y con vocación únicamente de consejeros. Bajo esas tres premisas, los grupos están elaborando protocolos para ayudar a los facultativos y a los usuarios a resolver conflictos donde se mezcla la ciencia con los valores humanos.

Cuatro de los temas en los que trabajan actualmente los comités de los centros gallegos son las situaciones de pacientes que se niegan a recibir tratamiento, las alternativas ante el rechazo de las transfusiones de sangre por parte de los testigos de Jehová, los límites de la reanimación y la sedación de los enfermos sin esperanza de vida. Siempre con recomendaciones a los facultativos, nunca con imposiciones. A modo de guías. "Las personas tienen en la actualidad el derecho a decidir sobre su cuerpo. Y eso limita las actuaciones clásicas de la Medicina de beneficiar siempre y nunca dañar al enfermo", explica Benigno Acea, responsable del grupo asistencial del Hospital Juan Canalejo de A Coruña. La libertad del enfermo sustituye al tradicional paternalismo médico.

La Xunta dio el visto bueno en junio de 2000 al real decreto que regula la creación y la autorización de los comités de ética. Funcionan ya en seis de los catorce complejos sanitarios de la comunidad. En el de Vigo, A Coruña, Santiago, el Arquitecto Marcide-Nóvoa Santos de Ferrol y en el comarcal de Verín. Incluso, en algunos casos, lo hacían mucho antes de la existencia de la normativa, que, eso sí, una vez aprobada, quedaron homologados. El organismo está en trámites de constituirse en el caso del hospital de Pontevedra, que ya presentó la correspondiente solicitud a la Consellería de Sanidade. Entre los requisitos que se les exigen, contar con un mínimo de siete miembros -su participación es voluntaria-, con tres médicos, un enfermero o enfermera, otro profesional sanitario de distinta titulación y dos personas ajenas a la profesión, una de ellas, licenciada en Derecho. Además, al menos uno de los que integran el grupo debe tener conocimientos acreditados en bioética.

Todos los comités gallegos tienen más de siete miembros. Y todos también se abrieron al capellán del hospital. "Es una recomendación, al fin y al cabo el catolicismo es la creencia mayoritaria", explica Luis Alba, ginecólogo y responsable del comité del Complexo Hospitalario de Vigo. En esas situaciones a las que hay que hacer frente en las relaciones médico-paciente, sobre todo, cuando son tratamientos en la etapa final de la vida, habitualmente están directamente relacionadas con las confesiones religiosas. "En nuestro caso -dice Acea- más que por ser sacerdote, valoramos que es una persona con una sensibilidad importante y que siempre aportó cosas interesantes a la rutina del centro".

Porque al final, lo que sale de los comités, son ideas. "Somos un elemento más, no el principal pero sí imprescindible, para humanizar la Medicina. No tratamos aspectos técnicos, ni económicos, ni administrativos. Sólo valores éticos", destaca Arturo Fuentes, pediatra de Oncología y encargado de llevar las riendas del comité del Complejo Hospitalario de Ourense. Como él mismo apunta, la bioética y los grupos asistenciales vinculados a ella en los centros sanitarios son un fenómeno muy nuevo. Para encontrar el primer comité en España no hay que remontarse demasiado, hasta la década de los setenta, en Barcelona. La normativa gallega es de 2000. "Estamos empezando y por eso una de nuestras funciones es fomentar la formación en esta disciplina", afirma Fuentes.

Se reúnen una vez al mes. Encuentros ordinarios en los que evalúan las situaciones que van surgiendo en el hospital. Donde plantean, como ahora, los protocolos para establecer cuál es la mejor forma de actuar en episodios concretos y que se suelen repetir, siempre con el matiz -coinciden- de que cada caso, cada paciente, es un mundo y merece un análisis personal. Cualquier médico o cualquier enfermo pueden solicitar su ayuda. Recurrir a los comités para consultar un problema, que se reúnen, entonces, de forma extraordinaria.

Siempre con la obediencia que deben a la intimidad, los responsables de los comités de bioética de los hospitales de Vigo, A Coruña y Ourense, esbozan algunos de los dilemas que han tenido que abordar. Casi siempre ligados a estados vegetativos persistentes, a pacientes camino de la muerte. ¿Cuándo debe acabar un tratamiento? "En Galicia no hay todavía momentos excesivamente conflictivos", indica Luis Alba, del complejo vigués. En la mente de todos todavía, la polémica con las sedaciones del hospital de Leganés. "Las sedaciones son algo habitual -continúa-. Hay indicaciones muy precisas y realmente es muy maleficiente no hacer lo más liviano posible esa parte final de la vida". "Son cuestiones morales que la Medicina hoy obliga a plantearnos -añade Benigno Acea, del Juan Canalejo-. Como hasta dónde llegar con la reanimación a costa de daños irreversibles en el cerebro".